Capítulo 25

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"A veces, la recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es solo , y para huir de ese solo dolor , la mente tiene que abandonar la realidad ".

-Patrick Rothfuss.

Patrick consiguió su ubicación en menos de dos horas, mandó un fax con toda la información y Albert salió a encontrarse con esa persona.

Susan se encontraba en un hospital local de Worcester cuidando de su hijo cuando decidió dirigirse a la cafetería para comprar algo de comida aprovechando que su pequeño había caído en un sueño profundo. Pierce ya llevaba más de una semana en ese lugar y Susan se había descuidado completamente de ella misma hasta el punto de no comer por horas con la única intensión de velar por su hijo. La doctora Misen le había asegurado que Pierce estaría bien por ahora y le ordenó ir a comer algo luego de que el niño se durmiera gracias a la medicación así que la mujer siguió su petición. Susan no podía cuidar de su hijo si no se cuidaba a ella misma.

El pequeño Pierce sufría de una afición en su corazón llamada Endocarditis Infecciosa. Al principio Susan creyó que su hijo había agarrado un resfriado debido a los síntomas comunes de este como falta de apetito, fiebre, sudoración, fatiga, etc, por lo que decidió tratarlo con remedios caseros-como siempre hacía cada vez que el niño caía enfermo. Pero al ver que su hijo se ponía peor con el pasar de los días decidió traerlo al hospital y luego de varios análisis, su diagnostico fue dado hace unas horas por la Dra Misen y fue contundente y para nada alentador

Pierce necesitaba una cirugía pronto debido al avanzado estado en el que se encontraba. Susan estaba desesperada. Desde que su hijo nació, ella se había encargado de todo. Su mundo era su niño, el era todo lo que necesitaba, Albert nunca supo que estaba embarazada, el no sabía de la existencia de Pierce, así lo había decidido Susan luego de que Albert le dijera que todo lo que habían tenido no fue más que un error y que no lo volviera a buscar. Cuando supo que estaba embarazada y que ese hijo era de Winston lo consideró, realmente consideró el decírselo. Pero tenía miedo de que lo rechazara.

No quería que su hijo o hija sufriera por un padre que no le quisiera.

De todas formas, como dijo Albert, lo suyo fue simplemente una "aventura sin sentido". Esas palabras sí que le dolieron y se las repitió para sí misma como un mantra cada vez que sentía la necesidad de ir detrás de él o cuando su mente empezaba a divagar con sus recuerdos.

Todo el orgullo que guardó estos últimos años cayeron al suelo como un cubo de agua helada al enterarse de lo que su pequeño niño estaba pasando e hizo lo que se prometió nunca hacer: pedirle ayuda.

Así que sin más corrió hacia su casa con el único motivo de buscar una mano amiga o al menos una limosna. Se sentía sucia, sentía que se rebajaba profundamente pero nada de eso le importaba ahora.

Con el corazón en la garganta llamó a la puerta y al poco tiempo fue recibida por una mujer alta de contextura mediana, su cabello oscuro estaba recogido y su porte gritaba elegancia. La joven se sentía insignificante a su lado.

-¿Puedo saber su nombre así la anuncio?- requirió la mujer en la puerta, Susan no conocía a muchas personas por aquí, en realidad sólo conocía a tres. A la doctora que atiende a Pierce, al hombre regordete del supermercado donde siempre compraba y bueno, a Albert. Su círculo no necesitaba a más. En sus días de adolescencia y juventud adoraba estar rodeada de personas, de compartir nuevas experiencias, pero todo cambió cuando huyó de la casa de su madre y conoció a Albert.

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