Capítulo 29

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LIAM


—Te toca—indicó Martín.

El tablero que se encontraba en medio de nosotros, solo era blanco y negro. Pero viendo que era el único entrenamiento que había en este lugar, nadie se quejó. Ya no había tiempo para eso, ese tiempo había pasado. Ahora lo veía.

—¿Alguien vendrá a verte? —pregunté mientras colocaba una ficha en la cola de domino que estábamos formando.

—Sí, mi esposa viene con mi bebé—contestó Martín sonriente mientras revisaba sus fichas y elegía cual colocar— Va a cumplir un año, ¿sabes?

Por el poco tiempo que llevaba en el lugar, casi un mes para ser exactos, me daba cuenta de Martín amaba mucho a su familia. Su amor había hecho que terminará en este lugar y culpado por algo que realmente no podía llamarse justicia. El tipo había salido con su mujer un día a pasear y un ladrón intentó robarles, pero el susto de que le hiciera daño a su esposa embarazará había terminado por hacer un acto imprudente y se abalanzo al ladrón.

Con miedo por la reacción del marido, el asaltante había intentado esquivarlo. Para mala suerte de Martín, el ladrón había caído tan mal después de sentir al futuro padre enojado que terminó chocando con una pared. El golpe seco hizo que terminará Martín por matar al ladrón. En sí, hubiera podido salir libre del problema, pero la madre del ladrón había pedido justicia por su hijo muerto. Aunque las leyes estaban de acuerdo que podía salir libre, Martín aún seguía esperando por un juicio que tardaba meses en realizarse.

Mientras eso sucedía, él me había hecho reflexionar.

Al principio mi ira me cegaba para todo. Las ganas de golpear a alguien se incrementaron conforme pasaba las horas, pero al contrario de lo que pensé, nadie se acobardó. Así que cuando golpeé, los golpes me fueron devueltos al triple.

Fue humillado y pisoteado por los demás.

Fue Martín quien me había ayudado a recuperarme, a que no me hicieran más daño después de ver mi paliza por los otros reos. Aprendí que aquí dentro, no era lo mismo que allá afuera. Y a diferencia de afuera, aquí no dudaban de matarte.

Conforme esa realización se hizo en mi mente, comprendí la verdad de lo que había hecho. Del lugar en donde estaba por mis actos. De lo mucho que había dado por sentado. Del lugar equivocado en que había dirigido mi vida. Y esa oscuridad de mi celda, reflexioné sobre las decisiones que había tomado en el transcurso de mi crecimiento.

La constante competencia que había tenido con mi hermano menor.

Lo mucho que había dañado su mente al acercarme a la mujer que él amaba, y aunque fue con la ayuda de Martín que lo pude ver, realmente comprendí que todo lo que había pasado, había sido por culpa mía.

Si no hubiera pensado sobre que Tadeo buscaba dejarme en ridículo en todo lo que hacía, habría podido ver que Tadeo lo único que deseaba era impresionarme. Que lo animaba a ser como yo. Esa falta de ver el lado positivo, hizo que odiará a mi hermano.

Y ahora comprendía lo mucho que lo dañe.

Sobre Delyla, quisiera decir que realmente la amé, pero sabía que eso nunca pasó. Mi única obsesión por ella era hacer un daño a mi hermano menor. Y había terminado por hacerle daño a una mujer buena y que no tenía nada que ver con esa rivalidad absurda. Que, al contrario de Reyna, ella realmente me había amado.

Aunque me gustaría culparla porque lo había con mi hermano, Martín me ayudado a reflexionar sobre esto también, y había decidido dejar ir a Delyla.

La prueba de ello, había sido darle el divorcio. Sin ningún «pero». Ni nada.

Con la persona que más me dolía pensar era en mi hija. Mi Sofía. No la había amado como se merecía y también había sido un ser inocente que pagó por mis pecados. No podía pensar en ella sin sentirme culpable. Martín decía que era mejor así, de esa manera se aprende a valorar lo que se tiene.

Moralmente Incorrecto(+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora