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NARRA ANA

Me atreví a decírselo.

Estaba segura de lo que quería y tenía claro que era estar con ella.

Esa misma noche, cuando salimos del hotel donde yo trabajaba, Mimi me agarró de la cintura y nos fuimos a casa así, sin soltarnos y sin dejar que la sonrisa se nos borrase de la cara.

Dentro de mi había algo, algo que no sabría explicar. Me sentía bien, muy bien. Me había quitado un peso de encima al confesarme, pero me faltaba algo por su parte.

-Mimi...- ella me cortó.

-Por favor, no digas nada hasta que lleguemos, quiero decirte algo.- yo asentí y seguí caminando.

Estaba nerviosa, solo quería llegar a casa y
saber que era lo que querría decirme.

Entramos al portal y prometo que sentía mis piernas temblar. Nunca me había sentido así con alguien, nunca.

-Ven.

Al cerrar la puerta, caminamos por el pequeño pasillo de la casa, el cual, daba a ese balcón que tantos recuerdos me traía.

Mimi no se molestó en encender ninguna luz. Solo estábamos alumbradas por la que venía de las farolas de la calle.

-El 26 de abril tuve la suerte de encontrarte justo aquí- su mirada se posó sobre la mía- Y en ese momento no pensé en todas las cosas que vendrían detrás de esa cerveza que me ofreciste.

Mordí mi labio inferior y agarré su mano, la cual reposaba sobre la barandilla del balcón.

-Cielo...

-En medio de una puta pandemia mundial te encontré a ti, Ana. Y no pude haber tenido más suerte. Cada vez que estaba contigo ponía todos esos problemas a un lado porque no podía centrarme en otra cosa que no fueras tú- mis ojos se llenaron de lágrimas y la miré con una sonrisa en los labios- Estoy enamorada de cada cosa de ti, de tus defectos, de tus virtudes, de tus locuras de tus pasiones... estoy enamorada de ti, amor. Y podría haberme imaginado mil cosas esta cuarentena, pero sin duda alguna lo que menos me esperaba era encontrar mi destino en tu balcón.

No pude aguantarme más, no lo pude evitar.

Me tiré a sus brazos con lágrimas recorriendo mis mejillas. Ella colocó una de sus manos en mi cabeza y con la otra rodeó mi cintura, dándome la paz que necesitaba en ese momento.

-Te quiero tanto, Mimi... eres lo mejor que me ha pasado, de verdad. No se que he hecho para merecerte- ella se separó de mi y limpió mis lágrimas con sus pulgares.

-Eso me pregunto yo todos los días- me miró con cariño.- Y ahora que sabes todo esto y que yo sé lo que sientes, quería darte algo.

Ella entró un segundo al salón para coger una libretita que siempre estaba colocada al lado de la televisión.

-¿Que es esto?- pregunté.

-Esto, es un cuaderno que me dio mi abuela hace años- me lo dio y yo, como si fuera de cristal, lo abrí y vi que estaba totalmente en blanco.

-No hay nada escrito...- ella me miró y sonrió. Se acercó a mi y acarició mi mejilla, colocando su otra mano por detrás de mi cintura.

-En este cuaderno debo escribir las historias más importantes de mi vida.- explicó ella sonriendo- y yo quiero empezar escribiendo la nuestra.

No me lo podía creer.

Mis ojos volvieron a empañarse y mis manos se colaron por detrás de su cuello, pegando su frente a la mía.

Mi destino en tu balcón // warmiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora