2 • Catatonia

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—¡Malía! ¿Qué ocurrió? —dice una voz que reconozco como la de mi madre. Intento hablar, pero el cuerpo no me deja—. ¡Malía! Te estoy hablando.

Si pudiera describir con palabras lo que siento ahora mismo mamá, utilizaría una en particular. Vacío.

—¿No vas a responderme? ¿Qué haces en el suelo? —no puedo verla, pero sé que se está desesperando—. Es increíble cómo te la arreglas para arruinar todo, nos estábamos llevando bien.

Estábamos, en pasado.

El teléfono suena interrumpiendo los alaridos de mi madre y ella se retira de mi habitación sin pensárselo dos veces, dejándome sola con mis pensamientos y este horrible sentimiento.

A veces la vida decide otorgarles las batallas más desgarradoras a las mejores personas. No porque las merezcan, sino porque tienen las más altas probabilidades de supervivencia. Cuando lidias con batallas que tu sabes de antemano que van a llevarte a la tumba, me cuestiono constantemente porque son elegidos los mejores soldados para su destino a morir.

Logro escuchar el grito desgarrador que lanza mi madre desde el comedor y una lagrima cae por mi mejilla en inercia. Si pudiera gritar lo haría, pero mis energías se han ido hace un buen rato ya, y al parecer no están dispuestas a aparecer.

Tengo la vista nublosa, y mi mente parece encontrarse en una especie de limbo sin retorno. Esto definitivamente no es un ataque de pánico. O quizás lo es y no he prestado suficiente atención a mis clases.

Un ruido seco se escucha en la habitación y mis alarmas se encienden. De fondo aun puedo escuchar a mi madre llorando y hablando con el médico.

—Malia, escúchame con atención no tengo mucho tiempo —dice una voz masculina de repente.

Reconozco aquella voz, aunque no me es familiar en absoluto. En cuanto su rostro aparece frente al mío intento visualizarlo, pero solo alcanzo a ver pequeñas manchas borrosas.

—Se que no puedes responderme, pero sé que me entiendes —dice el y una especie de alivio me rodea.

—Estas paralizada, necesito que mantengas la calma porque puedes empeorarlo. No puedo explicarlo todo ahora, y se que no tienes ni idea de quien soy. Volveré en unas horas con ayuda, tu solo aguanta.

Si tan solo pudiera decirle que calma es lo ultimo que siento ahora mismo.

—Estarás bien, te lo prometo.

Lo escucho irse y, así sin más, me encuentro sola nuevamente. No se que me esta ocurriendo y la desesperada necesidad de entender es abrumadora. Solo se con seguridad que Amy ya no está, ellos me lo dijeron y mi madre acaba de confirmarlo. Puedo escucharla gritar mi nombre desde el comedor, pero sigo sin poder moverme. Un dolor agudo se instala en mi cabeza y determino que no vale la pena seguir intentándolo, seguir resistiéndome. Lentamente voy cediendo al sueño, y para cuando quiero darme cuenta, mi cerebro se ha apagado fugazmente.

 Lentamente voy cediendo al sueño, y para cuando quiero darme cuenta, mi cerebro se ha apagado fugazmente

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—Malía, sigue la luz.

Parpadeo un poco desorientada y le hago caso a la voz del doctor. Sigo la linterna con los ojos a medida que el la mueve de un lado a otro, luego anota algo en la planilla y sin más se va. Ya ha pasado una semana, o eso creo. Sigo en estado de shock, o como a ellos les gusta llamarlo, catatonia. Por lo poco que he escuchado, los médicos han deducido que la noticia sobre mi hermana me ha dejado así, en estado catatónico y sin signos de mejora. Mi madre trata de explicarles que yo no sabia nada sobre el asunto para ese entonces, pero ellos la callan constantemente haciéndole saber que no hay otra razón por la que yo haya terminado en este estado.

—Esta llamando la atención, le gusta hacerlo constantemente —alude ella con un tono de cansancio. Debe pensar que no la escucho porque se encuentra fuera de la habitación, pero lo hago y me recuerdo mentalmente que así es ella, y que no debería molestarme por el asunto.

—Dudo que lo haga señora O'Brien. Malía presenta el diagnostico exacto de catatonia, podrían pasar semanas o meses, pero creemos que con el tiempo volverá a ser ella misma —refuta el doctor y escucho a mi madre resoplar.

—Lo hizo cuando murió su padre, y lo esta haciendo ahora nuevamente. No puedo lidiar con esto ahora, no puedo hacerme cargo de ella.

Siento como una lagrima cae por mi mejilla involuntariamente. No entiendo como aun no he perdido la cordura. Cada vez que siento que estoy a punto de explotar, recuerdo la voz de aquel muchacho diciéndome que volvería con ayuda. Una semana ha pasado y aun no lo he visto. A veces pienso que lo he delirado, que fue producto de mi imaginación, un resultado del shock del momento. Intento rememorar aquella noche constantemente, pero no salgo con ninguna respuesta sobre el asunto. Era como si algo en lo mas profundo de mi ser supiera de antemano lo que estaba sucediendo, y efectivamente, estaba en lo correcto.

La noche se hizo ver por la ventana del hospital, pero yo no lograba conciliar el sueño. Mi madre había desaparecido hace ya un rato largo, e internamente agradecía no tener que soportarla por lo menos unas horas. Sus palabras eran como dagas perforándose en mi cabeza, y aunque no me sorprendía, no dejaba de dolerme. Ella era así, así había aprendido a quererla, no valía la pena hacerla entrar en razón y yo estaba bien con eso. Amy tomaba su lugar, era mi mejor amiga, todo lo que mi madre no hizo, mi hermana consiguió la forma de hacerlo en su lugar. Por mí, y por nosotras.

Las puertas de la pequeña habitación de hospital se abrieron y mi mirada fue a parar allí. Una enfermera que ya conocía hace rato se acerco a mi camilla y comenzó a revisar el tubo de alimentación. Abrió los cajones de la mesilla a mi lado y comenzó a rebuscar dentro del montón de medicamentos.

—Lo siento Malía, se que esto no es lo mejor para ti, pero es lo que tu familia a pedido. Se que me entiendes, a medias.

La entiendo perfectamente, aunque no sé a qué se refiere.

Veo como inyecta una jeringa en un pequeño recipiente que no llego a identificar. Luego lo retira y lo acerca a uno de los tubos que se encuentran conectados a mí.

—Te trasladaran a la Casa Sullivan, tiene buenas recomendaciones, y es un lugar capacitado para tu situación. Quizás nos volvamos a ver en unos meses, cuando estés mejor.

Intento replicar, pero la voz no me sale. Quiero moverme y evitar que me lleven a ningún lado, pero mi cuerpo no ayuda y el cansancio me va envolviendo a medida que ella inyecta el medicamento.

—Vendrán a retirarla en unos minutos —dice la voz de mi madre desde algún lado de la habitación. Caigo en un profundo sueño que no puedo controlar, y no me despierto hasta que ya es demasiado tarde.

 Caigo en un profundo sueño que no puedo controlar, y no me despierto hasta que ya es demasiado tarde

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¡Hola a todxs nuevamente! Capitulo 2 actualizado y editado. Seguiré actualizando y editando algunos capítulos en estas semanas así que manténganse atentos. ¡Nuevos capítulos próximamente también! Nos vemos en el próximo capítulo.

Delirios [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora