— Saga, sabes que cuando lo sepa se molestará, tú mismo lo has dicho tiene instintos y no hay barriga que se pueda ocultar por mucho tiempo, aclara las cosas ahora que aún es tiempo— Afrodita llevó la taza de té en sus labios, la brisa meció sus cabellos, si no estuviese bebiendo té en su amado campo de rosas que tanto lo relajaba estaría gritándole a su amigo.
— No lo entiendes, intente hacerlo, pero no pude, las palabras no salieron Afrodita, es complicado — Saga mantenía la calma en sus rostro pero por sus ojos se dejaba ver aquel miedo, algo que el pisciano era capaz de ver, pero debía insistir aunque su amigo terminara molesto con él.
— Tienes razón no lo entiendo, y él tampoco entenderá las razones de por qué no lo hiciste, Aioria merece saberlo y si se lo dices ahora Aioria andará con una cara de idiota feliz — concluyó pero antes de que el otro chico contestara otro caballero apareció por la puerta que daba al jardín.
— Lamento la interrupción patriarca, pero me gustaría hablar con Afrodita unos minutos — Era el caballero de Sagitario quien se aparecía logrando que el omega mayor levantara una de sus cejas mientras el otro se removía incómodo en su silla.
— Claro, yo ya me iba caballero de Sagitario— el hombre de cabellos azules se levantó de su asiento y caminó hasta acercar su boca al oído de su compañero — suerte. — fue lo último que dijo antes de retirarse y dejar a ambos caballeros solos.
— Aioros, creo que nosotros no tenemos nada de qué hablar — el francés llevaba nuevamente la taza hasta sus labios buscando ignorar los latidos de sus corazón y de paso al hombre de cabellos castaños.
— Creo que sí, quizás tú lo olvidaste pero yo no he olvidado nada de lo que hablamos el día en que huiste del santuario y que desde que llegaste me has ignorado cada vez que he intentado hablar contigo, no sabes lo preocupado que estaba, lo confundido, el enojo que tenía dentro de mí por haberte visto huir de esa manera con el patriarca, no lo entendía porque realmente no sé mucho de ti, Afrodita— El castaño tenía su mirada fija en el omega mientras todos sus movimientos parecían haberse paralizado luego de su confesión. — por eso quiero que me des la oportunidad de conocerte a ti, no al caballero de piscis, a ti Afrodita, dame una oportunidad —
El castaño estaba frente a él, por primera vez en su vida el menor no supo qué decir, no tenía bromas para evadir el tema, no tenía palabras de molestia para debatir, nada, estaba congelado mientras veía a Aioros plantarse frente a él agachar su rostro hasta que tuviesen la misma altura y depositar un beso en los rosados y cálidos labios del caballero de las rosas que no supo reaccionar debido a la impresión y a todas las sensaciones que percibió dentro de su pecho.
— Está bien— dijo entre murmullos tras el beso y con su rostro teñido de rojo — Una oportunidad, no la desperdicies. — le respondió con un sonrisa de lado mientras era él quien iniciaba el beso en esta ocasión.
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Saga veía con los meses como cada caballero se preparaba para la lucha que presentía que en cualquier momento se avecinaría, cada hombre y mujer del santuario entrenaba arduamente, logrando incluso ser cada vez más fuertes, había dejado de usar la máscara las veces en que veía los entrenamientos, las impresiones que tuvieron desde un inicio los soldados y caballeros comenzaban a cambiar, veía sonrisas, asentimientos de cabeza, saludos con respeto y un tanto más de cercanía y confianza cada vez que se encontraba con alguno, algo que nunca logró con aquella máscara azulada sobre su rostro.
Tal vez se debía a eso mismo, era un conjunto de todo, de poner un rostro al patriarca lo hacía más cercano, más amigable, un rostro que veía como se preocupaba por cada detalle dentro del santuario, que diariamente buscaba formas de protegerlos a todos ayudaban aún más a su imagen de buen patriarca.
Y así como pasaban los meses de preparación su cuerpo también sentía el paso del tiempo, veía cómo su vientre crecía cada vez más, agradeció el día en que las náuseas se detuvieron, Saga había comenzado a cuidar de su alimentación, e inclusive se había aventurado a buscar información sobre cuidados de niños, embarazos, partos, y todo cuanto encontró dentro las bibliotecas del santuario.
