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Mis ojos pesan y me cuesta abrirlos, lo primero que atisbo al abrirlos es la luz de la hoguera a mi costado. Reconozco las paredes como las de la enfermería, y un flashback del día en que llegue al instituto me asalto. Intento sentarme, pero una mano me lo impide.

—Despacio Malía —dice Prudence, y achino los ojos para comprobar que es realmente ella—. Te hemos sacado todo el humo de los pulmones, pero puede que todavía estés un poco afectada.

Cierro los ojos y vuelvo a abrirlos en un intento de desperezarlos. Tenia muchas interrogantes en mi cabeza, y una de ellas era el porque de que Prudence estuviera allí cuidándome, pensé que me odiaba.

—No te odio, solo no me agradas. No es nada personal —me mira divertida y frunzo el ceño en su dirección—. Necesitamos que hables para saber si la valeriana a salido de tu organismo.

—Deja de meterte en mi cabeza —le espeto con la voz ahogada y ella escribe algo en una planilla a su lado—. ¿Dónde está Freya?

Sus rasgos dejan de ser divertidos de inmediato y el pánico me invade. ¿Dónde estaba Freya?

Me salgo de la cama en un arrebato y escucho como ella intenta pararme, pero no le hago caso. Mi mirada se dispara en busca de la rubia, pero lo único que se encontraba a mi alrededor eran camas vacías. Un mareo me asalta y tomo asiento a regañadientes.

—A Freya la han trasladado, mi ayuda no era suficiente, necesitaba a un sanador —me explica Prudence y veo como se retira en busca de algo—. Toma, debes beber algo.

Un vaso de agua aparece frente a mis ojos y lo tomo dubitativa pero agradecida al mismo tiempo. Luego de que mi garganta se ve menos dolorida, me dispongo a hablar.

—¿Por qué estas tu aquí? —le digo brusca y no puedo evitarlo.

—Me estoy preparando para ser sanadora —me dice y la miro estupefacta—. No te sorprendas mucho rojita, soy buena en lo que hago.

—¿Saben que ha pasado? —le pregunto para evitar una discusión y cambiar de tema.

—Había valeriana en la fogata, los estaba asfixiando. Ahora abre la boca —me dice y hago caso—. Buena atajada, por cierto. ¿Cómo lo sabias?

Cierro la boca en cuanto ella termina de examinar algo y se retira hacia la planilla a escribir lo que sea que ha visto.

—Deducción —dije y me alcé de hombros. Ella me echa una mirada de reojo que daba a entender que no me creía nada, resoplo resignada y me dispongo a explicarle—. Yo no había bebido nada, así que solo quedaba esa opción. A los humanos les pasa seguido, aunque no lo creas. Se dejan el gas abierto de la cocina y este los mata lentamente, pasando desapercibido.

—La persona que hizo aquello quiso pasar desapercibido.

—¿Fue alguien? ¿Cómo lo saben? —pregunte, girándome rápidamente hacia su dirección.

—La fogata fue preparada por Terrence, no estaba contaminada antes de la fiesta. Alguien puso la valeriana en el intervalo donde Terrence no estaba y la fiesta no había comenzado. Alguien quería lastimarlos —dijo ella y percibí compasión en su voz—. Gracias por evitar que yo fuera, se que Dylan dijo que me llamaran y tu no los dejaste. Sabias que iba a colapsar como ustedes.

Asentí levemente y le regalé una sonrisa que ella no correspondió. Pude notar como le costaba bajar la guardia de vez en cuando, su carcaza de chica mala no la dejaba.

—¿Por qué Freya esta peor que yo? Ambas llegamos a la fiesta al mismo tiempo, sin embargo, yo ya estoy recuperada, y ella...

—No me dejan decirte, lo siento. Pero se pondrá bien, en unos días ya estará aquí —dice ella y ni siquiera me mira. ¿A que se refería con eso?

Delirios [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora