𝐓𝐄𝐍𝐓𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍 | Empezó siendo una forma de proteger a Iván y, antes de que pudiese darme cuenta, era yo quien lo buscaba. Me arriesgué a entrar en su juego y fallé estrepitosamente.
***𝐀𝐂𝐋𝐀𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒
A día de hoy, es decir, 7 de agost...
EL CUERPO ME pesaba. Tanto que tan solo la idea de levantarme me parecía imposible. Traté de recordar lo que había pasado anoche, pero mis pensamientos vagaban sin concentrarse en nada en particular.
Poco a poco, sentí cómo recuperaba mis sentidos y con ellos, el control de mis extremidades. Como si la sangre llegara de nuevo hasta cada una de ellas. Esto, aunque parecía algo bueno, hizo que sintiese de golpe todo el dolor que acechaba a mi cuerpo de cadera para arriba. Emití un quejido lastimero al removerme sobre la cama en la que estaba tumbada y este sonido despertó los recuerdos de la noche pasada.
Me incorporé sobre el colchón sobresaltada, como impulsada por un resorte y, automáticamente, las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos a borbotones. Incapaz de pensar con coherencia para dar órdenes a mi cuerpo, empecé a mirar hacia todas partes de forma nerviosa, tratando de levantarme torpemente de la cama en la que las gruesas mantas me mantenían presa y ahogándome con mis propios sollozos. Unas manos me atraparon por los hombros para obligarme a que me estuviera quieta, haciéndome llorar con más fuerza y removerme histérica ante el contacto.
—Asia. Asia, soy yo. Asia —escuchaba una y otra vez como un murmullo lejano—. Mírame, rakanni. —Ethan —susurré tan bajo que incluso dudé de si lo había dicho o solo lo había pensado. —Estoy aquí, ya está. Estoy contigo.
Me abracé a él quien, sin pensarlo dos veces, me estrechó entre sus brazos con fuerza. Me largué a llorar sobre su pecho sin poder evitarlo, temblando. La escena con Iván se empeñaba en repetirse una y otra vez en mi cabeza.
—Lo siento —susurró una vez hube dejado de llorar y me limitaba a sollozar cansadamente, entre hipidos. —No eres tú quien debe sentirlo -respondí entrecortadamente en el mismo tono. —Si hubiera llegado antes... —se lamentó, apretándome con más fuerza contra él, pero lo interrumpí: —No. No hagas eso. La culpa no es tuya, no podías saberlo.
Permanecimos en silencio después de eso, cosa que agradecí. No tenía fuerzas para pronunciar palabra, entre el llanto y la pérdida de sangre ya ni siquiera sabía cómo me sentía. Estaba agotada, triste, enfadada, abrumada, agradecida, aterrada y cientos de emociones más que no sabría cómo catalogar. Ethan besó mi cabeza con cariño y me recostó de nuevo sobre el colchón junto a él, nos arropó y volvió a envolverme con sus brazos. Ahora que me fijaba, el albino parecía cansado. Miré hacia la ventana, aún quedaban un par de horas para que anocheciese.
—¿Llevas despierto desde «lo que pasó»? -pregunté, omitiendo el incidente lo máximo posible. —Sí —admitió—. Han sido dos días angustiosos, pero por fin estás despierta. —¿Dos... días? —murmuré para mí misma. ¿Tanto? —No volverá a acercarse a ti —me susurró de forma sombría—. A menos que quiera que vuelva a recordarle un par de cosas.
