XXIV. Los nuevos integrantes de la familia.

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Cuando Ji Min abrió los ojos lo primero que vio fue una luz tan blanca que lo cegó por un momento, creyó que era la del hospital y sonriendo volvió a abrir sus ojos, pero lo que encontró fue que estaba rodeado de paredes blancas, más blancas que el mismo blanco, miró el piso sobre el que estaba y éste también era blanco, igual que sus ropas, su cabello era castaño otra vez y su rostro adquirió una blancura tal que cualquiera que lo hubiese visto, diría que no le corría sangre por las venas, su vientre de embarazo había desaparecido, echó un vistazo al cielo y notó que en aquel lugar no había ni techo, ni cielo, solo más blanco, entonces comenzó a caminar buscando alguna puerta que lo sacara de aquel sueño extraño, pero caminaba y caminaba y no llegaba a ningún lugar, era como si no se estuviese moviendo a ningún lado o que aquel lugar fuese infinito, pero se detuvo y sonrió, comprendiendo que había llegado su hora de partir cuando vio acercándose a una joven mujer de cabellos negros, tan lacios y lisos que le llegaban a los glúteos, también vestía de blanco y lo miraba con una sonrisa, como si hubiese estado esperándolo durante mucho tiempo.

- Noona. –dijo Ji Min.-

- Hola, pequeño hermanito. –contestó ella.-

Se detuvo frente a él y lo estrechó entre sus brazos; el único sentimiento que podía tener Ji Min en ese momento era el de una profunda nostalgia, correspondiendo al abrazo de su adorada hermana mayor, que murió envenenada con un par de gemelos atravesados en el vientre.

- ¿dónde estamos? –preguntó el castaño.- ¿este es el cielo?

- ¿te lo parece? –manteniendo su cálida sonrisa, ella acarició suavemente la mejilla del menor.- mira cuánto has crecido. ¿cuánto tiempo ha pasado? ¿cinco años?

- Cuatro... -se separó un poco para verla mejor.- ¿estoy muerto?

- Por el momento. –lo tomó suavemente del brazo para que mirara al frente.- a mí me parece que aún estás a tiempo de volver.

Ji Min giró su cabeza hacia una de esas infinitas paredes blancas, mirando la imagen que le proporcionaban sus ojos muertos de los médicos que intentaban con tanto esfuerzo reanimarlo y que se estaban rindiendo a la idea de que ya no podían salvarlo, los escuchaba luchar por su vida y pudo visualizar a lo lejos, detrás de la puerta al estático y asustado Yoon Gi, con aquella expresión de terror y desesperación, volvió a ver a su hermana, sin poder comprender lo que le quería decir.

- ¿no vas a llevarme contigo? –preguntó confundido.-

- Aún no es tu hora. Cuando despiertes no recordarás esto ni siquiera como un sueño.

Ella se acercó nuevamente y colocó su mano en el rostro ajeno y la deslizó con suavidad hasta hacer que cerrara sus ojos. De pronto el pulso de Ji Min volvió y el aire se filtraba a sus pulmones otra vez, pero ahora estaba inconsciente, aunque el hecho de que seguía con vida era motivo de alivio para los médicos.

El pavor que helaba los huesos de Yoon Gi y no le permitía moverse aumentó cuando vio a través de la ventanilla de la puerta acercarse al doctor, éste abrió y se encontró con él, algo sorprendido, ya que no había notado que seguía allí.

- Le traigo buenas noticias. –dijo con una suave sonrisa.- pudimos reanimar al paciente, estará bien ahora.

Esas palabras hicieron que le volviera el alma al cuerpo y ese terror por perder a su amado se desvaneciera, dejando una sensación de alivio que por fin le permitía respirar bien, pero tuvo que irse a la sala de espera, mientras sus hijos eran examinados y ponían todo en orden con respecto al cuerpo de recién parido del omega. Fue junto a los dos padres del menor que esperaban ansiosos noticias de sus nietos y se levantaron al verlo.

Amantes predestinados || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora