Capítulo 12

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"El verdadero dolor es el que se sufre sin testigos".

-Marco Valerio Marcial.


26 de Mayo, 1988

Los años pasaron y las cosas siguieron su curso, la mansión siguió recibiendo visitantes y despedía a quienes tomaban nuevos rumbos. Marion se convirtió en una mujer excepcional, una gran patrona y excelente madre. Jeremy se convirtió en escritor y publicó su primer libro a la edad de veinte años y pronto decidió marcharse del que era ya su hogar y compró una propiedad en Edimburgo donde se casó con Louise Lawrence.

Su historia pareciere ser una común, un matrimonio que despide a su hijo y continúa administrando la estancia Winston, como la llamaban algunos. Pero poco tiempo después de que Jeremy se fuera, una mujer tocó a la puerta de la mansión. Marion se encontraba a una distancia cercana de la entraba del edificio por lo que corre a ver de quien se trataba. Era una señora de entre unos cuarenta y cincuenta años, cabello ondulado y rubio hasta los hombros, complexión delgada y atractiva que demandaba hablar con Albert.

-¿Puedo saber su nombre así la anuncio?- requirió Marion.

-No necesitas saberlo, sólo vengo a hablar unas cuantas palabras con el señor de la casa- respondió la mujer.

-El hombre de la casa es también mi esposo por lo que me encuentro con el derecho de saber quién demanda hablar con él- inquirió un tanto furiosa. La mujer la miró confundida, no sabía que Albert estaba casado, nunca lo había mencionado.

-Marion ¿qué es todo este alboroto?- el sonido de su voz bastó para que ambas se dieran vuelta a mirarlo.

-Albert, esta mujer quiere hablar contigo pero no quiere decirme su nombre- explicó Marion.

El señor Winston al ver de quién se trataba pareció palidecer y sacudiendo su nerviosismo hizo pasar a la mujer a su despacho explicándole a Marion que se trataba sólo de una vieja amiga de Paul que venía a visitar la mansión.

La señora Winston lo dejó pasar por un segundo y se fue a la cocina para verificar que todo estuviera listo para esta noche. Ese día era el cumpleaños número veintidós de Jeremy, y traería a su esposa consigo para celebrar. Sólo habían podido verlos una vez luego de su casamiento y ese día sería de pura alegría y diversión. Pero como toda mujer, Marion sintió que algo extraño pasaba, algo relacionado a esa mujer. Si realmente era una antigua amiga de Paul no habría dado tantas vueltas para presentarse, sin embargo Albert no le dio tiempo y prácticamente la arrastró a su despacho.

Dejó que las cocineras siguieran con su trabajo y a paso apresurado llegó hasta el pasillo donde en este momento se encontraba su esposo y esa mujer. Sin ser escuchada, caminó en puntitas de pie y acercó su oído a la puerta. Su conversación no se escuchaba muy claramente pero parecían estar discutiendo.

-Tu hijo necesita ayuda Albert, ¡está muriendo!- dijo en tono desesperado.

-¿De qué estás hablando?- inquirió Albert, consternado.

-Los médicos dicen que es un virus, uno muy malicioso, no saben exactamente cuál. Deben hacerle estudios, análisis, y para eso necesito dinero, sabes que no te pediría nada si no lo necesitara de verdad, menos que menos dinero. Albert, por favor - suplicó la mujer rompiendo en llanto.

-¿Cuántos años tiene el niño?- cuestionó el hombre.

-Acaba de cumplir catorce, aun es un niño- su voz se cortó.

-¿Cuánto necesitas? Dime una suma que te sirva para no volver por aquí, te dije que nunca lo hicieras- dijo con desdén.

-No sabía como más comunicarme contigo, entiende, estoy desesperada, es mi niño..

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