Capítulo XI
"Invisible to the eyes"
Steve se convirtió en una presencia constante en su vida. Emily Grace seguía empecinada en la idea de que aquel hombre amable y de presencia tranquila era su amigo imaginario. Insistía en saludarlo cada día y con eso, ella había comenzado a conocer más de él. Se enteró que había tenido un grave accidente en su trabajo y que por eso aún se encontraba convaleciente, que era soltero, que su familia vivía en Boston, que era un buen cocinero, que le gustaban los perros y que gustaba de ejercitarse. Emily lo seguía como un perrito faldero, hablando con él con tanta naturalidad que a veces llegaba a pensar si es que en serio la niña no lo habría conocido en otro lugar. Quizás hasta en otra vida. Él era paciente y amable con la niña, la escuchaba con atención y le seguía el juego en todas sus invenciones infantiles. Poco a poco había ido bajando sus escudos frente a él y se mostraba más receptiva en dejarlo entrar a su casa o en aceptar sus invitaciones a comer. Cuando él cocinó pelmenis y pastel de miel, tal como los hacía su abuela, se dijo que podría enamorarse de ese hombre.
Y el mero pensamiento la asustó. Enamorarse no era algo que estuviese en sus planes. Enamorarse significaba volver a confiar y ella no estaba dispuesta a hacerlo, no después de todo lo que había pasado. Ahora, mientras lo veía cambiar el foco quemado de su cocina y hablar animadamente con su hija, se dijo que no debía bajar la guardia. Matt también era encantador cuando lo conoció. Y luego la había sumergido en el infierno. Steve se bajó del banquillo con cuidado y le dedicó una sonrisa mientras se limpiaba las manos con un trapo viejo.
— Eso debes preguntarlo a tu mamá, Emily Grace... pero, parece que ella está en otro planeta— comentó con voz burlona y ella lo miró, pestañeando varias veces, sin comprender.
— ¿Cómo dices? — preguntó, sacudiendo la cabeza para volver a la realidad.
— Emily pregunta si puedo quedarme a cenar hoy— le explicó pacientemente y ella sonrió, desconcertada. Ciertamente había estado con la mente perdida en otro sitio.
— Sí, sí, claro. Si no te molesta comer pasta recalentada, por mí no hay problema. Es lo menos que puedo hacer, después de todo— respondió, sonriente, refiriéndose al foco de la cocina que él acababa de reparar y que a ella le había dado más de un dolor de cabeza.
— La pasta recalentada es mi favorita— soltó él, guiñándole un ojo a la niña. Emily dejó escapar su risa de cascabeles y lo jaló por la muñeca para llevarlo de regreso a la sala a jugar con el juego de ajedrez que él le había llevado días antes.
Emily se había inscrito en el club de ajedrez de su escuela y estaba muy entusiasmada de tener a alguien con quién practicar y así, poder dejar atrás a sus compañeros. Steve adoraba aquella faceta competitiva de la niña. Le recordaba a él mismo de niño, cuando pasaba horas practicando para ganarle a sus amigos y demostrar que nadie podía con él, por más enfermo que se encontrara. Mientras pensaba en la siguiente jugada, sus ojos se desviaron a la figura de Natasha en la cocina. La mujer revolvía la ensalada con la mirada tranquila, preparando la cena mientras tarareaba entre dientes, como perdida en sus pensamientos. Él se sentía tan bien de haberla encontrado, de haberse ganado su confianza, de estar a un paso de ella para protegerla de mejor modo. Aún recordaba sus días como "fantasma" y extrañaba estar más cerca de ella, verla dormir, escucharla cantar en la ducha o bailar con Emily en la sala.
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Good friends
Fiksi PenggemarBienaventurados los niños, porque de ellos, es el Reino de los Cielos.