Los tres días siguiente no resultaron ser los mejores para Aioria, el león se mantenía preocupado, cansado, no había podido dormir bien desde aquel día, necesitaba de Saga, necesitaba oír desde de esos mismos deseados labios que ya estaba mejor, que los problemas ya había cesado, las visitas a Afrodita no habían ayudado en nada a aplacar el nudo en su pecho, tampoco le ayudaba en nada los rumores que habían comenzado a circular por el santuario.
Para nadie pasó desapercibido el cosmos del patriarca elevarse estrepitosamente, para nadie tampoco pasó desapercibido, esa ola desbordante de energía que abarcó cada rincón del santuario y para su mala suerte el cosmos de Saga no había sido el único en hacerse notar, al menos no para los santos dorados, su propio cosmos "enfrentándose" al del patriarca había sido una de las comidillas entre los caballeros que ocupaban el manto dorado, nadie le preguntó directamente a él que había sucedido, pero todos tenían sus propias conclusiones.
Su hermano mayor fue el único que se acercó a preguntar qué sucedió con él, le exigió respuestas y no abandonó el quinto templo hasta que se encontró satisfecho, Aioria se vió obligado a ser parte de aquella red de mentiras que se tejían por debajo del santuario, tuvo que pasar a ser el nuevo guardián del secreto y nada más creíble debido a su personalidad testaruda que un encontrón con el patriarca que terminó en una discusión y un castigo severo.
Al quinto día los rumores habían cesado probablemente debido a la intervención de su hermano, pero no así sus ganas de ver a Saga, el castaño había pasado de ser un caballero dorado a un león enjaulado que caminaba de esquina a esquina por todo el salón ignorando al que se le acercara, cortando cualquier tipo de conversación que quisieran tener con él. Su paciencia había concluido y en un arrebato malhumorado comenzó a subir peldaño a peldaño hasta atravesar las puertas del templo patriarcal, no hubo caballero, guardia o soldado que se atreviera a cruzarse en su camino.
El lazo que los unía parecía ser único y hasta un tanto mágico, sus sentidos se habían agudizado al tratarse de Saga, podía sentir la estancia rodeado por el delicioso aroma de Saga, podía sentir los lugares por donde había caminado y el lugar exacto donde él se encontraba en esos momentos y no era sólo su olor, su calor, su presencia su cosmos que lo invitaba seguirlo, podía sentir en su pecho como el otro se encontraba, sentía a un Saga calmado, plácido, tranquilo que al parecer no se había dado cuenta de su llegada al templo.
Se acercó con paso sigiloso al cuarto donde había dejado la última vez a Saga y mientras más avanzaba podía sentir aquel dulce aroma que lo volvía loco, no el aroma a celo de la última vez que lo vió, ese que le nublaba todo sentido, no, este era más tenue, más armonioso, el natural aroma que Saga despedida las veces que se juntaron a escondidas en su lugar secreto.
Al atravesar el umbral de la puerta pudo ver aquella inconfundible maraña de cabellos azules reposando y cubriendo la espalda de un pacífico y adormilado Saga, ignorante a la hermosa sonrisa que se había formado en los labios de Aioria, siguió con sus pasos de león en la sabana, cuidadoso, cauteloso y en silencio visualizando a ese bello antílope de cabellos añiles.
— "Duda que ardan las estrellas, duda que se mueva el sol, duda que haya verdad, mas no dudes de mi amor"— Aquella sensual voz baja se adentró por los oídos de Saga que sintió un escalofrío por toda la piel, reconociendo en tan sólo un instante al portador de aquel melodioso sonido y ese inconfundible aroma y calidez.
— ¿En qué momento pasamos de Romeo y Julieta, a Hamlet? ¿Es que esto ya se ha transformado en una tragedia? —Saga abrió sus ojos pestañeando repetidamente para quitar los últimos rastros de sueño que se posaban en sus pestañas.
— No permitiría jamás que por mi culpa, tu sueño eterno fuese en un lago y con el corazón destrozado— contestó Aioria en un tono ofendido, pero siguiendo el juego de Saga el cual respondió con una risa que tapó con sus manos.
— Tragedia se volverá cuando Afrodita sepa que viniste ignorando su advertencia de no aparecerte por aquí hasta que él te lo dijera— Esta vez fue el turno del castaño de reír, una risa más sonora alegre que fue deliciosa música para los oídos de Saga. Extrañaba escuchar la voz del caballero de leo, extrañaba sus conversaciones, su cercanía y esa rara capacidad de recordar frases de amor de las obras de Shakespeare.
