Capítulo XX

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Capítulo XX

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Capítulo XX

"Farewell"

Para Matt no fue una sorpresa cuando la policía llegó a buscarlo al cuarto de hotel en el que se hospedaba. Desde el momento en el que Sitwell salió del cuarto, supo que iba a denunciarlo. Y así fue. El hombre hizo llegar a la policía todas las pruebas con las que contaba, añadiendo, además, los artefactos utilizados para cortar la manguera del gas y encender el fuego. Sin dar su nombre ni revelar su identidad, lo incriminó sin ningún pudor y luego se fue de la ciudad tranquilamente. Matt ya lo había intuido. Había escuchado que el hombre solía hacer aquello cuando los clientes no pagaban sus honorarios, sin embargo, contrató sus servicios de todos modos, sin esperar que él también sería una de aquellas personas que se arrepentían de su decisión y terminaban invocando la ira del sicario. Fue por eso que no opuso resistencia, ni dijo una sola palabra mientras lo esposaban y lo arrastraban a la salida para luego subirlo a una patrulla.

En la estación, le informaron los cargos con los que se le acusaba: intento de homicidio, intento de parricidio, homicidio incidental de cuatro personas, incendio intencional, perjuicios psicológicos, heridas graves y daño y destrucción a la propiedad. La palabra "intento" caló hondo en él. Sitwell le había mentido: Natasha y Emily seguían con vida y eso, de algún modo, hizo que la cruz que cargaba a la espalda se hiciera más liviana. Ahora sólo le quedaba esperar a su juicio, en el que estaba dispuesto a no hacer ningún esfuerzo por salvar su pellejo. Fuera cual fuera la resolución de la justicia, merecía cualquier pena que quisieran darle. Estaba seguro de que el castigo sería ejemplar y que, muy probablemente nunca más vería la luz del día como un hombre libre. Quizás, incluso, nunca más vería la luz del día en absoluto.

Natasha y su familia fueron trasladados a un hospital local. La mujer permaneció en un silencio taimado todo el trayecto y se dejó examinar y atender sin oponer resistencia. Luego de que la examinaran, los médicos dejaron que Emily permaneciera con su madre y la niña se recostó a su lado en la camilla, durmiéndose a su lado, echa un ovillo. Ella se limitó a acariciarle el cabello, con la mirada fija, perdida en un punto en las sábanas. Steve fue examinado en el área de quemados y luego de aplicarle el tratamiento, lo dejaron en observación por esa noche, al igual que Danielle, cuya herida había cortado un nervio importante y debería ser examinada por un cirujano especialista. Ella, de todos modos, estaba tranquila, más preocupada por el bienestar de Natasha y su hija que por el suyo propio. Los hermanos Rogers sabían lo afortunados que habían sido al salvar ambos con vida de una catástrofe como aquella. Natasha, sin embargo, había perdido a una de las personas más importantes de su vida y Emily había sido testigo de la muerte de su tía, generándole un trauma que probablemente nunca se iría.

Eran ellas las que preocupaban a la pareja de hermanos. Sin palabras, sin mediar un diálogo de por medio, ambos sabían que estarían ahí para ellas. Siempre. La policía los entrevistó para recabar los datos del caso y así Steve se enteró que el incendio había sido intencional. Lo peor de todo era que el culpable de aquella tragedia había sido el ex esposo de la mujer. Murdock había intentado asesinarlas y con ellas, a varios de sus vecinos, incluyendo a Yelena, a una mujer que vivía en el quinto piso y a una pareja de ancianos que no tuvo tiempo ni oportunidad de huir. Saber que había sido él, saber hasta qué punto había llegado su locura y su resentimiento, le hizo la sangre arder dentro de las venas. Si tuviera la oportunidad, lo mataría él mismo, pero, aquel no era el modo correcto. No podía tener más sangre en las manos si quería estar junto a Natasha y Emily. Además, si hacía lo que su corazón le gritaba, sería él quien terminaría en la cárcel y no podía dejar solas a sus chicas favoritas.

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