¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Prólogo
"Now and in the hour of our death"
Steve se parapetó detrás de un muro e intentó recuperar el aliento, sin mucho éxito. Sentía la garganta seca, fruto del miedo y del aire seco del desierto. Pasó saliva trabajosamente y sostuvo el fusil con fuerza contra su pecho, mientras rezaba entre dientes. Rezar siempre lo había hecho sentir mejor; le recordaba a su madre, a los años felices de su infancia. Cerró los ojos despacio y se persignó antes de buscar un punto de apoyo para su Remington M40A1. Apuntó hacia la lejanía e intentó fijar un blanco a través de la nube de polvo y humo que se había formado a su alrededor luego de que algún maldito miope confundiera el refugio que ellos custodiaban con una base militar y mataran a más de mil doscientos hombres, mujeres y niños indefensos.
Los iraquíes habían montado en cólera (y con justa razón, pensaba él) y se habían volcado a atacar las bases americanas, diezmando a todo aquel que no estaba preparado para pelear. Con el corazón latiéndole en la garganta, Steve buscó un blanco a través de la cortina de humo. Intentó ignorar los gritos de sus compañeros, el sudor que le corría como un riachuelo por entre los omóplatos, los tiros que rozaban su cabeza cada vez que se daba el valor para intentar contraatacar y se concentró en encontrar un blanco, un cuerpo. Matar no era su fuerte. Prefería las misiones de vigilancia, la protección a civiles, las comisiones de salvaguarda. Cada vez que alzaba su arma contra alguien, la voz de su profesor de catecismo le martilleaba en los oídos.
