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Asesto una patada que es atajada rápidamente, Freya dobla mi pie y me hace girar a lo que caigo de bruces contra el suelo. Aquella tarde del viernes, Terrence no había podido asistir a la clase de siempre, así que la rubia se había ofrecido a ayudarme. Llevo mi vista a ella mientras me pongo de pie nuevamente, y ella me regala una sonrisa orgullosa.

—Te estas divirtiendo con esto ¿verdad? —pregunto, enarcando una ceja.

—La verdad es que sí.

Su mano se alza con rapidez hacia mi rostro, a lo que la esquivo propinándole un golpe en el estómago. Me arrepiento de inmediato en cuanto la veo hacer una mueca, y me acerco hacia ella preocupada.

—Lo siento, no quería lastimarte.

En un santiamén ella me esta amarrando en una llave que me deja inmovilizada.

—Fácil de engañar, te harán puré cuando entrenes con el resto —dice soltándome y me analiza con la mirada—. Eres pequeña y tienes que saber posicionarte para que no lo usen en tu contra.

—Me has engañado, así no vale —replico y ella gira los ojos.

—Los demás son peores, y la mayoría lleva entrenamiento desde hace años. Aprendes rápido o te jodes —ella suspira y toma mis brazos poniéndolos en posición—. Vale, intentémoslo de vuelta.

—Estoy seriamente pensando reemplazarte con Dylan —le digo y ella resopla divertida.

—Mi hermano no puede golpear ni a una mosca, el es bueno con la mente no con el cuerpo.

Vuelve a arrojarme un golpe que no llega a tocarme, y me agacho tomándola por la cintura tirándola al piso conmigo.

—¡Me has tacleado! —empieza a reír y me retiro de sobre ella, recostándome a su lado en el piso.

—Usé mi altura a mi favor —dije orgullosa y ella gira su rostro en mi dirección. Las risas de ambas cesan luego de un rato y nos sumimos en un silencio cómodo.

—¿Te sientes mejor? —me pregunta y se que se refiere a lo de la otra noche.

—En parte si, y en parte no.

—Puedo entenderlo. Lo siento por lo de tu hermana, yo no sé qué haría sin Dylan.

—Yo no hice mucho, más que quedar catatónica en un psiquiátrico y estar drogada la mayoría del tiempo —dije a modo de broma sacándole una risa.

—No sabia que era lo que esperabas tu de lo que íbamos a hacer la otra noche, no hubiera insistido si lo hubiera sabido, realmente lo siento Malía —dijo y pude ver la sinceridad y la culpa reflejadas en su rostro.

—No me enoje contigo, no era tu culpa. Estaba mas enojada conmigo, parece ser que todo lo que intento es inútil.

—Si me preguntas a mí, creo que lo estas haciendo de maravilla teniendo en cuenta todo lo que te ha pasado en este tiempo —dijo sacándome una sonrisa—. Yo era un desastre cuando llegue aquí, y era solo una niña.

—¿Puedo preguntarte que ocurrió? —dije en un susurro temiéndome que se enojara, pero ella solo miro al techo sin expresión alguna, guardando silencio por un rato. Puede notar como su cerebro se debatía en si hablar o no, y me reprendí mentalmente por presionarla—. Esta bien si no quieres hablar de ello.

Ella negro con la cabeza en señal de que no le importaba, y trago saliva dispuesta a comenzar a hablar.

—Éramos muy pequeños, Dylan y yo, el abuelo nos había llevado a Central Park porque tenia que reunirse con un amigo, nosotros estábamos jugando a su lado hasta que en un momento me quede sola. El abuelo quería enseñarle a su amigo las cosas que podía hacer Dylan, el siempre fue el mas astuto de los dos, y su magia apareció mucho antes que la mía. El abuelo estaba orgulloso. Me quedé observándolos hasta que en un momento me aburrí y decidí caminar, no conociendo bien la dirección a la que iba. Cuando quise darme cuenta los había perdido, y estaba en la acera sin saber a dónde ir.

Delirios [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora