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Steven se sobresaltó de su sueño y se sentó en la cama. Miró la hora y luego gruñó. ¿Cinco minutos para la alarma? Debía ser una broma.
Se levantó y comenzó a aprontarse para el instituto. Cuando bajó las escaleras, vio a su madre desayunando.

-Hola, ma, ¿Y mi almuerzo? -preguntó con cierta vergüenza. Se había acostumbrado a la bolsa del almuerzo que ella siempre le hacía. La policía le extendió la dichosa bolsa y le dejó un plato de huevos revueltos enfrente. –Por cierto, hoy iré a visitar a la tía Perla…

–Oh, bueno, ¿Le avisaste?

–Sí, le mandé un mensaje hoy de mañana. –Aclaró su garganta.

–Entonces está bien, suerte en el instituto y avísame cuando llegues a lo de Perla. –Le dio un beso en la mejilla y se colgó el bolso. –Ya me voy, cierra bien con llave.

Steven miraba la puerta de su madrina. Hacía algo de tiempo que no se veía con ella: desde que se volvió un cretino debido a su adolescencia. Aclaró su garganta y tocó el timbre, siendo recibido por Perla.

–Hola, tía. –Saludó. La crema lo dejó pasar con una sonrisa.

–Dios Santo, Steven, te extrañé muchísimo. –Caminó hacia la cocina, pasando el living. –¿Quieres algo para tomar? ¿Alguna merienda? ¿Chocolatada?

–Ya no soy un niño, tía –respondió avergonzado el menor. –Pero sí te acepto un café. –La mujer asintió y se dirigió a la cocina. Steven dudó si seguirla, pero se quedó sentado en el sillón, mirando sus manos con cierto nerviosismo.

A los minutos, ella volvió con dos tazas, una con té y otra con un café. Steven tomó entre sus manos el café y dio un sorbo.
Su madrina Perla vivía con sus otras dos tías (amigas del alma de su madre Rose): Amatista, una muchacha morena bajita de cabello teñido de rubio; Garnet, una mujer morena altísima y deportiva con un afro cuadrado; y Perla, (o ahora descubierta como Lilith) una mujer delgada y alta, con piel blanquísima y un pelo corto estilo Karen de color rubio crema. Actualmente ella tiene citas con una mujer llamada Bismuto, que trabaja en una herrería.

––Es lindo verte. Pero yo sé que no vienes porque me extrañes. ––Dio un sorbo a su té. —¿Qué te trae por aquí? ––Steven se sintió nervioso por la ida al grano de su madrina, pero no la juzgó. Tomó un sorbo de su café y lo dejó en la mesa.

––Bueno… Conocí a una chica.

––Wow~. ¿Cómo es? ¿Es linda? ¿Simpática?

––Se llama Spinel ––dijo esperando una reacción. Perla escondió su rostro en la taza de té, mientras evitaba su mirada. ––Y ella me habló de que te conoce.

––Hasta donde sé con el único adolescente con el que me hablo, eres tú ––intentó evitar. Steven miró su café unos segundos, reflexionando cómo abarcar la situación.

––Conocí a… las Diamantes. —Se sobresaltó al escuchar el estruendo que hizo la taza de té al caer al suelo. Miró fijamente los pedazos de la taza y su líquido escurriéndose entre la madera. Steven se animó a mirar el rostro de Perla, en donde sus ojos temblaban. Se agachó a recoger los pedazos, pero sus manos también temblaban. Steven se agachó con ella. ––Tía… –Quiso tomarle la mano, pero ella le evitó.

––¡No me toques! ––gritó, para luego taparse la boca. ––Lo siento… No fue mi intención gritarte. ––Tragó saliva. Steven esperó. ––No sé de qué hablas, Steven.

¿Cómo estás, Steven? | StevnelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora