capitulo 4

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¿Podría decir que no?,

¿Podría decir una respuesta sincera?,

¿Cómo sabría si aún tengo esperanza?

No quiero mentir, quiero ser sincera conmigo, quiero conocer mucho más que esto, quiero y anhelo la esperanza de nuevo.

“Si la has perdido, recupérala

Eso había dicho Malet una vez y en ese momento sonaba ridículo, después de sentir tantas veces la luz y luego caer, ¿Cómo podría mi corazón aceptar una mentira más? 

Pero sabía la respuesta,

La sabía porque si no, no seguiría en pie,

Estoy de pie.

Estoy viva,

Estoy lista.

- Sí – dije afirmativamente y sentí un calor dentro de mi corazón, que me lleno de alegría

- Auge, soy Marella – dijo levantándose del suelo y mirándome con ojos cariñosos, unos ojos azules que a diferencia de todas las demás miradas estaba llena de ternura y me pregunte incrédulamente ¿existe o es un sueño? – yo vengo del circuito 2 y como tu expresión me indica, si eso está muy lejos y vine por ti

Poco a poco digería sus palabras. Tenía mucho que pensar y quería que el tiempo se detuviese y poder hacerlo, quería tener esperanza por siempre, abandonar el mundo de este modo tan bello.

- ¿Por qué? -solté y mi voz ya no sonaba dura, no sonaba dolida, sonaba dulce y me sorprendí al escucharla.

- Creo que mejor te lo muestro – se acercó y toco mis hombros con ambas manos.

En unos segundos no ocurrió nada y yo pensaba que quizás podía ser una trampa.
Pero no lo era, dentro mío, yo lo sabía.

Entonces algo ocurrió.
Era mi sueño, de nuevo, un risco y olas y viento, era yo con un largo vestido blanco de seda que flotaba en todos lados y era yo quien, por primera vez, tenía su esperanza de vuelta y no entendía porque, pero no me importaba. Empecé, con una enorme sonrisa que no podía ni creer, a girar y girar, la seda lo hizo conmigo y me sentí libre. Después de unos segundos, ahí estaba Marella, sonriendo y creí estar loca. Su sonrisa era tan esplendorosa que la veías y tú mismo sonreías. Ella me miro y tomo mi mano, su vestido rojo también flotaba y con voz susurrante dijo:

- Auge, ven conmigo – salió corriendo y no soltaba mi mano, corrió y corrió conmigo, nuestros pies sobre piedras frías y por primera vez, no estaba sola. De algún modo el camino llego hasta abajo del risco y ahí las olas nos cosquillaban los dedos. Las dos sonreíamos tanto que parecía mentira. Esas sonrisas que sabes que son reales, de las que no existe modo de fingir.

Ella se inclinó, me indico que hiciera igual, lo hice y tomo mi mano para que sintiese el rozamiento del agua en ella, al instante me sentí llena de vida, una sensación de paz.  Poder que fluía dentro de ella y que en ese momento me compartía a mí.

- ¿puedes sentirlo? 

- Auge lo que sientes con el viento, lo siento yo – me abrazo y entonces una ráfaga de viento nos hizo flotar por el aire, aunque nuestros pies seguían en el suelo – y ahora, -dijo y el viento se combinó con el agua, el agua subió como un río a través de nuestras piernas, como hilos abrazando nuestros cuerpos – tu sientes lo que yo, con el agua

El agua saltaba y el viento revoloteaba. Ambas teníamos un remolino de emociones y de sensaciones a flor de piel. Sentía la conexión de ambas.  Era tanto que, si moría ahí, hubiese estado bien.
Nuestro cabello y nuestros vestidos seguían bailando a nuestro alrededor.

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