Auge:
Nunca antes quise quitar los brazos de mi hermano de mi cuerpo. Pero ahora, esto no era un abrazo, de los que antes solía darme. Él mando parar las armas, luego me abrazo. Yo me quedé petrificada. Podía oír su voz, pero me sonaba tan extraña, tan diferente. Podía sentir sus lágrimas cayendo en mi hombro, pero no significaban nada para mí ahora.
Solo sentí algo muy dentro de mí, algo romperse.
No era nada de lo que antes pude haber sentido. No era nada parecido al dolor corporal, era mi corazón, una puñalada en mi corazón. Pero no se estaba rompiendo otra cosa. No era mis pensamientos, ni mis sentimientos. Era diferente, mi confianza, mi fe, mi esencia, yo me rompía.
Sentirte roto, no se convirtió en mi llanto, se volvió mi odio. Mi odio por la vida. Uno que ya tenía, odio hacia mí misma, pero era por mi causa. Ahora, todo lo que creí, todo lo que viví. Está roto. Y no siento ganas de llorar, me siento vacía.
- Creí que habías muerto – decía él, sus brazos simplemente me sostenían como si pudiese desaparecer. Pero su voz, era como ácido en la herida abierta. Tomo mi rostro con ambas manos – pensé que no te volvería a ver – sus ojos, iguales a los míos. Llenos de lágrimas. Yo seguía como una estatua, mirándolo con rabia detrás. Con tensión en mis manos.
- Perfecto – dijo otro hombre. Uno con traje y mirada intrigante. Me miraba – podremos hacer el proceso inmediatamente – se volteó a unos guardias y dijo – preparen todo
Todos se empezaron a mover. Malet tenía sus manos en mi rostro. Yo estaba ahí viendo un rostro desconocido, pero a la vez tan conocido. El rostro de mi alma, hecha pedazos.
- ¿Qué has hecho? – fue lo que me salió. Pero no era fácil hablar, tenía mi garganta hecha un nudo y las palabras eran cuchillos.
- Lo hice para encontrarte – dijo – todo fue por ti
- ¿Qué hiciste? – repetí y me dije a mi misma que no caería esta vez
- Te prometo, que todo saldrá bien – me beso en la frente. Yo me quite de su beso y sus brazos
- Nada estará bien
Él solo me vio con mirada triste. No podía creer que se atrevía a mirarme como antes, que se atrevía a abrazarme y besarme. Todo esto era un castigo claro. Un castigo para que deje de ser tan débil. Era mi condena por amarlo.
Él me dirigió a un cuarto. Había unas cuantas personas con batas blancas, un enorme tubo de vidrio grueso en medio de la sala y miles de computadoras. El señor anterior también estaba, la sala era blanca, sin ventanas, sin nada de color en ningún lado.
Yo solamente esperaba.
- Entra – dijo Malet y me llevo al tubo, se abrió una compuerta y cuando entre había desaparecido. Miré hacia arriba, no había nada.
- ¿Qué se supone qué es esto? – dije, esta vez una lagrima bajaba lentamente por mi mejilla. Mientras veía a través del cristal a mi hermano
- Confía en mí – dijo entredientes y se alejó unos cuantos pasos
El hombre del traje se acercó a mí.
- Tú pequeña, nos darás la clave para ganar la guerra – sus ojos estaban casi tan vacíos como yo me sentía – tus poderes
Eso me alertó.
- ¿qué?
- Eres nuestro experimento ahora
- ¿De qué hablas? ¿Cuál guerra? ¿Qué es esto?
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Auge
FantasyEl futuro, tan incierto puede tener muchos caminos. Hoy conocerás uno de muchos. En un mundo destruido, no ganará el débil. Oblígate a cruzar la barrera que te impide sobrevivir, porque aquí cada día es así, no hay gobiernos, no hay límites. Estar...