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Peridot tecleaba repetidamente en su computadora, mientras miraba a la pantalla con seriedad. Salem entró al consultorio y se mantuvo haciendo una mueca.

—Hola, Peri —forzó una sonrisa, apoyándose en el mostrador.

—No tienes una cita, Salem —se inclinó, mirándola y acomodó sus lentes. —Creí que ya habías hablado con todas las diamantes.

—Por supuesto que no: White Light no me atendió —vaciló.

—Hubiera sido peor para ti; ella ya te hubiera corrido —Salem mostró sus colmillos y rió entre dientes.

—Oh, no, apuesto que ella se correría —le guiñó el ojo y sacó su oz, apoyándose en ella.

—Ya sabes las reglas, Salem: sin guadañas en el——

—Sí, sí, cierra la cola —le colocó un dedo en sus labios. —Déjame entrar, necesito hablar con la polígama.

—¿Con Pinky Promise? ¿No hablaste ya con ella? —Salem desvió la mirada.

—Sí, pero es algo urgente —la miró nuevamente —demasiado.

—¿Más urgente que su orgía matutina? —Salem se aferró al escritorio y puso los ojos en blanco, o en negro mejor dicho.

—¡Claro que sí! —exclamó.

—Mira, si no eres citada: debes agarrar un ticket y esperar tu turno, Salem —la miró de forma apenada.

—Vamos, sé que tú y yo somos muy buenas amigas —le tomó de la mano. —Lo recuerdas, ¿verdad? —le guiñó el ojo. —Podemos repetirlo algún día —trazó líneas imaginarias en las manos ajenas. Peridot dudó y miró las manos esqueléticas de la contraria.

—Te daré el ticket más cercano para entrar —sonrió perversa y rebuscó entre varios papeles.

—¡Excelente! ¡Eres la mejor, Peri–Peri! —al recibir el ticket su sonrisa desapareció. —¡¿Qué?! ¡¿Ciento ochenta y dos?! ¡Tengo una cena importante esta noche, Peridot! —le reclamó.

—Hay números peores, espera en la fila —le apuntó las varias sillas y Salem miró la pantalla donde estaba el número dos en esta.

—Te odio —se giró y se dispuso a sentarse.

...

—¡Salem! —la de costillas expuestas se levantó.

—¡Por fin! —gruñó y miró la hora en el mundo humano. Tendría los números justos pero puede llegar a tiempo. Entró al lugar y el olor asqueroso de Althea de forma excedente se expuso. Entre tantos suspiros de humanos y gemas que se encontraban desnudos en el suelo rosa, se lograba percibir una cama enorme llena de almohadones. En esta habían unas sábanas de seda brillantes donde era tapada una mujer atractiva de cabello enrulado y rosa, junto a un hombre de cabello largo y gordito.

—¿Sabes? Los humanos son tan extraños y tan atractivos —acarició el cabello café de uno de sus amantes, especialmente su favorito. —Me encantan la forma que ven el mundo, ¡que lo exponen! —rió entre dientes y suspiró. —Deberías intentar estar con uno, sin que distraiga tu trabajo, ¿sabes? —dirigió su mirada a Salem que se cruzó de brazos. Parpadeó varias veces y se destapó, dejando ver su cuerpo de piel rosada y su desnudez. Salem se cruzó de brazos y mantuvo su mirada fija en Pink. —Oh, Dios —chasqueó sus dedos dejando exponer un hermoso vestido rosa con escote. Era esos míticos de la edad Media, especialmente los de reina. —Amo esta clase de vestidos, lastima que en los cuadros aparezco con otros colores.

—Pipi, tenemos que hablar —la más alta meneó su mirada por la desnudez que la rodeaba. —En especial de tu hijo, él es un gran problema. No puedo hacer el trabajo, tuve que mentir——

—Spinel —la esquelética al escuchar aquel nombre se detuvo, callándose al instante. Los nervios comenzaron a exponerse y, a pesar de no tener piel, sus manos empezaron a sudar. —¿Ese era tu nombre? —miró sus uñas largas y también observó su dedo meñique amputado. —Es poco común, ¿a ella le gustaba?

—¿Hablas de Volleyball? —inclinó su cabeza, mirando sus manos. —Le gustaba.

—¿Por eso arriesgó sus juegos de ser travesti por ti? —ironizó. —No eres la más indicada de mentir respecto al amor.

—¡Lo sé, pero——

—Aún tú siendo quemada viva como la bruja zorra que eres, esperaste unos pocos años para volverte una parca para salvarte de tu sentencia: ¡y vienes y me traicionas, matando a mi maldita futura secretaria!

—¡La amaba! ¡Es un sentimiento que tú nunca entenderás! —le gritó. El rostro de la mayor se coloró de rojo y se aproximó a la menor, causando que esta retroceda.

—¡Ven aquí! —le gritó tirando de su túnica, causando que la enfrente y sin más, le quitó la cabeza de una cachetada. —¡¿Tú qué sabes del amor?! ¡Fue solo un simple capricho tuyo para enfrentar a tu madre! ¡No te veo viniendo todos los días para ver a Volleyball! —se dirigió hacia donde el cráneo y colocó su tacón encima de este. —¡Tú no eres la indicada! ¡Tú no sabes nada de promesas! —apretó un poco, llegando a agrietar la calavera. —¡Por algo no tienes el meñique!

—¡A ti también te falta el meñique! —le reclamó.

—¡Lo mío es un simbolismo, maldita puta bruja! —gritó con fuerza, y sin más destrozó aquella calavera. Miró el alrededor donde el suelo y las padres se destrozaron, habían crecido enredaderas y flora en las columnas y suelo, y aquellos humanos asustados. Pink suspiró y colocó una mano en su pecho, dejándose caer en el suelo. Agarró los trozos del cadáver de la parca y se mantuvo callada. Restregó sus ojos con pereza y respiró de forma agitada. —Te odio tanto, Spinel —apretó los dientes con fuerza y golpeó el suelo con su puño.

—Amor —susurró el humano gordito mirándola preocupado. La enrulada se giró y observó a su esposo.

—Greg, ¿ocurre algo? —lo tomó de la mano y dejó que sus lágrimas bajaran.

—Sé paciente —acarició su mejilla y ella observó en su mano también faltaba el meñique. Pink se quedó mirándolo en varios instantes. —Nuestro bebé depende de ella —la mayor se zafó del agarre y asintió. Se giró a mirar el cadáver de Salem y chasqueó sus dedos, recostruyéndola. Se limpió las lágrimas y se cruzó de brazos. La esquelética la miró sumisa y respiró a pesar de no ser necesario.

—Ya sabes qué hacer, no necesito decírtelo —le escupió y se giró, volviendo con sus amantes.

¿Cómo estás, Steven? | StevnelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora