capitulo 8

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Auge:

Vamos en un auto enorme, y tan protegido como si fuera un tanque.

Malet y Mark van al frente y yo estoy atrás, con los pies extendidos sobre los tres asientos y mirando hacia la ventana detrás de mí. Avanzamos de un modo tan ridículamente lento, que si no fuera por la inyección de la prueba estaría dormida. Pero la tensión del ambiente es tan clara que no se evade ni aunque te concentres en todos los bellos paisajes que se encuentran en Alta Montaña.

A veces me pregunto si los demás lo ven, si notan que esto está mal o si en verdad, yo soy la estúpida que se siente mal. El altruismo es peligroso, más peligroso que un arma. Pienso ¿Qué vida llevan todas esas personas que matamos?
A veces se me olvida que esto es tan común, que ya casi nadie lo considera extraño. Todos siguen sus vidas, menos yo.
Hay familias que viven en enormes casas, con las mejores joyas, con un armario lleno de ropa, cosas materiales que ahora llenan a la gente. Y también hay parejas de amor que, si duran hasta la muerte, que tienen hijos y en vez de dejarlos jugar, les enseñan a matar. Pero ahora es tan común que, me pregunto si solo yo noto que esto no está bien.

Antes había creencias religiosas, y según lo que he estudiado eso hizo que nuestro avance como sociedad se estancara. Pero, ¿acaso hemos avanzado o retrocedido?

Por la ventana veo un barrio céntrico, lleno de mansiones. Mansiones tan grandes que solo verlas me causa envidia. Sus ventanas encendidas ya que es de noche. Es algo increíble que con estos lentes veo a las personas dentro de sus casas; en mi visión se crea un círculo rojo cuando detecta una persona y luego me da todos sus signos vitales, por último, aún con la pared de intermedio puedo observar toda la figura humana. Solo la figura, como una sombra negra bien marcada en donde se pueden diferenciar cada parte del cuerpo humano.

El auto está tibio por dentro y es transparente, invisible, porque ¿Qué podría ser mejor que el enemigo no te vea? “Es ridículo”, pienso. Moriremos de todos modos, aunque no podamos ver quién es el que nos quita la vida.

Jugueteo con la cuchilla de mi bota. Recuerdo cuando Malet me las dio y es tan estúpido que no me haya crecido el pie desde ese entonces. Podría decirse que es la única prenda que tiene algo de estilo y que me importa. No sé porque a veces los objetos toman un valor sentimental, pero no es algo que me quite el sueño. Solo sé que mis botas, hacen que mis pies se mantengan firmes, me dan seguridad.

El auto se detiene.

Miro al frente a Mark.

- Reacio – dice él, yo frunzo el ceño mirando la figura humana a la cual él se refiere – está cerca y solo es uno – voltea hacia mí – dame la carabina

Yo se la di.

Yo lo maté.

Leo los labios de mi hermano decir: “tapa tus oídos”

Me encojo, con mis piernas recogidas sobre mi pecho.

Cierro los ojos esperando despertar en otro lugar.

Tapo mis oídos. Salto cuando escucho el disparo, respiro hondamente y el pecho me duele, una lágrima sale y yo la quito de mi mejilla. Suspiro pesadamente.
Miro a Malet y él me da su mano, la aprieto fuerte, creo que quizás con su mano pueda sostener mi propia fuerza. Y no rendirme.

Las horas siguen transcurriendo, no hay personas todavía y agradezco eso. Visualizo al reacio muerto, y lloro sin hacer ruido.

Los reacios, son gente que no está de acuerdo con asesinar, huyen, se esconden, había escuchado que algunos mueren de hambre. Pero eran personas, que decidieron no hacerlo y ya. Son valientes.

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