XXIII. La luz al final del túnel.

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La noche en que el compromiso de Yoon Gi se hizo oficial para la familia celebraron con una emoción aún más grande con la que celebraron su compromiso con Hyu-Na una vez, aún más felices por el embarazo del omega que siempre fue tratado como un miembro más de aquella prestigiosa familia de la más alta clase de lobos. Ji Min sintió que sus inseguridades y sus temores se disipaban y solo quedaba la dicha de sentirse bienvenido por ellos, que en ningún momento los discriminaron por ser un omega recesivo de clase media y que lo recibieron con el mismo cariño que lo habrían hecho sus propios padres, los cuales ignoraban por completo su situación, puesto que dejó de verlos hacía un año atrás, pero Yoon Gi se sintió obligado a tener su aprobación para su compromiso y antes de acostarse a dormir juntos, le planteó su idea a Ji Min.

- Mis padres... -susurró el menor, echado en la cama.- hace un año que no los veo ni sé nada de ellos.

- Vayamos a visitarlos. –dijo Yoon Gi, sentándose a su lado.-

Ji Min llevó su mirada a su enorme barriga y acarició un poco los costados, suspirando.

- Se morirán de un infarto cuando me vean. –susurró el pelirrojo.-

- Pero tienen derecho a saber que serán abuelos.

- Y que me voy a casar. –sonrió.- pero me matarán si saben que me embaracé y me dejé marcar por un alfa sin estar casado.

- Es cierto, son tradicionalistas. –también sonrió.- aun así hagámoslo.

Ji Min asintió, sabía que no podía ocultarlo y que ellos tenían derecho de saberlo aunque se enojaran con él. Durmieron juntos, como cada noche desde que Yoon Gi recuperó la memoria y al día siguiente subieron al auto del mayor y se encaminaron a la casa de los padres de Ji Min.

- Tengo miedo. –dijo el menor.-

- ¿por qué?

- ¿y si rechazan a los bebés? –miró hacia el frente.- me rompería el corazón.

- Eso no pasará.

- ¿cómo lo sabes? –volvió a verlo.-

- No lo sé. –sonrió.-

- ¡eso no tiene sentido! –Ji Min hizo un puchero y volvió a ver al frente.-

Yoon Gi rió levemente y negó con su cabeza, condujo hasta llegar a una casa que no era grande, pero tampoco era pequeña; humilde y acogedora, era el hogar donde Ji Min había crecido, bajaron luego de estacionarse en el frente y suspirando tomaron sus manos, abrieron la reja y caminaron por el pasillo de la entrada hasta la puerta principal, tocando el timbre para anunciar su llegada inesperada. Con los nervios, Ji Min sintió sus piernas comenzar a temblar cuando escuchó los pasos acercándose a la puerta que fue abierta por una pareja cuarentona que se llevó la mayor de las sorpresas al ver el estado del hijo que hacía más de un año que no veían, con una panza que daba la impresión de que explotaría al mínimo tacto y tomado del brazo de un alfa que a leguas se distinguía que era de una clase muy alta y además, dominante, fue algo tan inesperado que no supieron qué decir.

- Hola, papá y mamá. –dijo Ji Min, rompiendo el silencio.- ¿podemos pasar?

Ellos, aún mudos de la impresión se hicieron a un lado de la puerta para darle paso a su hijo y su futuro yerno, sin quitarles la vista de encima y fueron hasta la sala de visitas, donde se sentaron juntos en el mismo sillón, frente a los asombrados padres, sentados en frente.

- Seguro recuerdan al joven amo, el hijo menor de los señores Min. –dijo Ji Min, jugando un poco con sus dedos.-

- Por supuesto. –dijo por fin, la madre.- es un gusto volver a verle, joven.

Amantes predestinados || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora