𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟓. 𝐔𝐧 𝐩𝐚𝐬𝐞𝐨 𝐚𝐣𝐞𝐭𝐫𝐞𝐚𝐝𝐨

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CAPITULO 5.

UN PASEO
AJETREADO
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      LA LUZ DE la luna se abría paso entre las oscuras nubes de esa noche, iluminando solo una parte del camino. Me había tropezado un par de veces. La verdad es que mi atuendo no era el ideal para pasear por una zona pantanosa, pero no había tenido tiempo de cambiarme. Después de salir de la habitación de Aaron, había intentado irme a la mía. Faltaban unas horas para que amanecierse y estaba cansada. La noche había sido intensa y quería descansar, pero Ethan me había interceptado de camino.

      —Me debes un paseo, guapa. —Había susurrado contra mi cuello.

      Justo cuando se había inclinado para besarme, había visto por encima de su hombro cómo la puerta de la habitación de Iván se abría. Cogí a Ethan por el cuello de la chaqueta y nos escondí en el interior de mi habitación.

      —Joder, que prisas. No tenía pensado que nos metiesemos a la cama tan pronto.

      Lo mandé callar, dándole un manotazo y pegué la oreja a la puerta. Escuché como Iván salía apresurado en dirección a las escaleras. Abrí la puerta y miré a ambos lados del pasillo para asegurarme de que no había nadie. Agarré a Ethan de la mano y lo saqué de la habitación, dejándolo de brazos cruzados y con el ceño fruncido en el pasillo. Me asomé a las escaleras para ver a Rafael yendo hacia la biblioteca.

      —Oye, Rafa. ¿Has visto a Iván? —pregunté con mi mejor tono inocente. Rafael pareció notar que fingía porque soltó una carcajada.
      —Lo he oído salir hace unos segundos. Parecía enfadado, pero no te preocupes. Volverá pronto.
      —Vale, gracias.

      Le hice una seña a Ethan para que se acercase y salimos de la mansión en dirección al bosque. Nos habíamos alejado bastante de casa y habíamos acabado en un pantano. Ya no había tierra seca y notaba como, con cada paso, se me hundían los pies en el barro. Los árboles que rodeaban el lago —que era de un color verdoso a causa del musgo y los nenúfares—, eran altos, de tronco robusto y con ramas que colgaban hacia abajo, como si sintiesen pereza por mantenerse firmes. En el centro del pantano había un templete que en algún momento debió de ser blanco pero, a causa del tiempo, ahora era de un color grisáceo amarillento, sobre todo por la parte de abajo. Aquella pequeña estructura de arquitectura romántica era inaccesible, a menos, claro, que te apeteciese darte un chapuzón con las ranas. Volví a tropezarme, esta vez perdiéndo el equilibrio, y habría acabado embarrada de no ser porque Ethan me sujetó justo a tiempo.

      —¿Queda mucho para llegar a ese sitio tuyo? —pregunté. Ethan me abrazó contra él, pegando mi espalda a su pecho y se inclinó sobre mí para susurrarme al oído.
      —¿Confías en mí?
      —Pues, si te soy sincera, no mucho —confesé. Él soltó una carcajada.
      —Me rompes el corazón, cariño.

𝔗𝔢𝔫𝔱𝔞𝔠𝔦𝔬𝔫; 𝔈𝔱𝔥𝔞𝔫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora