𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟑. 𝐂𝐚𝐬𝐭𝐢𝐠𝐨𝐬

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   CAPITULO 23.
CASTIGOS
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      ETHAN SUSPIRÓ, RENDIDO.

      —¿Por dónde empezamos? —Esbocé una sonrisa sin poder evitarlo. Sentir que no estaba sola en esto, me aliviaba sobremanera. Aunque rápidamente volví a ponerme seria cuando recordé otra de las cosas que había leído sobre el vínculo.
      —Primero, déjame enseñarte algo que he descubierto y que me preocupa.
      —¿Que te preocupa? ¿A ti? —preguntó, parecía inquieto—. Si no te preocupaba morir por hacer mal la poción, ni siquiera puedo imaginarme qué puede ser lo que te preocupa.
      —Mira, está aquí —le enseñé una de las fotos que le había hecho al libro. Frunció el ceño.
      —¿Castigos basados en tu mayor temor del momento...? —Asentí.
      —¿Sabes qué era a lo que más le temías cuando rompimos el vínculo?

      Ethan negó.

      —¿Y tú?
      —Creo que a lo que más le temía era a que Iván se enterase...

      El silencio se apoderó de la habitación mientras Ethan se quedó mirando un punto fijo en la distancia. Parecía estar pensando. Me recosté en la cama sin dejar de mirarlo, pensando que iría para rato cuando, de pronto, se puso pálido.

      —¿Qué pasa? —pregunté—. ¿Lo has recordado?
      —Sí... Mi mayor temor era hacerte daño.

      Nos quedamos mudos y el silencio volvió a adueñarse de la habitación, pero esta vez era incómodo, pesado y asfixiante. Que nosotros supiéramos, aún no habíamos recibido nuestros castigos divinos pero, según el libro, ocurrirían sin que pudiésemos evitarlo. Tarde o temprano.

      —Tenemos que darnos prisa —anunció Ethan, levantándose de un salto. Después explicó—: Si conseguimos deshacer el vínculo correctamente antes de que se nos imponga el castigo, tal vez podamos evitarlos.

      Asentí enérgicamente, tratando de mantenerme tan positiva como él.

      —Empecemos por lo más fácil de conseguir —pedí, y extendí el brazo en su dirección—: sácame sangre.

      Sin perder más el tiempo, Ethan se puso unos guates de látex y empezó a sacar su instrumental médico. Estaba temblando como un flan, que me sacasen sangre siempre me había puesto nerviosa. Respiré hondo cuando el albino ató la goma alrededor de mi brazo y me palpó la parte interior del codo en busca de la vena.

      —¿Preparada? —preguntó después de pasarme un algodón con alcohol por la sangradura. Asentí y él sacó la aguja de su plástico. Respiré hondo, mirando hacia otro lado—. Cierra el puño con fuerza.

𝔗𝔢𝔫𝔱𝔞𝔠𝔦𝔬𝔫; 𝔈𝔱𝔥𝔞𝔫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora