El olor de las rosas penetraba por sus fosas nasales, nublándolo, despistándolo, sus ojos se sentían pesados, con cada segundo que pasaba respirando aquellos pétalos de rosa sentía que sus párpados estaban hechos de rocas de tanto que pesaban, escuchaba a lo lejos los reclamos de sus compañeros que poco a poco iban disminuyendo pasando de un grito a murmullo hasta llegar a un total silencio, antes de terminar de caer preso del sueño y con la poca de energía que aún le quedaba saltó desde el lugar que se encontraba tan alto hasta sobrepasar la nube de color rosa que cubría el coliseo.
Aioria tras ver el panorama se lanzó en picada hacia el suelo, siendo su puño el que aguantaría tal impacto, pero no fue sólo el golpe contra la dura piedra, no, también fue contra unas espinas regadas por todo el lugar que sintió clavárselas en el dorso de sus dedos y sus nudillos.
El intenso dolor inicial lo acompañó un adormecimiento total de su extremidad derecha, no pudiendo mover más sus dedos, no respondiendo a lo que él quería, aquel golpe no sólo destruyó el piso y parte de lo que sea que estaba sobre él, no, también aquel fuerte ataque había generado una onda expansiva que dispersó los pétalos, su dulce aroma y una gran cantidad de polvo.
El caballero de Leo llevó su mano izquierda a su boca evitando inhalar lo más posible todo el polvo que se comenzaba a adentrarse a sus pulmones; cuando la pantalla de naturaleza y tierra se deshizo el santo dorado pudo notar el verdadero panorama que había bajo de ella.
Cientos de enredaderas se removían por el piso, por las paredes, por entre las gradas y todo espacio que faltase rellenar con aquel singular verde de sus ramas, cada una cubierta con puntiagudas espinas que rodeaban los cuerpos de los caballeros dejándolos inmovilizados, a soldados, caballeros de bronce, plata e inclusive a los caballeros de oro, todos tenían sus ojos cerrados y ninguno parecía estar consciente de lo que los apresaba.
El caballero de la quinta casa miró a los alrededores, buscando alguna manera de parar las enredaderas que continuaban creciendo sin parar, no podía tomarlas directamente con sus manos, su mano izquierda aún no le respondía y si tan sólo era pinchado por alguna de esas espinas de seguro le ocurriría lo mismo , aquella era una técnica poderosa, casi sin puntos débiles, el moreno fijó su atención en un solitaria rosa de color rosado, la única flor entre toda las ramas, ese debía ser el tallo principal de la enredadera, con la flor cortada lo demás dejarían de moverse o al menos eso era lo que Aioria esperaba que pasara.
Aioria concentró su poder en su puño izquierdo, estaba lejos de la flor y la enredadera volvía a moverse por entre los escombros que había producido su anterior ataque, quizás sólo iba a poder utilizar un solo ataque y ese sería el encargado de pulverizar la rosa, las palabras "Lightning Bolt" salieron de sus labios y un poderoso rayo de luz fue directo hacia la rosa destruyéndola al contacto y rompiendo parte del coliseo debido a la poderosa carga de cosmos que había utilizado el león.
Cuando no hubo rosa las enredaderas se detuvieron, dejaron de crecer, dejaron de moverse y poco a poco comenzaban a secarse hasta terminar como simples ramas con espinas, al mismo tiempo uno a uno los caballeros comenzaron a abrir sus ojos, se levantaron del suelo quitando las enredaderas que los atrapaban. Yacían desorientados, perdidos, confusos de lo que les había ocurrido, pero no lo suficiente como para olvidar lo que había ocurrido con los jueces del inframundo y aquel hombre.
—¡Fuimos ridiculizados! — Gritó un caballero de plata obteniendo un grito de afirmación de muchos de los presentes.
— ¡Busquemos al traidor y que reciba su castigo por profanar tierra santa! — Gritó otro caballero entre la multitud.
— ¡Busquen al omega! — respondieron los demás mientras aumentaban sus furibundos cosmos.
Pero aquello no pasaría, no mientras el león estuviese presente, él no dejaría que nadie osara tocar un cabello de Saga, no dejaría que se iniciara una cacería de brujas, era momento de ordenar el santuario, un santuario que ahora no poseía patriarca, un santuario con un caballero menos, un santuario que fue atacado, un santuario sin Saga; Aioria se mantuvo en su lugar y como cada uno de esos que alzó su cosmos para dar caza a la cabeza del omega Aioria hizo lo mismo, uno más poderoso, uno que dejó a los caballeros quietos como estatuas mirándolos, los dorados que alcanzaron a observar la lucha del león contra Aiacos retrocedieron un paso recordando la escena, con temor de ser tomados por aquella ira que encegueció los ojos verdes del leonino.
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Tradiciones Rotas
RomansaComo una ilusión frente a él una idílica escena, una blanca piel, azul zafiro y el rojo de los pétalos contrastando, un aroma sublime que bloqueó sus sentidos dándole paso a aquel león que poseía dentro de sí. Aioria se había encontrado frente a un...