El gemelo veía el panorama de un reconstruido coliseo y sus nuevos caballeros que hace pocos días habían recibido sus armaduras, jóvenes valientes que blandían sus puños entre ellos y demostrándoles a todos que eran merecedores de aquellas brillantes prendas de metal, pero algo lo sacó de su concentración en la pelea, un pequeño movimiento, algo ligero que sintió de repente dentro de él su cara se transformó en miedo, confusión, alegría, y se intensificó aún más cuando volvió a sentir aquel movimiento un poco más notorio.
El omega sintió ganas de llorar unos segundos y llevó su mano su vientre por debajo de la túnica blanca para que nadie lo notara, y tocó con suaves movimientos como si estuviese acariciando directamente a aquella vida dentro de él.
— ¿Patriarca Saga, se encuentra bien? — fue uno de los soldados que lo sacó de su íntimo momento preocupado por el rostro que había puesto el otro.
— Si, descuida Aetos, sólo estuve mucho tiempo pendiente de la pelea, me retiraré a mi templo, pueden descansar, no es necesario que me sigan — y tras recibir un asentimiento de cabeza por ambos hombres Saga salió del coliseo con una enorme sonrisa la cual nadie se imaginaría por qué era.
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El clima no estaba siendo muy amistoso con él en ese momento, la noche estaba oscura, no había luna en el cielo, las estrellas parecían brillar con menos intensidad, un brisa helada corrió a su alrededor, tal vez había sido una mala idea ver las estrellas y buscar sabiduría en ellas ese día, Star Hill no estaba siendo amable con él, lo único que obtendría sería un resfrío y no tenía que tener un epifanía para saberlo.
El geminiano intentó despejar su mente una vez más, dejando fluir libremente su cosmos como un suave oleaje a su alrededor, se centró en él, en el ambiente, en la brisa, en la energía que recorría la colina, se centró en la estrellas tan lejanas pero con tanto poder y sabiduría que entregar, y ahí comenzó, al igual que la última vez con un flash principal, con imágenes no que podían ver en un principio o que pasaban demasiado rápido en su mente.
Saga vió unos cabellos color lima sentados en su misma posición y se acercó a él hasta apoyar su cabeza contra la de su antiguo maestro, era extraño, era ver imágenes dentro de imágenes, el geminiano observaba lo que alguna vez Shión vio, vio el santuario desde el aire, y un brillo dorado desde un lugar algo apartado de donde se quedaban los soldados y demás caballeros, al acercarse vió una cabaña solitaria en donde se podía escuchar el grito de una mujer.
Saga comenzaba a entender que era lo que estaba viendo y al entrar pudo ver a una amazona con dos bultos en sus brazos, una mujer de piel blanca perlada en sudor, facciones finas y delicadas con un notorio parecido a él y su hermano, largas pestañas, grandes ojos color plata, y largos cabellos de un color índigo, Saga veía a su madre al momento de tenerlos, vío su rostro cansado pero lleno de alegría pronunciando suavemente los nombres "Saga y Kanon" al mirar a ambos bebés y cuando él intentó acercarse la imagen cambió.
Ahora se veía a él en los brazos de Shion, se veía a él junto a Shion entrenando, veía imágenes de la llegada de Afrodita, vio su nombramiento como patriarca, vio la llegada de los jueces del infierno atacando al santuario, vio los vitoreos de su regreso al santuario y escuchó el sonido de un bebé y los gritos de lucha de varios caballeros, su mente salió de la de Shion y se encontró frente a su patriarca sonriéndole.
— Felicidades mi querido Saga, lamento no poder estar junto a ti en aquellos momentos, no poder ver en el poderoso y valeroso hombre que te volverás, confío en ti y en que podrás con todo aquello que se avecina y jamás olvides que siempre estaré velando por ti. — los ojos del lemuriano se mantenían aún cerrados, con una enorme sonrisa en sus labios, el omega sintió las ganas de saltar a abrazar aquel hombre con desesperación pero cuando lo hizo todo se volvió humo, todo se volvió negro cayendo en un profundo sueño que dejaría descansar a su abatida mente.
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Tradiciones Rotas
RomanceComo una ilusión frente a él una idílica escena, una blanca piel, azul zafiro y el rojo de los pétalos contrastando, un aroma sublime que bloqueó sus sentidos dándole paso a aquel león que poseía dentro de sí. Aioria se había encontrado frente a un...