𝐓𝐄𝐍𝐓𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍 | Empezó siendo una forma de proteger a Iván y, antes de que pudiese darme cuenta, era yo quien lo buscaba. Me arriesgué a entrar en su juego y fallé estrepitosamente.
***𝐀𝐂𝐋𝐀𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒
A día de hoy, es decir, 7 de agost...
DESPERTÉ AL CAER la noche, todavía agotada por todo lo acontecido unas horas atrás. Sentía el cuerpo pesado y una ligera molestia en la zona de la entrepierna e, igual que todas las mañanas desde hacía unas semanas, la cabeza me daba vueltas. Me removí entre los brazos de Ethan para volver a acurrucarme contra su pecho. Él seguía dormido, con los labios entreabiertos y el pelo revuelto. Sonreí con ternura ante aquella imagen de mi novio.
Mi novio... Que bien suena, pensé.
Llevé una de mis manos a su rostro para apartarle un par de mechones que le tapaban el rostro. Ethan empezó a removerse ante mi tacto y poco a poco fue abriendo los ojos. Me dedicó una sonrisa adormilada antes de volver a estrecharme entre sus brazos y yo me incliné sobre él para darle un suave beso en los labios. Después, se removió en el colchón para quedar de lado y así poder tomarme de la cintura, acercándome a él y profundizando el beso.
—Buenos días —reí, separándome de él de forma mínima. —Buenos días —me respondió todavía medio dormido. —Buenos días.
Una voz cantarina proveniente del interior de la habitación hizo explotar nuestra burbuja. Me giré bruscamente en dirección al tocador, encontrándome con la expresión burlona de una mujer exuberante. Tenía unas curvas pronunciadísimas, el pelo largo hasta más allá de las rodillas y de un negro brillante y profundo como la noche. A pesar de la oscuridad, sus ojos verdes eléctricos, adornados por unas espesas y largas pestañas, podían verse a la perfección y brillaban con un aspecto felino que me hizo sentir indefensa. Venas anaranjadas, como si tuviese fuego bajo la piel, adornaban sus extremidades; de su espalda emergían dos pequeñas alas rojas y puntiagudas; y dos cuernos adornaban su frente. Toda ella tenía un aspecto demoníaco y desprendía un aura de seguridad que intimidaba, pero por alguna razón, yo solo pude fijarme en que iba descalza y estaba prácticamente desnuda.
Agarré las sábanas con fuerza contra mi pecho, cubriéndome de su mirada lasciva.
—¿Quién eres y qué haces aquí? —pregunté a la defensiva. Ella alzó una ceja y me dedicó una expresión de superioridad. —No eres digna de saber mi nombre y lo que haga aquí no es de tu incumbencia, cariño. —¿Disculpa? —pregunté en un tono más alto del que hubiera querido, ofendida —. Esta es mi casa, así que ya te estás largando, cariño. —Me gustan tus agallas —susurró de forma seductora mientras se relamía los labios. Su mirada lujuriosa me hizo removerme en el sitio, incómoda.
Si una chica así hubiese aparecido en mi habitación del orfanato, no habría dudado ni un segundo en seguirle el juego. Pero nos encontrábamos en otras circunstancias y el verla deborar a Ethan con la mirada, como si quisiese abalanzarse sobre él en ese mismo instante, me hizo rechinar los dientes.
