Capítulo 18

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"Porque las cosas y las personas que sólo se han visto con los ojos de la imaginación pueden seguir viviendo y siendo iguales, aunque desaparezcan en la realidad."

Carmen Martín Gaite

La mañana del sábado llegó rápidamente y mi humor llegó al punto de encontrar todo a mí alrededor como un bicho molesto que quisiera aplastar con mi pie. Primero le grité a Jana por desordenar los almohadones que organicé en la sala de estar, luego discutí con Kent porque estaba haciendo mal los registros en la pequeña oficina junto a la cocina. Me di cuenta que mi actitud estaba peor cuando Sarah me dijo, o mejor dicho lo gritó, que me estaba comportando como una completa perra. Y si Sarah lo dice es porque estaba muy mal.

Me escabullí de todos y caminé con prisa hacia un lugar alejado. La biblioteca en la parte trasera de la casa era mi mejor opción. Casi nadie viene aquí y hoy no es la excepción, no hay ni un alma rondando. De verdad espero que no haya ningún alma aquí.

Estuve toda la noche despierta pensando en lo que había pasado en el depósito con Tom. Busqué razones lógicas de lo sucedido, pero no encontré nada. Nada puede explicar lo que pasó. Mi nerviosismo creció cuando salté de la cama para ir al baño y noté una mancha colorada un poco más abajo del cuello, justo donde Winston disparó a aquella mujer.

Mi cabeza dolía y consideré realmente que la locura se estaba apoderando de mí. Evité completamente a mis amigas porque no quería hablar de nada y menos con ellas. Me crucé a Tom unas cuantas veces pero en todas ellas huí como la cobarde que soy.

Tomé asiento en uno de los sillones individuales de la esquina y cerré mis ojos por unos minutos hasta que escuché la puerta abrirse.

-Tú y yo vamos a hablar ahora- dijo con seriedad el chico ahora frente a mí.

-No, Joe, sólo quiero estar sola.

-No me voy a ir hasta que me digas lo que está pasando. Pareces enojada con el universo ¿Acaso estás en tus días o qué?

-Si te digo que es eso ¿me dejarás en paz?-hablé volviendo a cerrar mis ojos

-No-calló y se mantuvo así hasta que suspirando volví a mirarlo pero Joe ya no estaba frente a mí. Lo busqué con la mirada y supuse que se había ido, miré el reloj en la pared que marcaba las diez quince y me dispuse a salir del cuarto esta vez tratando de controlar mi mal humor.

Al abrir la puerta paré en seco. Tomé unas cuantas respiraciones y volví a mirar a mí alrededor. El salón que hace unos minutos estaba atestado de personas se mostraba completamente vacío. Ni siquiera escuchaba a alguien, todo era completo silencio. Caminé hasta la ventana más cercana esperando encontrar a alguien afuera y así fue. Un chico estaba de espaldas a mí y del otro lado una hermosa mujer hablaba con él mientras sonreía. Su vestuario me llamó la atención, llevaba un vestido largo de tono beige y un tocado con una flor azul. El hombre vestía de traje y por el movimiento de sus hombros supuse que estaba riendo.

El timbre de la mansión sonó en todo el lugar provocando que saltara en mi lugar, caminé tratando de ocultarme hasta el recibidor y pude ver a una joven Fiona caminando hasta la puerta principal. Su bello vestido color crema resaltaba sus facciones y juventud. Su caminar era con gracia pero su aura era la de una mujer sencilla y carismática.

Alguien del otro lado preguntó por el señor Winston.

-¿Puedo saber su nombre así la anuncio?- requirió Fiona o Marion. Aun no me acostumbraba a ese nombre.

-No necesitas saberlo, sólo vengo a hablar unas cuantas palabras con el señor de la casa- respondió una mujer. Su voz era dulce pero firme.

-El hombre de la casa es también mi esposo por lo que me encuentro con el derecho de saber quién demanda hablar con él- inquirió un tanto furiosa la dueña del lugar.

Mansión Winston ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora