GLASMOOTH. PRESENTE.
La cena fue extremadamente tensa. Pero mucho, mucho.
Austin no se separó de mi lado hasta que nos sentamos a la mesa. Después de ver a Harding entrar en el comedor, ir directo hasta mí y besar mi mano, su postura se había vuelto protectora. Y eso me gustó.
William se sentó delante de mí y me miró sin parpadear durante toda la velada. En uno de los momentos que le devolví el gesto, se lamió los labios para empezar a hablar conmigo, pero Brook, que estaba a mi lado, se anticipó y comenzó una conversación eterna con él, de cualquier cosa banal que se le pasaba por la cabeza. De fondo podía escuchar a Sheena parlotear con Kate y James y mirar con coquetería y descaro al hombre que yo tenía enfrente.
Lo bueno fue que, por una vez, no tuve tiempo para perder compadeciéndome de mí misma ni de preguntarme tres millones de veces más cómo diablos había acabado en aquella situación.
Ya lo sabía y era hora de afrontarlo y aceptar la responsabilidad que mis líos habían traído. Henry me incomodaba, y William me creaba inseguridad y miedo, además de tristeza y soledad y muchas ganas de llorar. Sheena me daba celos. Y Austin era el único que conseguía ayudarme a dejar de pensar en ellos.
En algún momento antes de que el segundo plato se sirviese, un sirviente llegó hasta William, le susurró algo en la oreja y le dio un pequeño papel doblado. Él me miró un segundo fugaz, con sus intensos ojos azules. Luego se llevó el papel a las piernas, dejándolo escondido debajo de la mesa y lo leyó. Sus ojos, instantáneamente oscurecieron y puso su espalda recta y los hombros tensos. Levantó la vista del papel y buscó a Sheena, quien, con el codo apoyado indebidamente sobre la mesa, se acariciaba los labios. Cuando él la miró, ella le dedicó una sonrisa tremenda.
Intenté ignorar lo mucho que me dolía la mandíbula de apretar los dientes y respiré profundamente, intentando no reaccionar al bufido de Brook. Kenneth, al lado de William, le observaba curioso.
Entonces, Morris suspiró, puso el papel sobre la mesa y con sus dedos lo arrastró hasta tocar los míos. Observé la nota, le observé a él. Debajo de sus ojos se estaban creando unos círculos más y más oscuros cada vez. Era la culpa.
Brook me dio un toque para que leyera el papel, pero yo puse un dedo sobre este y lo arrastré de vuelta hacia William.
—¿Qué es? —preguntó Kenneth divertido—. ¿Ya empezáis con vuestros juegos?
William, mordió su labio y relajó su rostro.
—Por favor, Sarah. —Y deslizó de nuevo el papel hacia mí—. Dame la oportunidad de empezar a demostrarte cosas.
—¿Qué debes demostrarle? —Kenneth sonreía de oreja a oreja y William estaba muy serio, así que mi hermano añadió—: Sarah, dale la oportunidad al pobre.
Brook cogió la nota y la abrió. No la leyó, pero la dejó abierta encima de mi mano. Yo, sin embargo, seguía viendo a quien tenía delante de mí.
¿Quería saber lo que ponía allí? Por supuesto. Pero podía ser que me revolviese las tripas. William, sin embargo, me miraba esperanzado. Quería poder confiar en él, de verdad que quería.
«Quiero volver a ir a tu habitación esta noche. Deja que te demuestre que podemos funcionar juntos. Tuya, Sheena.»
Asentí lentamente. Podía esperarme que dijese algo así. La escuché hablar aquella tarde, sabía qué quería de él. Eso no me hizo sentir mejor. Al contrario, ahora tenía miedo. Aquel era un movimiento astuto y pícaro. Cualquier hombre disfrutaría mucho jugando a algo así con una mujer bonita.
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Una noche en Rosefield Hall [Benworth Series III] - Romantic Ediciones
Ficción históricaAl darse cuenta de que se ha enamorado de William, el amigo de sus hermanos, Sarah intenta huir. En su viaje reconstruyéndose el corazón, encontrará la ayuda inesperada del Marqués de Sittingbourne. Y eso cambiará su vida para siempre. ...