𝔗𝔢𝔫𝔱𝔞𝔠𝔦𝔬𝔫; 𝔈𝔱𝔥𝔞𝔫

Capítulo 30. Confesiones

APRETÉ EL APARATO entre mis manos. Mi respiración se aceleraba más a cada segundo que pasaba.

Antes, mientras esperaba a que Rosalya llegase con los tests, había entrado en una vorágine de pensamientos negativos sobre lo que Ethan podría pensar. Después, mientras esperaba los resultados, sentí algo distinto. Había comenzado a hacerme ilusiones: un niño pequeño correteando por el jardín de la mansión, con mi nariz y sus ojos. No podía ser tan malo, ¿no? Pero todo se me estaba acumulando y no sabía cómo reaccionar. Estaba feliz por la noticia, pero terriblemente asustada por todo lo que venía después: la crianza de un hijo, la reacción de Ethan, y cuando se enterasen los demás...
Los... Demás...
Iván.

Cuando se enterase Iván todo habría acabado. Él y Ethan tendrían que enfrentarse en una de esas estúpidas luchas a muerte entre vampiros por meterse con el cáliz del otro. Y alguien tendría que morir. O los dos.
Comencé a hiperventilar, me tambaleé un segundo antes de perder el equilibrio y que mi espalda chocase contra la pared. Me pasé una mano por el pelo, frustrada, mientras que con la otra apretaba el test contra mi pecho, como si eso pudiese darme fuerzas. De todas formas, mis piernas dejaron de ser capaces de sostenerme y me deslicé hasta el suelo. Las lágrimas estaban a punto de desbordar las comisuras de mis ojos cuando de pronto llamaron a la puerta y la burbuja en la que me había estado ahogando reventó. Entonces volví a estar solo en el baño de Rosalya.

-¿Asia? -La voz de la albina se escuchó del otro lado-. ¿Estás bien?

Estaba tan aturdida que tardé un par de segundos en contestar.

-Sí.

Me levanté despacio, frotándome los ojos para enjuagarlos y tuve que sorberme la nariz antes de abrir la puerta. La cara de preocupación de Rosalya me esperaba al otro lado junto con un Leigh que me sonreía ligeramente para tratar de darme ánimos.

-Estoy bien -repetí, y le extendí el aparato para que pudiese ver el resultado.
-Un mes, ¿cómo no te has dado cuenta antes? -preguntó, haciéndome sentir tonta y culpable.
-He estado ocupada.

Esa noche me quedé a dormir en casa de Rosa. Me sentía demasiado inquieta como para afrontar la posible reacción de Ethan, así que la albina llamó a Evan para que le dijese a Beliath que le dijese a Ethan que esa noche no iba a volver a la mansión y que se quedase tranquilo. Estaba emocionalmente exhausta por lo que, en cuanto mi cabeza tocó la almohada, caí rendida. A la mañana siguiente, Rosalya me zarandeó de un hombro para despertarme y me pidió que me vistiese y fuera a desayunar cuanto antes.

-¿Por qué tanta prisa? -pregunté llegando a la cocina, encontrándome con la pareja ya arreglada y terminando de desayunar. Rosalya engulló el último trozo de su tostada antes de colgarse su bolso del hombro.
-Ayer te pedí cita con el ginecólogo para ver si el bebé está bien, pero tengo un examen importantísimo en la universidad al que, por cierto, llego tarde y no puedo ir contigo, así que te acompañará Leigh, ¿vale? -Besó rápidamente a su novio y se despidió de mí con la mano para luego salir por la puerta rápidamente.
-Buenos días -saludó el moreno desde su taburete-. Tu desayuno está en la encimera.
-Gracias -respondí todavía algo aturdida.
-No es nada. Y te recuerdo que no tienes por qué acudir a la cita con el ginecólogo si no quieres. Te pido perdón por eso. Anoche le dije a Rosa que no te presionara, pero cuando se emociona con algo deja de escucharme.

Asentí en agradecimiento mientras me sentaba a su lado. Agarré distraídamente una de mis tostadas con mermelada para inspeccionarla desde varios ángulos, como si de verdad estuviese buscando algo.

-No, tranquilo. Tiene razón. Se supone que durante los primeros meses, sobre todo si se es primeriza, hay que llevar un control exhaustivo del bebé, pero yo ni siquiera sabía que tenía uno. Quiero asegurarme de que no le he hecho daño.
-Entonces, ¿vas a tenerlo?
-Todavía no estoy segura. Pero, hasta que lo esté, quiero que esté bien.