Capítulo 4

7K 570 73
                                    


El beso era abrumador.

Todo parecía detenerse. Simplemente así.

Mi cuerpo se amoldó al suyo. Sus manos tocaban mi piel, y su lengua acariciaba cada parte de mi boca. Deseaba devorarme. Justo ahí. En donde cualquier podría vernos. Me asustó que no temiera por eso. Incluso me hice besarlo todavía más.

De alguna manera, sentía mis sentidos más despiertos. Más activos. Cada roce de sus dedos, me hacían estremecer todo mi cuerpo. Cada célula de mi cuerpo se encendía con un simple toque.

Era intoxicante.

Era erróneo. Por completo.

Ni siquiera pude entender el tiempo.

Solo supe que en un momento me estaba besando, y al otro ya no. Al abrir mis ojos, los cuales ni recordaba como los había cerrado, me di cuenta de la realidad. Había besado a Tadeo.

A Tadeo. Mi cuñado.

La culpabilidad gobernó mi cuerpo. Había engañado a Liam. No, no, no. ¿Por qué? Yo amo a Liam, ¿no es así?

Por la expresión de Tadeo, mis sentimientos estaban por todo mi rostro, y él parecía no saber que decir. Ni yo misma sabía que decir. Le había correspondido. Claramente lo hice. Estaba demasiado impactada por haber reaccionado así. Sin embargo, no era eso, lo que me hacía sentir culpable. Era saber que ese beso, me había gustado muchísimo.

Sin poder evitarlo, negué mientras retrocedía.

Pude escuchar como Tadeo decía mi nombre, pero no podía detenerme. Tenía que entrar a mi casa. Tenía que hacerlo ahora.

Tenía que escapar.

Aunque no importaba cuanto me alejará, sabía la verdad.

Había besado a Tadeo. Un hombre completamente prohibido.

***

Las horas pasaron con normalidad.

Ese mismo día en que Tadeo y yo nos habíamos besado, Liam llegó en la noche. A punto de que me fuera a dormir. La sonrisa de su rostro no me daño tanto como pensaba.

A decir verdad, ni siquiera me fije tanto.

De pronto, estaba viendo la pared recordando ese beso, y al siguiente, Liam estaba en mi rostro preguntándome si no lo había oído llegar.

Con nerviosismo de que se diera cuenta de algo, había contestado:

—No, lo siento. No te oí entrar.

Él había fruncido el ceño, y solo comentó:

—Te noto rara, ¿te sucede algo?

Negué.

—Bueno, supongo que iré a ducharme, vengo muy cansado.

Asentí.

Él solo tomó su ropa mientras silbaba para entrar al baño. De pronto recordé la lencería que había comprado. Pero, no me levanté. Solo lo escuché, y cuando salió de bañarse, nada más lo observé.

¿Por qué lo sentía diferente?

Ni siquiera había podido contestarme esa pregunta cuando la vi acercándose a nuestra cama, y con una sonrisa, se inclinó para darme un beso. Pero hice lo que nunca había hecho, me alejé de él.

Liam pareció confundido como mi acción, pero no más de lo que estaba yo de confundida. ¿Lo estaba rechazando? ¿Por qué?

Sin embargo, para que no empezará a sospechar nada extraño en mí, pregunté:

—Creí que ibas a llegar antes, ¿Qué sucedió para que se retrasará todo?

De pronto la expresión de confusión de duda se transformó en nerviosa.

—Por cosas de trabajo, ¿Qué más podría ser?

Asentí, aun sabiendo que me estaba mintiendo.

—Claro.

—Bueno, acabando el interrogatorio, vamos a dormir que estoy muy cansado.

Asentí.

Sin verme más, y ni siquiera intentando para darme otro beso, se acostó de lado.

Observé su espalda, y pude notar que se durmió rápidamente. Al parecer no había mentido sobre lo cansado, pero había mentido sobre que ese viaje había sido de trabajo. Incluso deseé revisar su teléfono, pero descarté esa idea ridícula.

Sin saber que más hacer, tomé mi celular para ver si podía distraerme. Pero cuando pensaba que era mala idea, y era muy tarde para revisar alguna red social, un mensaje llegó a mi pantalla.

› ¿Ha llegado?

Sabía quién era. Mi número no había cambiado por años, y al parecer el de él tampoco.

Volteando a ver a Liam y darme cuenta que estaba dormido, decidí contestar:

›Si

No escribí más. Pero para él no pareció importarle.

› ¿Podemos vernos mañana?

Mis manos empezaron a temblar, y con alarma volteé a ver Liam cuando lo escuché moverse. Sin embargo, él seguía dormido. Así que, con rapidez, escribí:

› ¿Para qué?

›Sabes por qué. Tenemos que hablar.

›No creo que sea buena idea.

›Delyla, por favor, solo quiero hablar.

Era una mala idea. Por Dios que sí, pero tenía razón, debíamos hablar.

›Está bien, ¿Dónde nos vemos?

›Puedo ir a buscarte.

›No, iré en mi coche.

›Delyla, solo soy yo.

Ese era el problema de todo. Era Tadeo. Tadeo.

Mordiendo mi labio, empecé a pensar porque esto era una mala idea. Sin embargo, aun recordaba su beso. Sin poder creerlo, terminé escribiendo.

›Bien, ven a buscarme

›Lo haré.

Estaba hecho. Iba a verme con él.

Oh Dios, ayúdame.

Moralmente Incorrecto(+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora