Capítulo 14 - Despiertos

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L Y A N N A

Lo odio.

Y no, no es únicamente el hecho de que persona en la escuela que es dueña de un pene me haya estado haciendo la vida imposible toda la semana por la misma razón por la cual él está siendo glorificado, como si lo que él hizo hubiera sido diferente de lo que yo hice. También es el hecho de que no tengo idea de cómo hablarle o siquiera mirarlo a los ojos.

Si nuestra relación solo fuera incómoda por lo que pasó, está bien, aprendería a vivir con ello, encontraría la manera de estar todo el día con él y con Boyd sin inventar excusas para ir al baño cada veinte minutos (por supuesto, procurando no tardar lo suficiente como para que se metan en problema), pero es muy diferente no poder hablar con un chico porque te da vergüenza el hecho de casi haber hecho cosas inapropiadas con él en un momento en el que ninguno de los dos está en pleno uso de sus facultades, a no poder hablar con un chico porque, después de haber pasado por la situación anteriormente descrita, alucinaste con su padre diciéndote que saltes de un techo o hará con su hijo cosas que harían al Diablo temblar.

Mencionó que él también había alucinado con su padre, pero yo no fui capaz de decirle lo que mi sueño había sido. Por supuesto, porque el señor era su padre, al que encerraban en un refrigerador mínimo una vez a la semana era a él, no puedo solamente llegar y decirle que el mal encuentro que tuve con su padre hace dos años cuando me abrió el labio fue lo suficientemente traumático para que él sea el recuerdo que me grita que me suicide cuando me drogan con acónito.

A la mañana siguiente, cuando me tomó de la mano y me confesó que no estaba bien, fue el último comentario que volvimos a hacer con respecto al tema. Fue como si hubiéramos enterrado aquella noche en la sección más oscura de todos los recuerdos que compartíamos y hubiéramos acordado nunca volvernos a acercar siquiera a la tumba. Una vez estaba con Jackson y él, casualmente, se acordó de la noche en la me vio subir las escaleras con un labio roto y me preguntó qué había pasado en realidad.

Yo me quedé callada.

—¿Cómo estás, Whittemore? —ruedo los ojos ante el saludo, ante el tono sugestivo, ante la sonrisa burlona en el rostro de un muchacho que ni siquiera conozco.

—Viéndome mejor que tu madre cuando la dejé esta mañana, ¿y tú?

Sin embargo, si hubiera saltado del techo me podría ahorrar la tortura de tener que caminar por los pasillos de la escuela y tener que lidiar con esto.

Afortunadamente ése es el único idiota que abre la boca en mi recorrido de la puerta hasta mi casillero, permitiéndome no tener que aguantar nada más que un par de miradas lascivas. Suspiro mientras guardo mis cuadernos en el compartimiento metálico, evitando el espejo que tengo colgado en la puerta y me grita por las enormes ojeras que tengo, incluso por el barrito que me salió debajo de la mandíbula.

Resoplo en cuanto siento su aroma.

—No, Ethan, aún no sabemos nada de Derek —respondo antes de que me pregunte— y, aunque te agradezco que nos lo hayas contado, de verdad no creo que te lo fuera a decir si así fuera.

—¿Acaso crees que intento sacarte información para llevársela a mí manada?

—Sí, básicamente —respondo con simpleza—. Ni siquiera sé por qué te importa.

—Estabas más receptiva cuando hablamos el otro día, ¿quieres que vuelva luego? —cierro el casillero y me volteo para mirarlo, haciendo señas para que baje la voz.

—Mira, ni siquiera sé por qué me contaste todo eso —susurro, recordando perfectamente cada una de sus palabras después de habernos bajado del autobús.

[2] Still ↭ || Isaac Lahey ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora