Eran las once de la mañana. Byul estaba intacta para dedicarse a lo que sea a lo largo del día. Tyler le comentó cuando llegó que hoy vendrían los señores Nam a ver si todo estaba en orden y por supuesto, visitar a la señora de la casa que les daría su primera nieta.
Todos estaban escandalizados, hasta Eric, quien les había ordenado a su gente que toda cosa que se viera mal, lo arreglaran. Byul conocía a los señores, en varias fiestas había tenido la oportunidad de conocerlos, y ellos la trataban súper bien, siendo hija del gran Moon. Exclusivamente su conversación con ellos había sido de que ansiaban saber por qué Byul estaba trabajando para Eric.
Byul les aseguró estar tomando experiencia, aunque esa razón se desvaneció ya hace muchos meses desde que había conocido a Yongsun.
Tyler andaba como loco vigilando que todos aportaban en sus quehaceres.
Justo se había detenido a ver como Byul ayudaba a Jin a cortar una rama de uno de los árboles que daban el camino hacia la entrada de la finca. Byul era ágil, fuerte, y se había ofrecido luego de sacar a los caballos a echarle una mano a la gente.
Jin sostenía las patas de la escalera en la cual Byul estaba trepada. Sentía unos escalofríos en su nuca cada vez que una de las patas temblaba por la tierra. Continuó con las grandes tijeras cortando una rama en especial que se las daba de difícil con ella.
Suspiraba audiblemente en desacuerdo con dejarse ganar.
Jin se rió de ella.
— Debería traer la sierra de podar.
— No, ya lo tengo. — le aseguró Byul.
Unos minutos después y Byul seguía apretando las tijeras. Tyler que no había dicho nada, solo observandola con brazos cruzados y esperando a que se diera por vencida.
Ahora estaban presenciando un nuevo reto para ella.
Byul soltó una palabrota, casi un susurro como para que no la escucharan siendo grosera. Pero no fue el caso. Escuchó a Tyler decir "buenas días" y sentir también como Jin dejaba de sujetarla.
Antes de reclamarle a Jin, Byul miró por las ramas que la cubrían para verlos. Casi suelta las tijeras y el capataz se echó a reír, cuando por poco Byul resbala en la escalera de dobles patas.
— Deberían hacer uso de los implementos que les ofrecemos.
Esa voz.
Tan dulce e inocente que podía asegurar que su piel se había erizado.
Byul no la había vuelto a escuchar desde hace un mes atrás, desde que Yongsun había discutido con Eric en la cocina. Una discusión que había sido razón suficiente para que Byul comprara una pistola, porque aquellas amenazas de su patrón nunca salieron de su cabeza.
Byul se movió en la escalera para bajarse, tratando de no caer y sus compañeros sólo podían reírse muy bajo.
— Sí, ahora mis-mo... la busco. — bajo rápidamente de la escalera y se sacudió la ropa de algunas diminutas ramas y hojas que tenía encima.
Cuando ya levantó la mirada y se encontró con la de Yongsun, juró que su cerebro dejó de procesar información. Primero la miraba a los ojos, unos que brillaban más que el mismo sol, luego fue bajando hasta mirar la panza de siete meses en ella.
Se le fue el aliento.
Desvió la mirada a los dos hombres que preguntaron algo a Yongsun sobre cuanto tiempo se quedarían los Nam. Dirigirse a Yongsun era más seguro, ella no era grosera y les contestaba con una sonrisa siempre.