SIETE

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SIETE

GLASSMOOTH, CINCO VERANOS ATRÁS.

Llevaba horas sin verle.

Un mozo de cámara le había traído una carta a William y él había salido del salón del desayuno con una sonrisa para atender lo que fuese que aquel pedazo de papel quería de él.

Era hora de cenar y Will aún no había aparecido. Esperé paciente, ocupada, a que él terminase y viniese a por mí para contarme de qué se trataba. Pero aún no había regresado y yo ya no sabía qué hacer.

Kenneth y James, tan preocupados como yo, deshacían su propio desasosiego en mí, como siempre.

—Pero ¿dónde está? —preguntó Kenneth

—Nos ha dejado colgados con el plan de esta tarde —respondió James con enfado—. Y era francamente bueno.

Yo hice una mueca horrenda e intencionada. ¿Qué tontería era aquella? ¿Estaban más obstinados por no acudir al plan que por lo que fuese que le había impedido asistir? ¿En serio? ¡Qué poca sensibilidad!

—Buenos amigos —musité con sarcasmo.

—De ser buena amiga ya te ocupas tú, ¿no? —soltó James de pronto y le miré sorprendida. Eso había sido un golpe bajo—. Deja de poner esa cara —añadió— o cuando Morris entre por la puerta, le asustarás.

Le ignoré completamente al tiempo que me levantaba y me dirigía a la puerta de salida.

—¿Y ahora a dónde vas? —habló Kenneth.

—Adonde quiera —contesté con una mueca—. No sé por qué crees que deba darte explicaciones a ti.

—Peleona —murmuró James con un deje cínico. Sabía que se estaba gestando una pelea espectacular debido a la tensión.

—No me malinterpretes, ¿de acuerdo? —alegó Kenneth girándose hacia mí y yo aguardé con los puños apretados—. Pero William es nuestro amigo y no el tuyo, y por más que este verano parece que solo le interesas tú —declaró alzando una ceja—, mejor será que no te hagas muchas ilusiones.

Hubo un silencio sepulcral. Sentía mis mejillas calentarse y mi corazón latir fuertemente.

—Entendido. —Me limité a decir entre dientes.

El verano había comenzado un mes antes y desde que William llegó, estuvo en todo momento a mi lado. No se separó de mí más que para ir a dormir. Fue ese el verano en el que no se movía de la casa si yo no quería unirme a los juegos o planes de Kenneth o James, y fue cuando nos confesamos miles de estúpidos secretos de niños. También fue el verano en el que los celosos eran ellos y no yo.

Era mi amigo, alguien demasiado importante para mí.

Yo sentía aquel agradable calor cada vez que sabía que él estaba cerca. Me reía, me enfadaba, me hacía la difícil y juraba delante de él, era yo misma sin preocuparme de qué pensaría o si me creería una niña pequeña y tonta. Pues él mismo se encargó de asegurarme que la mejor versión de mí misma era aquella, la natural, la innata. La mejor versión de mí era yo misma. Punto.

Y todo fluyó tan libremente aquel verano que William perdió el interés en hacer cosas de niños pequeños. O eso decía. Por eso prefería salir a cabalgar, leer, dibujar, tocar, correr, sentarse... Todo conmigo.

Él era mayor que yo, como James, y había infinidad de cosas que podía hacer sin mi ayuda, claro, pero siempre buscaba la manera de hacerme partícipe o demostrarme que sin mí no podía hacerlas.

Una noche en Rosefield Hall [Benworth Series III] - Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora