Capítulo Treinta y nueve. 2/3

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Toco la puerta del despacho y espero la respuesta de adentro. La voz de mi padre se escucha en un profundo y autoritario "pase".

Y es lo que hago. Para mi sorpresa, no lo encuentro sentado en su escritorio viendo la cantidad de papeles que él acostumbra tener cerca. Ahora mira por la ventana, no hay un trago en su mano tampoco, pero si una taza con algún líquido caliente.

—Me mandaste a llamar.

Voltea con una sonrisa. Es raro decirlo pero esta sonrisa es diferente, es como si tuviera paz brotando de él.

Pienso en lo que dijo el abuelo ayer y mi corazón duele por él.

—Si, me enteré esta mañana que habías llegado— se acerca y me da un abrazo que acepto gustosa— ¿Cómo estuvo Alemania?

—Maravilloso, la familia de Die es genial. Además todo es hermoso allá.

—Dejaste al pobre chico solo.

—No me dio alternativa, el abuelo estaba mal y Die tenía que pasar más tiempo con su familia, pronto se vienen los viajes y largas temporadas fuera de casa.

—Entiendo ¿Cómo te has sentido?

—Bastante bien, creo que he pasado lo peor. Die viene la próxima semana para la ecografía.

—Te ves emocionada.

—Lo estoy— el olor del té en sus manos llega a mi nariz y hago una mueca— ¿Es eso miel lo que huelo?

—Si.

—Paso— me muevo lejos porque puedo sentir las arcadas en mi garganta.

Se ríe y deja la taza lo más lejos de nosotros. En ese momento tomo asiento en una de las sillas.

—Estás más alegre que de costumbre.

—Puede ser que me haya quitado un peso de encima, estoy más relajado.

Incluso se ve más joven. Me pregunto si esto tiene algo que ver con el regreso de Rachel.

—Oye, papá— el rostro se le ilumina aún más al escuchar esa palabra— mira.

Le muestro mi mano como lo he hecho con todos los que han recibido la noticia. Toma mi mano y saca el anillo.

—No ¿Tu también? Bastante tengo con Maximus haciendo el payaso y arruinado mis negocios.

—Papá, no puedes obligar a todo el mundo a casarse.

—Si puedo.

Ruedo los ojos y le quito el anillo para devolverlo al lugar donde corresponde.

—Bien, pero no deberías.

—Lo tendré en cuenta. Me alegro por ti y por el chico ese— sabe su nombre y me parece muy infantil de su parte que intente esconderlo— espero estar invitado a la boda.

—Claro que sí.

Miro la hora en el reloj de pared y me pongo de pie. Él hace lo mismo y arregla su traje impecable.

—Por favor, ve a ver al abuelo.

—Lo haré, de hecho, ese es mi destino ahora. Max dijo que tenía que hacer algo importante, supongo que con la chica.

—¿La conoces?

—Si— se acerca a mi oído— no le digas a Max, pero la apruebo totalmente. Digo, no todo el mundo puede con mi hijo más problemático.

—Lo que menos le importa es tu aprobación y lo sabes.

Se le escapa una risita traviesa y se despide con otro abrazo. No sé qué bicho le picó pero no me quejo. Me hace recordar algunos momentos de mi infancia. Y después de lo lo que el abuelo me dijo mi corazón se siente mal por él.

Racing With You. [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora