KENT. PRESENTE.
—No pasarás el capítulo —aseguró Lorrain.
El desayuno se había terminado un rato antes y nadie parecía haberse percatado de mi ausencia durante todo el día de ayer. Volvía a estar enfundada en un vestido negro que, aunque madre insistía que era un desperdicio, el color realzaba mis rasgos faciales de un modo que me gustó.
Lucía imparable.
—Sigues sin saber si te ama —murmuró mi tía colgándose de mi brazo.
Seguíamos a mis hermanos y a sus esposas por el jardín trasero mientras paseábamos. Una vez allí, cruzamos buscando la sombra de los árboles frutales hasta llegar al roble. Mi querido roble.
—No tengo idea de dónde tiene su residencia de verano el vizconde de Portman —prosiguió—. Tampoco creo que esté en su casa de Londres todavía, pero podemos averiguar de dónde saldrá el buque que va a Nueva Gales del Sur.
La miré un instante, y decidí dedicarme a observar la espalda de mis hermanos, caminando delante de nosotras. Siguió ella, sin cesar, dando ideas disparatadas que no me molesté en entretener o en apaciguar puesto que, entendí, la ayudaban a pensar en algo que no fuese la defunción de su esposo.
Cuando llegamos al roble, Kenneth se la llevó aparte para hablar de asuntos importantes; después ella regresó al interior de la casa mientras los demás nos relajábamos en el jardín.
No sabría decir cuánto tiempo pasé allí tumbada, viendo las hojas del árbol balancearse con la brisa fresca sobre mi cabeza, pero, en algún momento, mis ojos se cerraron. Al volver a abrirlos, James y Kate estaban a mi lado y, un poco más tarde, se unieron Kenneth y Brook.
Tal vez pasó una hora hasta que alguien habló.
—Al parecer nuestro tío era muy adinerado —contó James y Kenneth rio. Me giré para ver la expresión feliz de este último.
—¿Cómo no nos has dicho nada de esto, Sarah? —preguntó Kenneth con las manos tras la cabeza, tumbado.
—¿Cómo no se os ha ocurrido visitar a tía Lorrain antes, hermano? —quise saber en respuesta—. Lo hubierais visto vosotros mismos. —Reí, ¿dónde esperaban mis hermanos que viviese un duque? ¡por todos los cielos!
—Yo estaba ocupado aprendiendo a ser conde —explicó Kenneth.
—Y yo estaba ocupado aprendiendo... —James dejó la frase a medias y Kenneth soltó una risotada. No tenía excusa.
—Estabas ocupado escribiendo la historia de Jeremiah y Clara —apuntó Kate. Nos paramos a mirarla, nadie entendió la broma. Su esposo sí la entendió, sin embargo, pues la estaba observando con un brillo de amor en los ojos.
Sin embargo, esa broma fue una gran revelación para mí. Pues hay veces en la vida, en la que estás tan obsesionada en arreglar lo que tú ves como tus grandes problemas, que no miras más allá. No ves a los de tu alrededor y cómo puede que estén sintiéndose. Kenneth siendo conde, James inventando historias, yo con el corazón roto, Will con su miedo, Austin con su duelo, Lorrain y su soledad, madre y la tracción. Berrington y lo que fuese por lo que debía estar sufriendo a escondidas y que le imposibilitó tener una relación cercana con su esposa.
—Supongo que los Benworth no hemos nacido para formar parte de la alta sociedad —murmuró Kenneth.
—¿Qué creéis que diría padre? —preguntó James Y hubo un largo silencio. Nadie quiso contestar.
—Eres valiente, Sarah —me halagó Brook—. Antes de conocer a Kenneth, pensé en buscar el modo de vivir el estilo de vida que tú has elegido —contó—, y recuerdo pensar en cómo iba a decírselo a Thomas y Gillian.
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Una noche en Rosefield Hall [Benworth Series III] - Romantic Ediciones
Historical FictionAl darse cuenta de que se ha enamorado de William, el amigo de sus hermanos, Sarah intenta huir. En su viaje reconstruyéndose el corazón, encontrará la ayuda inesperada del Marqués de Sittingbourne. Y eso cambiará su vida para siempre. ...