— Nunca podré entender a los alfas, no entiendo esa necesidad que corre en sus venas por comportarse como idiotas. —
Afrodita hablaba molesto, con su entrecejo fruncido y sus brazos cruzados en su pecho, en un vago intento de descargar su rabia con la única persona en todo el santuario que lo escucharía pero no se daba cuenta de la mirada perdida de su compañero, que por más que le hablara este no le prestaba atención ya que el único pensamiento de Saga en esos momentos era en que responder a la carta que el leonino le había entregado la noche anterior.
Porque desde aquella noche en la que se vieron Saga aún no había sido capaz de mantener distancia con el otro, la idea de que no se vieran más había desistido y llevaban varios meses en un juego en el que se veían una vez en la semana fuera del templo del patriarca para charlar, para intercambiar una caricia, un beso y finalizar entregando la respuesta de la carta que el otro le había dado antes, dejando escrito sus pensamientos, respuestas, deseos, miedos y el día en el que se verían nuevamente.
—Saga, no me está escuchando—Afrodita notó la mirada perdida de su amigo y golpeó uno de sus brazos con su palma para obtener la atención que deseaba y obteniendo de paso una queja debido al golpe.
—Si te estoy escuchando, Afrodita—replicó pero sabiendo que era mentira confesó la verdad. —De acuerdo, no te estaba escuchando, lo siento —el caballero de piscis resopló molesto ante la respuesta de su amigo y se volvió a cruzar de brazos.
—Aioros y Milo son unos idiotas, no existe entrenamiento en la cual no se pongan a luchar por quien entrenará conmigo, cuando comienza su batalla se olvidan de mí y me quedo sentado en las gradas. Jamás entenderé esa necesidad de marcar territorio, de imponerse uno sobre el otro, realmente los detesto— refunfuñaba Afrodita al recordar la desastrosa práctica de la mañana.
— Quizás en secreto les gustas y sienten esa necesidad de luchar por tí— el rostro de Saga se mantuvo serio, su tono de voz era de sarcasmo, lo había hecho demasiado notorio, pero al ver la brillante mirada en el caballero de la doceava casa se dio cuenta que este no pensaba lo mismo— Afrodita era una broma, no empieces, no hoy por favor...— pero sus súplicas no alcanzaron a ser escuchadas por el caballero de las rosas ya que este se había levantado de su asiento con un único objetivo en la mente.
— Iré a visitar a Aioros— Saga no alcanzó a replicar, no alcanzó a emitir una palabra siquiera antes de ver como el caballero de piscis salía de la habitación, Saga esperaba que su juicio no se nublara por esperanzas, que Afrodita no se volviera como él, que estaba atrapado en una mentira sin saber cómo todo terminaría.
//**//
El lugar que habían escogido esta vez para verse era el mismo en el que se habían puesto de acuerdo la primera vez, junto al lago, en aquel paisaje oculto por el frondoso follaje del bosque, su corazón como cada vez que se veían se llenaba de una ansiedad por ver a Aiora, por ser Saga, por sentirse libre junto al dorado, de reír junto a él, de bromear junto a él, tontear, conversar y simplemente sentir la cercanía del otro. Añoraba aquello cada vez que se despedían y con cada semana que pasaba, con cada poco que se comenzaban a conocer la espera se hacía más larga y el sentimiento de compartir con el otro más necesario.
¿Si Shion estuviese con él en ese momento que le diría? ¿Qué pensaría Shion de él? ¿Sentiría decepción, amargura, desilusión, traición, dolor? ¿Qué le diría al saber que disfrutaba tanto ser por unos momentos Saga y no el patriarca? ¿Qué le diría al saber que estaba faltando a su deber como el encargado de todo el santuario por egoísmo, por sentirse querido, por sentirse feliz entre los brazos de aquel joven de cabellos castaños?
Saga no supo responder a sus preguntas, Shion no estaba ahí para decirle que podría hacer, para aconsejarle, para acariciar la coronilla de su cabeza con su mano, no estaba ahí para decirle que fuese feliz después de darle un beso en su frente, no, ya no estaba y sólo aquel Saga racional que le decía que todo aquello estaba mal se interponía.
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Tradiciones Rotas
RomanceComo una ilusión frente a él una idílica escena, una blanca piel, azul zafiro y el rojo de los pétalos contrastando, un aroma sublime que bloqueó sus sentidos dándole paso a aquel león que poseía dentro de sí. Aioria se había encontrado frente a un...