Capítulo 21

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LIAM

—Fue un gusto hacer negocios con usted, señor Jarres—comentó mientras nos estrechábamos las manos y finalizábamos esta reunión de dos horas.

—Me ha robado las palabras, señor Ferrera—contesté con una sonrisa mientras veía de reojo como Reyna entraba a la habitación—. Le dejó con mi secretaria para que le ayudé en el recorrido de la empresa.

El señor Ferrera miró hacia Reyna, y ella sonrió con fuerza. No me gusto el intercambio, pero entendía lo que Reyna estaba haciendo. Estábamos en el trabajo, después de todo.

—Será un placer—comentó Ferrera mientras se dirigía hacía Reyna.

Y casi me dieron ganas de golpearlo cuando observé que le miraba el culo a Reyna.

—Acompáñeme, Señor Ferrera.

El imbécil dijo algo, y después se terminaron por irse.

—¿Cómo el proyecto de Cancún? —preguntó mi socio.

Dando media vuelta, contesté:

—Va demasiado bien. Si todo sale según lo pronosticado, tendré que ir en dos semanas para ultimas los detalles. Necesito que esos hoteles estén en funcionamiento lo antes posible.

—Me gusta oír eso—me comunicó Leandro mientras se levantaba de su silla—, estoy cansado de esperar. Necesito ver mis ganancias.

—No te preocupes por eso. Todo está marchando como debe.

Asintió.

—Bien, como celebración de eso, estoy haciendo una cena. Trae a tu esposa. Hace tiempo que no la veo. Sabes que Margaret le causó una gran impresión—comentó Leandro, pero la sonrisa de su rostro al recordar a su esposa, me hizo querer vomitar. La estúpida mujer no tenía ningún chiste para mí. Era una vieja insípida y llena de celulitis—, y me encanta cuando ella es feliz. Tiene sus beneficios.

Su guiño de complicidad, me hizo querer poner los ojos en blanco. Pero mantuve mi expresión divertida, y haciendo que estaba de acuerdo con sus palabras.

—Me gustaría, pero Delyla ha estado indispuesta últimamente. Quiero que repose en la casa.

Frunció el ceño preocupado.

—¿Ella está bien? ¿Necesitas que llame al médico de mi esposa para que pueda ir a revisarla?

—No, Leandro. Solo necesita reposo. Ha estado últimamente estresada, y ella no quiere decirme qué le preocupa.

Sonrió.

—Su aniversario se acerca, ¿no? Puede ser eso—la ganas de vomitar aumentaron al escuchar su comentario, pero continué con la farsa de marido preocupado—. De todos modos, estaremos esperándote. Y cuando se sienta mejor tu mujer, pues organizamos otra velada.

—Claro. A Delyla le gustará.

Un golpe en mi hombro, me hizo querer golpearlo.

—Hasta luego entonces, Liam.

Adiós, imbécil.

Si no fuera porque era la empresa de este imbécil y yo un simple socio, podía hacer que me besará el culo.

—Hasta luego, amigo mío.

Una vez que salió del lugar, aflojé mi corbata.

Estaba por sentarme en una silla de la sala de reuniones cuando volvieron a tocar la puerta.

—Adelante.

Tan pronto di el permiso de que entraran, un hombre junto con dos oficiales apareció.

—¿Señor Liam Jarres?

—Sí, soy yo, ¿Quiénes son ustedes? —pregunté mientras miraba a los dos oficiales que lo respaldaban. Cuando hice esa pregunta, no necesite escuchar al tipo para saber que estaba sucediendo, y de quien era la culpa de esto.

Delyla.

Sin embargo, ese hombre no contestó la pregunta, solo se acercó mientras sacaba unas esposas y anunciaba:

—Tiene el derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede y será usada en su contra en un tribunal de justicia…—intenté que no se acercará, pero sabía que, si protestaba, entonces iba a ser peor, y continué escuchando al imbécil que estaba leyéndome los derechos—, si no puede pagar un abogado, se le asignará uno pagado por el gobierno. ¿Le han quedado claro los derechos previamente mencionados?

No contesté, solo lo miré furioso mientras era escoltado por los oficiales.

¡Maldita bruja!

(…)

—¡Tienes que sacarme de aquí!

—Señor Jarres, estoy intentado hacer lo más rápido posible.

Me acerqué al imbécil de mi abogado.

—¡No es suficiente! ¡¿Por qué mierda crees que te pagó?!

—Es mejor que se calme—comentó mientras observaba a un lado, y susurraba—. Si continúa actuando de esta manera, será peor. En todo caso, he estado resolviendo el asunto de la fianza.

El imbécil podía llenarse de mierda como esa porque no tenía que estar pasando en una estúpida celda, pero ahora eso no interesaba. Necesitaba salir. Ya.

—Por el dinero no importa. Dile a mi secretaria que haga lo pertinente.

—Muy bien, señor.

—Ahora lárgate, antes de que descargué mi ira contra ti—espeté mientras me alejaba de los barrotes. ¡Esto era un insulto!

¿Quién mierda se creía esa estúpida?

Intenté controlarme, pero era tanta la ira que daba ganas de golpear algo. A mi costado, un idiota con tatuajes me quedó mirando.

—¿Qué miras, imbécil?

—Pareces un idiota riquillo, dime algo, ¿sabes chuparla bien?

—¡Qué mierda! —me levanté asqueado cuando me sonrió.

Quedándome en la esquina de la celda, empecé a pensar. ¿Cómo carajo pudo hacerme esto?¿Acaso la muy estúpida realmente había dejado de amarme? Pero ella no tenía el valor para hacerlo...

¿Acaso era por ese otro?

¿Quién mierda era su amante?

¿Quién?

Esa pregunta estuvo rondando mi mente un sinfín de veces, y cuando estaba a punto de golpear al imbécil que no dejaba de mirarme lascivamente, escuché mi nombre:

—Liam Jarres, han pagado tu fianza.

Antes de salir de la celda, escuché al idiota tatuado:

—Adiós, amor.

Sin mirarlo, le enseñe el dedo de en medio.

Era hora de salir de aquí, y averiguar que estaba pasando con Delyla, y por qué mierda había decidido colocar una denuncia. Y, sobre todo, ¿Qué mierda tenía que hacer para verla caer?

Aunque la respuesta era sencilla.

La única solución de verla arrodillada era la niña.

Sofía.

Con una sonrisa llena de venganza, me acerqué a Reyna que estaba esperándome con los brazos abiertos.

Era hora del juego.

Moralmente Incorrecto(+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora