Tres días.
En tres días exactamente Byul no había visto a Yongsun por ningún lado.
Su preocupación rebasaba los niveles normales que podía tener a lo largo de su vida. Seguro iba a pescar un malestar de tanto pensar en cosas negativas.
En esos días trató de enfocarse en llevar a los terneros a la zona más cercana en donde los iban a subir y a trasladar.
Sabían muy bien que no debían despegar a los pobres bebés de sus madres. Pero no debían meterse en como él ordenaba su finca y mucho menos hacer comentarios en voz alta.
Algunos empleados tenían que ordeñar a las hembras y llevarles la leche por separado a las crías. Ya de ahí cada una se independizaba y terminaba comiendo como las otras.
¿Algún beneficio en hacerlo?
No. Lo hacía porque quería.
Ese hombre quería todo en orden y separado; algo así como clases sociales que no son hechas por casi nadie.
Eso era con respecto al ganado. Byul tenía otras responsabilidades como encontrarles buenas parejas a los caballos, limpiar sus celdas, alimentarlos, entrenarlos; justo como hacía en estos momentos luego de que Jin se llevara en el vagón a ocho terneros.
Estaba montada en un caballo, que era amarrado a un poste en el medio de todo un centro de hectáreas. Ella utilizaba su mano para golpear sin brusquedad la parte trasera y eso hacía que el animal cabalgara a una velocidad mínima, dando trotadas en círculos alrededor del poste.
Si tenían suerte algún corredor querría probar uno de sus caballos. Eso le hizo recordar el negocio de su padre y que con tanto anhelo había aprendido. Pero las cosas habían cambiado ahora y debía acostumbrarse.
Tenía que enseñarle algunas cosas como su caminata y trote; algunos comandos lo hacía en otra ocasión, cuando no fueran tan salvajes con el terreno.
Bajó del caballo unos minutos para tomar agua de la jarra que Tyler le había dejado. Estaban cortando la hierba de las hectáreas más lejanas que podían haber de la casa. Byul supuso que por el excesivo trabajo duro de los hombres que habían tomado ya agua de ahí, en el agua de la jarra había migajas de tierra y minúsculas hierbas verdes.
Aún así bebió.
Se tiró solo unos segundos en la tierra que por los entrenamientos de los caballos se había desaparecido tras miles de pisadas, hizo que se levantara un poco el polvo.
El sonido de un balazo le llamó la atención.
Primero se paralizó. Dejó caer la jarra en la tierra derramando todo el agua.
Escuchó otro balazo y esta vez miró hacia la dirección que se encontraba la casa.
Su corazón queriendo salirse de su pecho la hizo balancearse al ponerse de pie y se había sostenido con una mano para no caer por completo. Volvió a levantarse con torpeza y se apresuró a desatar el nudo en la brida de la cabeza del caballo que lo sujetaba al poste.
Sus manos temblaban mientras suponía lo peor.
Otro disparo se oyó y también como alguien gritaba.
— ¡Uhhhhh!
Se montó sin precaución al asiento del caballo y dio la vuelta para dirigirse a la casa.
Para que pudiera ir más rápido entre la hierba, ella se abalanzaba hacia delante y con la rienda que sujetaba para guiar al animal, la agitaba con fuerza para instruirlo a correr como nunca.