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Creo que no hace falta decir que ese fin de semana fue de los más increíbles de mi vida.

Nos lo habíamos pasado tan bien que nos daba mucha pena tener que abandonar ya el lugar.

-Ana, no me quiero ir - me quejé tras cerrar la puerta de la que había sido nuestra "habitación" estos días.

-Mañana hay que trabajar, cielo. Cuanto antes lleguemos, más tiempo tendrás para organizarlo todo. - anduvimos por el pasillo hasta la recepción para dejar la llave del sitio. - Además no podemos cambiar los billetes de vuelta.

-Me voy a poner a llorar.

-Te vas a poner a dormir nada más pisar la guagua y lo sabes - rió.

-Ay, cállate. - sonreí.

Una vez todo estuvo en su sitio, pedimos un taxi que nos llevó a la estación.

Nuestro bus llegó puntual y efectivamente, tal y como decía Ana, fue sentarme y quedarme completamente dormida, razón por la cual el viaje se me hizo muy muy corto.

-Ya estamos, amor. Coge las cosas que hay que ir a por Venus- me removió un poco para despertarme y miré a nuestro alrededor algo desubicada, lo que hizo reír a la canaria.

Nos levantamos y fuimos a por nuestras maletas rápidamente.

-Que ganas de ver a mi bebé. Seguro que nos ha echado mucho de menos - dije pensando en mi perrita.

Sabía que con María estaba bien, pero no tenerla conmigo, no tener que ponerle su agua y su comida, no tener que sacarla a pasear... Se me hacía muy extraño.

-Seguro que menos que nosotras a ella. Se me ha hecho raro no tenerla correteando por aquí estos días - confesó la morena teniendo toda la razón del mundo.

Al llegar a casa de la otra canaria, nada más abrir la puerta, ya tenía a mi bola de pelo favorita encima.

-Alguien ha echado mucho de menos a mamá - comentó María desde la puerta haciéndonos reír.

-Y yo a ella - dije feliz mientras dejaba caricias en su cabecita - pero mírala, si ha crecido y todo.

-Amor, han sido dos días - Ana y María rieron- no creo que haya crecido.

-Ay, déjame - me quejé entre risas.

-¿Qué tal vosotras por allí? ¿Todo bien? - nos preguntó María.

-Más que bien. El sitio era increíble y lo hemos disfrutado al máximo - me miró con una sonrisa que hizo que me sonrojara.

-Ya me imagino, hijas de puta - reímos - pues nada, chicas, a ver si quedamos algún otro día a cenar o a comer todos juntos.

-Estaría bastante bien hacer una fiesta en casa. Así como anti covid - María soltó una carcajada ante mi propuesta.

-Por mí de puta madre. ¿Cuánto es el límite de personas?

-Seis creo - respondió Ana.

-Pues estamos justos entonces, de puta madre. Lo vamos hablando, niñas. Descansad mucho - nos despedimos de ella y pusimos rumbo a casa.

-Oye, Mimi- llamó mi atención la morena mientras caminábamos.

-Dime

-Mientras dormías en el bus he escrito algo para... La canción - dijo tímida. Me dio tanta ternura que pasé mi brazo libre por sus hombros dejando un beso en su cabeza.

-Me encantaría escucharlo al piano, amor. Si te apetece, dejamos las cosas y vamos a tu casa a trabajarla un poco más. Puede ser que yo también haya escrito algo estos días...- sus ojitos se achinaron haciéndome ver que estaba sonriendo bajo la mascarilla. Me abrazó con fuerza y seguimos caminando hasta llegar a casa.

Mi destino en tu balcón // warmiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora