Capítulo 7

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—¡Adiós, tío!

La sonrisa de mi hija, Sofía, era enorme. Aunque tampoco podía culparla. Después de ese beso con Tadeo, habíamos ido a recogerla a su escuela de ballet. Era increíble lo maravillosa que era. Su sonrisa era grande cuando disfrutaba lo que le apasionaba. En esos momentos, me hacía sentir muy orgullosa y deseaba ser tener la personalidad de ella. O tal vez esa valentía y esa fuerza la había sacado de mí, y había estado escondida por mucho tiempo. La verdad no tenía idea. Solo deseaba hacerla feliz.

Así que cuando observó a mi acompañante, su sonrisa menguó, y su comentario me sorprendió:

—Te pareces a mi papá.

Tadeo no perdió su sonrisa, aunque no pasó lo mismo conmigo. Mi culpabilidad de que estaba haciendo algo incorrecto lleno mi expresión, pero recordé los tantos desplantes e hice que esa culpa desapareciera. No debía sentirme así. Tenía derecho de ser feliz.

Sin inmutarse de los líos de mi cabeza, Tadeo sonrió con fuerza y le había dicho a mi hija:

—Tu papá es mi hermano, puede ser por eso.

Mi hija asintió, pero de pronto recordó la felicidad que tenía en unos instantes y su sonrisa volvió.

—Mami, la señorita Méndez me dijo que seré elegidas para hacer la presentación de navidad.

Al oír eso, una sonrisa se instaló en mi rostro mientras abrazaba a mi hermosa hija.

—Felicidades, amor. Serás la más hermosa, vas a ver.

—Quiero que mi papi venga, mami. ¿Él puede venir?

Esta era la parte que más me dolía. Tener que darle esperanzas. Porque no importaba cuanto le insistía a Liam porque asistiera a los eventos de su hija, él siempre terminaba decepcionándola. Sin embargo, no quería hacerla sufrir. Tenía oportunidad de hablar con Liam. Solo esperaba que asistiera.

—Le diré, princesa.

Mi hija se alejó, y con una mirada que me rompía el corazón, me dijo con tristeza en su voz:

—Pero eso me dijiste la otra vez, mami, ¿o es que a papá no le gusta verme bailar?

Dios, ¿Por qué tenías que responder a esto? Por estas razones a veces odiaba a Liam. Era tan egoísta. Él no se había dado cuenta de que, al principio, Sofía no había deseado bailar, pero al ver la insistencia de su padre, ella había decidido intentarlo. Al tercer día, descubrió que lo amaba. En ese momento, ame con demasiada fuerza a Liam, pero conforme desilusionaba a mi hija, cada vez guardaba rencor hacia él. No había deseado presionarlo por cuestiones de trabajo, pero después de unos meses, había descubierto que no había sido el trabajo lo que lo mantenía alejado de su hija. Callé, pero ahora, estaba sintiendo una ira irracional. La ira de una madre.

Tadeo pareció comprender mi silencio porque de manera inesperada, preguntó:

—¿Quieres que te invite un helado, Sofía? En el camino tu mama me dijo que desea uno, y prometí comprarle uno.

Al ser distraída por el helado, ella sonrió abiertamente.

—Sí, quiero uno. Me gustan de chocolate.

—De chocolate serán, princesa.

Al ver los aplausos de alegría de Sofía, miré hacia Tadeo. Él parecía comprender mi mirada tortuosa. Estaba sufriendo por la próxima decepción de mi hija porque sabía que no importaba cuanto le rogará a Liam por asistir al evento de ella, él no iba asistir.

Con una sonrisa, o el intento de una, caminé con ellos.

Al tenerla segura en la parte de atrás, Tadeo preguntó:

Moralmente Incorrecto(+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora