No puedo seguir, mis pies no soportan otro paso y, aún así, no me encuentro capaz de parar. Los ojos están tan hinchados que duele, me sabe la boca a la sal de mis lágrimas y la muerte de mi hermano de manada se repite una y otra vez dentro de mi cabeza, provocando una nueva oleada de llanto. Siento que lo conocí toda una vida, que duré décadas hablando con él en el sofá de mi casa, que llegó a escuchar todas mis canciones.
No me detengo sino hasta que mis rodillas ceden ante el peso de mi cuerpo y siento bajo mis manos la aspereza del asfalto, una acción no muy apropiada en la fría oscuridad de la noche. Enfoco mi borrosa vista lo mejor que puedo hasta reconocer la bomba de gasolina de Maybrook, la que está solo a la vuelta del sótano de Derek.
No sé qué es lo que me hizo venir hasta aquí, por qué siento que parte de mí sigue viviendo en las paredes contra las de Derek me rompió las vértebras con la excusa de enseñarme a sobrevivir, pero me permito no moverme de donde estoy. Devon está ahí adentro, a la espera de que amanezca y lo llevemos con Deaton, pues hace cerca de una hora le escribí a Cole para que le avisase que Scott lo había encontrado.
Puede que siga ahí, aún cuando es el único miembro de mi familia que me ha dirigido la palabra en los últimos días, exceptuando al niño poseído y a mi hermana, no quiero que me vea así, no tengo las palabras para explicar el vacío abismal en el medio de mi pecho que grita la ausencia de mis compañeros. Se siente como si se me hubiera marchitado el corazón y me hubieran arrancado los pulmones, y aún así me duele el espacio en el que deberían estar.
Una tos seca se escapa de mi garganta y me hace preguntarme si los cambiaformas nos podemos resfriar. Una gripe sería lo más humano que me haya pasado desde que Derek me mordió. Incapaz de mover mis piernas, decido quedarme en el suelo, ignorando todos los principios más básicos de supervivencia femenina que me gritan que hacerlo no es seguro.
Que el cielo se apiade del pobre imbécil al que le parezca una buena idea molestar a la chica que está sentada sola en un callejón.
La verdad no sabría decir cuánto tiempo me quedo aquí sin moverme, está haciendo tanto frío que la rapidez con la que se me entumeció toda la mitad inferior del cuerpo no es una buena referencia, pero siento como los párpados comienzan a pesarme, mi cerebro incapaz de soportar un segundo más de este día.
Me duelen las costillas en escalofrío, seguido por otra toz, al pensar en lo que hubiera pensado hace un año si alguien me hubiera dicho que me iba a encontrar una noche a punto de dormir en la calle, que el asfalto iba a ser más hogar para mí que la casa en la que me crié. Me duele pensar en ella, la Lyanna que creía que la vida iba a valer la pena, la que no tenía idea de todas las almas que iba a sentir regarse por entre sus dedos sin que las pudiera salvar, de todos los ojos de amigos que vería vaciar.
La cabeza me comienza a pesar a medida que la escondo entre mis brazos y estoy a punto de caer en brazos de Morfeo cuando escucho la voz alarmada que llama mi nombre.
—¡Lyanna! —me toma un par de segundos asimilar que es la voz de Isaac, a tan solo unos metros. Trato de abrir la boca para decir algo, pero no sale ningún sonido, ni siquiera siento mis labios separarse. Quizás el frío hizo que se me durmiera todo el cuerpo, o quizás he logrado que separarme por completo de mis huesos. Isaac parece a punto de decir algo más, pero entonces sus ojos escanean mi rostro y frunce el ceño— Te estás congelando.
Y podré estar muerta, pero el roce de sus dedos sobre mi piel cuando me pone su abrigo encima hace que se me erice la piel. Mis piernas, tan dormidas que me recuerdan a la vez en la que me las rompí, ceden ante mi peso y me lanzan contra el pecho de Isaac, quien me rodea con sus brazos como si aún fuera para un reflejo abrazarme.
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[2] Still ↭ || Isaac Lahey ||
FanficLos meses han pasado y el tercer año de preparatoria está dando comienzo. A pesar de que Lyanna y Jackson se han vuelto como uña y carne, van de rodillas ante el peso de todos los problemas que enfrentan. Su padre se fue, se llevó consigo todo el di...