GLASSMOOTH, OCHO AÑOS ATRÁS.
- ¿Qué haces aquí, William? -dije sin levantar la vista de mi cuaderno de cálculo.
- ¿Cómo me has visto? -preguntó juguetón. -Ni siquiera levantaste la nariz de tu intento por parecer una niña buena.
Le fruncí el ceño al número con decimales escrito delante de mi antes de dirigirle a él una mirada de aburrimiento.
Fue entonces cuando recordé el motivo por el que seguía escondida estudiando matemáticas en vez de salir a tomar el té a la terraza.
Era, como siempre, por culpa de William.
-Si vas a ser tan ingenioso como Kenneth y James, te sugiero que vuelvas por donde has venido -su sonrisa era radiante, juguetona. -No vas a conseguir nada de mí con esa actitud.
Pero debo aclarar que el motivo por el que William Morris tenía la culpa de mi confinamiento había cambiado de un día para otro, al igual que cambió su aspecto y su comportamiento a mi alrededor.
Una tarde de aquellas en las que venía a consolar mi llanto al salón de juegos, algo pasó con mis ojos, porque de pronto le vi distinto.
Su cabello rubio era hipnótico bajo los rayos del sol, al igual que sus ojos azules y su sonrisa encantadora. Sus rasgos eran débilmente menos aniñados ahora, y su actitud acompañaba a su crecimiento físico de un modo irritantemente atrayente.
Me descubrí respirando tan fuerte que hasta él, que siempre se fijaba en el mínimo detalle, se preocupó por mi salud.
-Siempre tan encantadora -la comisura de sus labios se elevó en una mueca torcida.
Dejé caer el lápiz sobre el cuaderno, enderecé la espalda y le miré fijamente a los ojos cuando dije:
- ¿En qué puedo ayudarle señor Morris? -él provocaría cosas raras en mi respiración, pero yo sabía jugar mis cartas perfectamente.
-Eso está mejor -dijo sentándose delante de mí con los ojos brillantes y los labios apretados. Sentí mi pecho hincharse fuertemente en mi vestido mientras hacía el mayor esfuerzo por no enfurecer. Él miró atentamente ese movimiento. Admito que fue un momento más largo de lo normal, pero aguardé paciente a que volviese su atención a mi rostro.
Y eso fue infinitas veces peor, pues enrojecí violentamente.
Esperaba que se burlase de mi, pero en vez de eso me observó un momento más antes de sonreír radiantemente.
-Toma -dijo entonces y dejó delante de mí una cajita cerúleo con un lazo blanco.
- ¿Qué es esto? -murmuré mirando con una especie de terror el objeto sobre la mesa.
-Es -comenzó él, pero le corté antes.
-Una broma -sentencié volviendo a mirar sus ojos oscurecidos.
-No -dijo frunciendo el ceño ligeramente. Muy ligeramente. William solía sonreír siempre y por todo.
-Kenneth y James al fin te han convencido para que entres en sus juegos -murmuré con desgana.
Él soltó una risotada que pareció salir de lo más profundo de su ser y yo volví a coger el lápiz dispuesta a no mirarle ni un segundo más de mi vida.
-Deja de ser una tonta -dijo él cogiendo el lápiz en un movimiento rápido. -Sabes que yo siempre estoy de tu lado -sin que pudiese esperármelo, el toque de sus dedos en mi mentón me sorprendió tanto que pude atragantarme con mi propia respiración. Sus ojos se pusieron en los míos de un modo sorprendentemente intensos, como nunca antes los había sentido. -En una semana es tu decimosegundo cumpleaños y no voy a estar aquí -de pronto no sonreía. -Quiero que tengas mi regalo antes de que me vaya.
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Una noche en Rosefield Hall [Benworth Series III] - Romantic Ediciones
Fiction HistoriqueAl darse cuenta de que se ha enamorado de William, el amigo de sus hermanos, Sarah intenta huir. En su viaje reconstruyéndose el corazón, encontrará la ayuda inesperada del Marqués de Sittingbourne. Y eso cambiará su vida para siempre. ...