— Siempre he tenido una duda, caballero de la quinta casa— Ante la formalidad del discurso del omega, Aioria arrugó su entrecejo cosa que no hizo titubear al otro— ¿Cómo es que un caballero dorado, un poderoso Alfa digno de portar una de las armaduras de la constelación más valerosa, conoce tanto a Shakespeare? ¿Algún tipo de fascinación por la tragedia y los romances cortos? —La boca del patriarca se curvó en una sonrisa pícara mientras veía como el moreno frente a él levantaba una de sus cejas ante sus preguntas.
— Me declaro culpable — contestó — siempre me gustó ver la desdichada de todos esos hombres cuando al final no conseguían su tan anhelado final feliz ni tampoco a la chica. — Aioria rodó los ojos tras su serio discurso dándole a entender su frase cargada de sarcasmo que no tardó en hacer reír con fuerza al omega.
—Que fetiches más raros tiene caballero de leo—pronunció el de cabellera azulada aún riendo.
— Y eso que aún no conoces todos los demás— la voz grave, una sonrisa pícara y unos labios acercándose directamente a él fue lo que alcanzó a notar Saga antes sentir su boca siendo atacados por la de un león hambriento que mordió su labio inferior logrando tener acceso directo para que una húmeda lengua se adentrara y tras unos segundos la abandonara dejando a sorprendido Saga.
— Me gusta, porque no soy sólo un alfa, una máquina creada para defender el santuario, Romeo y Julieta fue el recuerdo que mi madre me dejó antes de morir junto a las palabras "Un día encontrarás a tu Julieta y serás el hombre más dichoso de la tierra". Fue uno de mis libros favoritos para dormir y con el tiempo durante algunas misiones he ido recolectando más de la colección de Shakespeare, así que mi querido y amado Saga "El amor como ciego que es, impide a los amantes ver las divertidas tonterías que cometen" —finalizó el caballero de leo alejándose para observar detenidamente los tonos rojizos que se posaban en las mejillas de Saga.
—Esa frase la desconozco ¿De qué libro es? —preguntó
—El mercader de Venecia y si te lo preguntas, si, si tengo más repertorio para seguir hablando, pero por el momento debo seguir hablando con mis propios pensamientos— el escenario se tornó tenso, perdiendo de aquel jubiloso intercambio de palabra de hace unos momentos.
— Estas son mis palabras, Saga, unas que sólo yo puedo decir, ya que dentro cada párrafo que he leído no existe frase que pueda decir lo arrepentido que me siento, lo estúpido que fui, te hice daño, de sólo recordar tu pecho agitado y el dolor que tu rostro reflejó, me maldigo, cada vez que lo recuerdo me odio a mí mismo, te marqué, contra tu voluntad, a pesar de tanto amor que profesé, que salió desde mi boca con tanta seguridad, te marqué cuando tu no lo pediste y ahora estamos unidos en un lazo que no podemos romper, que quizás tu no quieres, te quité la libertad que tanto Shion quiso proteger, por eso te lo pido, no... te lo imploro, perdóname , moriría antes de hacerte daño una vez más, sólo pido tu perdón para que puedas calmar a este dolido corazón. — Aquellos hermosos ojos color esmeralda se nublaron, desde ellos comenzaron a caer ríos de lágrimas, que demostraban todo el arrepentimiento y tristeza que se escondía dentro de su atormentada alma, una tristeza contagiosa que terminó por llegar al corazón de Saga.
— No pidas perdón, no lo hagas, es cierto lo que dices y no hay manera de revertirlo, quizás no fue la manera adecuada que pasara, pero no me arrepiento de lo que vivimos y aunque vaya contra todo lo que en alguna vez creí, quiero ser parte de ti y que tú lo seas de mí, amo sentir esta nueva sensación, este lazo que nos une, pude sentir tu tristeza y arrepentimiento como míos, sentir tu cálido cosmos cubrirme y fundirse conmigo, este no es cualquier marca Aioria, sellamos nuestro destino y estoy feliz de que este sea junto a ti...—finalizó el patriarca dejando caer una tímida lágrima que huyó desde su lagrimal.
Aioria no pudo soportarlo más y su boca se unió a al de Saga con desespero y este al igual de ansioso le respondió sus manos se pasearon por los hombros del otro, tocaron sus cabellos, cuello y cara, comprendieron en ese momento que el destino los había unido y sellado para siempre, ahora compartían la dicha que no muchos poseen, habían encontrado a su otra mitad, su alma gemela, su pareja predestinada, algo que sólo ellos como alfa y omega podían compartir y entregarles una felicidad difícil de explicar.
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Tradiciones Rotas
RomanceComo una ilusión frente a él una idílica escena, una blanca piel, azul zafiro y el rojo de los pétalos contrastando, un aroma sublime que bloqueó sus sentidos dándole paso a aquel león que poseía dentro de sí. Aioria se había encontrado frente a un...