Capítulo 5

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En el instante en que el auto de Tadeo se estacionó enfrente de mi casa, mis nervios aumentaron.

No había querido pensar mucho en esa reunión. Casi toda mi mañana había intentado pensar en otra cosa, pero ahora, los hechos eran otros. Estaba por encontrarme nuevamente con él. Aun sabiendo lo que había hecho nuestro último encuentro.

Ni siquiera sabía cómo abordar el tema, solo sabía que necesitábamos hablar, pero no sobre como iniciar la conversación. Sin embargo, eso no importó cuando el timbre sonó, y supe que era momento de verlo.

Podía sentir que mi cuerpo temblaba de lo nerviosa que estaba, pero Tadeo no dijo nada al respecto. Solo sonrió, y me llevó al auto. Tan pronto, estuve segura en mi asiento, él se encaminó al lado del conductor. La suave melodía que estaba de fondo no ayudó al nerviosismo que tenía, pero intente parecer tranquila. Por el bien de ambos.

Una vez que el auto se encendió, el silencio en el coche se hizo presente.

No sabía que decir, ni él tampoco al parecer.

De alguna manera, se sentía mal.

—Mira, creo que no es necesario que hablemos sobre...—la mano de Tadeo detuvo el discurso que empezaba a decir.

—Por favor no. Sé que estoy callado cuando no lo estoy siempre, pero no quiero incomodarte.

Asentí.

Pero incluso cuando sus palabras decían algo, su mano no dejaba de tocar la mía. Al ver que no tenía pensado quitar su mano, decidí aclararme la garganta y dar un leve tirón a mi mano. El comprendió lo que estaba sucedió.

—Discúlpame, estoy un poco...—quiso encontrar una palabra para decir lo que sentíamos en ese momento, pero no halló palabra para describirlo. Así que dije:

—No pasa nada, lo entiendo.

De nuevo, el silencio se hizo presente.

Y de pronto, mi tic nervioso apareció.

Mi pierna se empezó a mover, y él pareció notarlo, pero no dijo nada. Le agradecí mentalmente. Realmente no deseaba que la situación fuera más bochornosa.

Al terminó de veinte minutos, llegamos a un restaurante muy conocido del centro. No entendí la razón, pero me relajé enseguida. Era evidente que realmente deseaba hablar, y había buscado un lugar donde me pudiera sentir cómoda.

Un camarero llegó rápidamente a nosotros, y nos dirigió a una mesa.

Cuando el chico intentó apartarme la silla, Tadeo dijo:

—Permíteme.

Con una sonrisa nerviosa, sonreí agradecida a Tadeo.

—Buenas tardes, señorita, señor, les doy la bienvenida a Las Palapas, aquí les entregó sus menús, cuando estés listos para pedir, estaré rápidamente con ustedes.

Asentimos a las palabras del camarero, y nuestras vistas fueron a los menús.

Realmente no deseaba pedir nada, pero tenía que pedir. Así cuando regresó, simplemente pedí una pasta. Al contrario de Tadeo. Él parecía tener apetito.

Cuando el joven se fue, Tadeo me miró:

—No lo lamento, Delyla.

—¿Qué?

Tragando saliva, volvió a decir:

—El beso, no lo lamento.

Miré de reojo al restaurante, esperando que nadie oyera la conversación.

—¿Por qué me dices eso? Creí que habíamos venido hablar.

—Y eso estamos haciendo. Vengo aclararte porque lo hice.

Sin saber cómo reaccionar, pregunté:

—¿Por qué lo hiciste entonces?

Sin cambiar su expresión, declaró rotundamente:

—Porque te quiero.

Mi respiración se detuvo por un instante, para después sentirme indignada:

—Hace tiempo que no nos vemos, y ahora me dices que me quieres, ¿estás hablándome en serio? ¿Por qué lo haces? ¿Qué intentas probar? ¿Ah?

—No intentó probar nada—se recostó en la silla—. Simplemente estoy siendo sincero.

No sabía si reír o llorar. Esto no era posible.

—No lo entiendo.

—Claro que no lo entiendes, sobre todo cuando jamás...—se detuvo sin saber que más decir, pero tuve que presionar para que dijera lo que tenía decir.

—¿Jamás qué?

—Si te lo digo no me vas a creer.

—Inténtalo.

—Desde que te vi me gustaste, Delyla, pero solo veías a mi hermano. Estas maravillada por él, y a lo último te casaste. ¿Qué querías que hiciera? ¿Jugar contigo? No soy como Liam, Delyla, no soy como él.

—Liam no juega conmigo.

—¿No lo hace? Entonces, ¿Dónde estuvo esta semana? ¿Por qué se ausentó del trabajo? ¿Acaso sabes algo de Liam? Aparte de que es tu esposo, y el padre de Sofía.

Quise decir algo, pero nuestra comida llegó, y mis lágrimas las retuve el tiempo suficiente para que no tuviera que hacer el ridículo con el camarero.

—¿Qué ganas con esto, Tadeo?

—¿Ganar? No estoy ganando nada, estoy perdiendo.

Levanté la vista mientras una lagrima se escapaba.

—¿Perdiendo?

Asintió.

La forma como me vio, me hizo darme cuenta de mi vida actual.

No pude evitarlo, lloré.

Me sentía tan perdida. Sola.

Lo que siempre había soñado con Liam, simplemente se estaba perdiendo. Todo por mi obstinación. Era increíble lo mucho que había tenido que aguantar. Lo mucho que tuve que aferrarme a Liam. Lo mucho que me dolía saber lo tonta que había sido.

Liam me engañaba, y yo no hacía nada.

Era tan tonta.

En un momento de estos años, mi propio valor lo deje en segundo plano. Dolía saber lo que me había hecho a mí misma, pero estaba cansada de eso. Cansada de luchar.

Era momento de soltar.

Unos brazos me rodearon mientras esperaban en silencio.

No hubo palabras de consuelo. Ni siquiera palabras de aliento. Solo su presencia. Era reconfortante no sentirme sola. Tener a alguien.

Me aleje poco a poco mientras miraba a los ojos de Tadeo.

—Gracias.

Iba a decir algo, lo supe cuando abrió la boca para decir algo, pero lo besé.

Sin preocuparme de nada. Ni de nadie.

Moralmente Incorrecto(+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora