TORNEO CLAUSURADO

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Dentro del templo del patriarca existían dos cosas rodando en el aire, la brisa fría del invierno y una extraña tensión que se instauró en el salón cuando la presencia del santo de Sagitario estuvo presente. Su rostro al igual que sus hombros lucían tensos, su mandíbula estaba fuertemente apretada, pero este no parecía notarlo, bajo sus ojos igual de verdes que los de Aioria se posaba unos grandes surcos oscuros producto de la falta de sueño por la que tal vez el arquero estaba pasando, sólo podía tratarse de algún tema muy serio como para ver al hombre siempre risueño y siempre relajado de aquella manera tan desastrosa.

— Buenas días Caballero de Sagitario ¿A qué debo su presencia en mi templo? — Saga veía al moreno confundido, abatido un tanto dudoso y perdido en sus pensamientos como si dentro de su cabeza aún estuviese pensando cómo expresar sus pensamientos.

— Yo... yo vine ante usted su excelencia a decir algo que no fue mencionado en el informe de la última misión en la que participé junto al caballero de piscis— La voz del castaño en ningún momento se aclaró, con cada palabra, cada sílaba mostraba nerviosismo y duda, las alarmas de Saga se encendieron en un instante, Aioros podría tener alguna sospecha de la condición de Afrodita.

— Lo escucho joven caballero...—Respondió el patriarca escondiendo todo rastro de nerviosismo tras aquella falsa voz y esa máscara que ocultaba su rostro.

— Descubrí algo en el caballero de piscis... verá él... él...— La voz de Aioros era temblorosa, mientras su respiración se volvía agitada — no posee... no posee muchas habilidades para socializar con los demás— terminó de decir el arquero la la vez que pasaba saliva lentamente por su garganta.

— Y por eso quiero pedirle que me empareje con el caballero de piscis para alguna otra próxima misión, creo que logramos llevarnos algo bien durante ese corto periodo que compartimos y...— un tosido interrumpió las palabras del castaño haciendo que este se volteara y se encontrara con unos hermosos ojos color turquesa que de paso no se veían muy amigables.

— Buenas días mi excelencia, lamento interrumpir, su charla, pero los caballeros los esperan en el coliseo para afinar los últimos detalles del torneo, ya está por comenzar y no debería perder tiempo con charlas triviales por el momento— La voz del caballero de piscis era fría y tajante, logrando que tanto Saga como Aioros se tensaran incómodos al escuchar sus palabras.

—Lamento que nuestra plática quede hasta aquí Aioros, pero Afrodita tiene la razón, mi presencia es requerida y la de ustedes también, si me disculpan iré a alistarme, pueden esperarme aquí si así lo desean — El omega se levantó de su trono y agachó su cabeza a modo de despedida obteniendo la misma acción de parte de los otros caballeros mientras se adentraba a las habitaciones de su templo dejando a ambos dorados solos en el salón.

—¡Se puede saber qué sucede contigo! — La compostura que había estado guardando el pisciano todo ese tiempo se perdió mostrando a un muy molesto Afrodita que miraba con enojo al alfa — ¿Pensabas decirle al patriarca? Por todos los dioses, Aioros, dijiste que todo se quedaría en Rodas, confié en ti, creí en tus palabras... pero veo que tus palabras no significan nada— El caballero de la doceava casa sentía aquel mismo dolor en su pecho como la última vez que cruzó la mirada con Aioros, se sentía traicionado nuevamente y daría lo que fuese para deshacerse de aquella sensación desagradable que sentía sobre él.

— Espera Afrodita, no lo entiendes, no es lo que parece— Aioros lucía nervioso, con su voz aún temblorosa mientras se acercaba al otro dorado.

— ¿Qué es lo que no entiendo según tú? — respondió el francés mientras se mantenía estoico en su mismo lugar sin quitar aquella mirada despreciativa de sus ojos.

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