— Saga, no lo tomes a mal pero hueles diferente — esas simples palabras bastaron para que todo el cuerpo del geminiano se tensara por completo, él tenía claro a qué se debía ese aroma diferente que lo rodeaba, pero pese a que llevaban un mes de vuelta en el santuario el león aún desconocía la causa.
Había intentado decírselo, pero nunca podía encontrar el momento adecuado, o eso era lo que se decía a sí mismo, pero aquella otra parte más racional dentro de él tenía claro que el temor de lo que Aioria podría decirle estaba latente, el temor de lo que todo el santuario podría decirle estaba ahí, no sería fácil explicar cómo su "casto patriarca" llevaba un bebé en su vientre y mucho menos explicar a todos ellos que ese mismo bebé pertenecía a uno de los doce caballeros.
Porque a pesar de que hubiesen aceptado que él siguiera siendo patriarca, aceptar que él y Aioria eran pareja, y no sólo una simple pareja de omega y alfa sino que una pareja de almas gemelas con un lazo ya afianzado cambiaba todo el escenario y era por eso mismo que existía una cierta tensión entre el geminiano y el leonino, donde en ciertas ocasiones sus charlas se volvían agrias cuando Aioria proponía que era tiempo de contar a todo el santuario que eran destinados, pero Saga siempre respondía que no se sentía seguro y que aún no era el tiempo.
Saga por una parte entendía aquella necesidad casi biológica del castaño de marcar territorio, de dejar en claro que ellos eran uno sólo, pero esperaba que el chico de ojos verdosos comprendiera su posición en el asunto y que quizás no era el tiempo adecuado y si aún no era capaz de contarle a su pareja que dentro de unos meses más serían padres, menos lo estaba para gritar su amor a los cuatro vientos.
— ¿Huelo mal? — Preguntó tratando de evadir cualquier idea que al otro se le formulara en su cabeza.
— No, para nada, sólo que diferente, tu olor se siente algo más tenue, y siento a veces un aroma distinto que se cuela de él, pero sólo cosas de segundos y no es como si fuese de alguien más si no que sale de tí— Aioria tenía una de sus manos en su mentón mientras sus ojos miraban hacia arriba, algo que siempre hacía cuando buscaba concentrarse al pensar.
— Pero creo que yo también me siento extraño, siento la necesidad de estar todo el día junto a ti, cuidándote, algo absurdo porque sé de sobra que puedes cuidarte muy bien solo, su santidad— rió por su propio comentario.
— Aioria, debes saber que yo... que yo...— ese era el momento perfecto para hablar, estaba el tema en la palestra, Aioria merecía saberlo, y vaya que Saga tenía más que claro aquella parte, pero decirlo era mucho más difícil de lo que creía — No, nada, olvídalo son sólo tonterías. —
El castaño miró confuso al de cabellera azulada, hace varios día actuaba extraño, o siempre había algo que quería decirle pero nunca lo hacía, Aioria no se caracterizaba por ser una persona paciente, pero con Saga prefería hacer una excepción, lo que sea que tuviese que decirle lo haría a su momento, confiaba en él y sabía que si fuese algo realmente serio ya lo hubiese dicho.
El león se posicionó tras el gemelo, mientras aún observaba el horizonte desde el balcón del cuarto de Saga, sus manos se guiaron rodeando la cintura de él acariciándolo en el proceso y como si sintiese alguna especie de necesidad puso su manos sobre su estómago sintiendo una descarga de tranquilidad y paz que Saga le transmitía a través del su lazo, sus manos no se movieron, se sentía tranquilo, a gusto, como si esas imperiosa necesidad de protección se calmara tan sólo al estar en aquella posición así que decidió alargarla lo más que pudo, sus ojos se cerraron, y hundió su nariz entre las hebras azuladas que eran el cabello de Saga y se dejó llevar por aquel delicioso aroma que lo envolvía.
— ¿Qué tal las cosas con Kanon? — preguntó el menor.
— Bien, creo... no es muy expresivo, el día que hablamos le conté todo lo que sabía, ya sabes, que somos hermanos, el cómo nacimos y quien era nuestra madre, prometí llevarlo a la tumba de ella cuando él se sintiese preparado y supongo que tenemos una especie de trato cordial— Saga cerró los ojos por un momento, dejó de ver el paisaje y sólo dejó que sus sentidos se enfocaran las manos del león, en la cercanía de su cuerpo y como su cosmos parecía lanzar pequeñas chispas al estar junto a él.
ESTÁS LEYENDO
Tradiciones Rotas
RomanceComo una ilusión frente a él una idílica escena, una blanca piel, azul zafiro y el rojo de los pétalos contrastando, un aroma sublime que bloqueó sus sentidos dándole paso a aquel león que poseía dentro de sí. Aioria se había encontrado frente a un...