GLASMOOTH. CUATRO VERANOS ATRÁS.
—¿Me has hecho llamar? —preguntó William.
Al entrar a la habitación besó mi frente y me dio una bonita rosa roja que madre plantaba en su jardín y que él seguía cortando a escondidas para mí. En el baño tenía un florero de porcelana con una docena de rosas secas o en proceso de secado. Todas de William. A este paso, madre vería que algo estaba pasando, ya que su rosal estaba quedando vacío.
—Te he mandado una nota porque necesitaba hablar contigo —expliqué cogiendo la flor.
—Aquí me tienes. —Con una amplia sonrisa llegó hasta el sillón y se sentó.
—He escuchado que regresas a casa. —Él apretó un poco la sonrisa y asintió—. Quisiera saber el motivo.
—Se me necesita en Londres para hacerme cargo de unos asuntos familiares. —Ambos nos miramos. Olí la rosa.
—¿Volverás a Glassmooth antes de que termine el verano? —quise saber. Algo extraño se apretó en mi pecho, no quería que se fuera.
—Volveré tan pronto como me sea posible. —Vio la mueca en mi rostro, sabía que eso no era suficiente, así que añadió—: Si pudiese quedarme, lo haría.
—Lo sé —suspiré, le miré y sonreí—. ¿Me traerás algo de Londres?
—Por supuesto. —Acarició su pelo rubio y me observó con expectación. La luz de la tarde se colaba a través de la ventana haciendo que sus ojos azules brillaran—. ¿Qué te gustaría?
—Quiero que me traigas una piedra de Grosvenor Square. —Vi la sonrisa de William ensancharse. Grosvenor Square era el pequeño parque delante de su casa. Él creció en una de las partes más ricas de Mayfair.
—Pero no cualquier piedra —continué elevando un dedo—. Debe ser de Grosvenor y debe tener un tono azulado.
—Una piedra azul de Grosvenor Square —repitió—. Hecho.
Sonreí al imaginarle, con su traje de marqués y su elegante porte, agachado entre los arbustos de Grosvenor Square buscando una piedra azul para traerme.
William no regresó aquel verano y, al encontrarnos en Londres después de tres meses, no recordé lo que le había pedido.
GLASSMOOTH. PRESENTE.
No sabía qué esperaba, pero definitivamente era mejor así.
El destello que recorrió mi cuerpo mientras besaba a Austin fue de lo más desconcertante puesto que no lo había sentido antes con nadie. O, al menos con William, dado que era el único hombre al que había besado.
Algo más estaba pasando. Mis manos agarraban con tal fuerza las solapas de su chaqueta negra que creí que podría romperlas. Tenía los dedos de los pies retorcidos en los botines de piel y me estaba costando respirar. Pero él no se movió y no me permitió profundizar en el beso, así que lo único en lo que podía pensar era en lamer sus labios con mi lengua. Un calor intenso se expandió en mi pecho. Quería un poco más, solo un poco, y luego le soltaría y le dejaría marcharse a Nueva Gales del Sur para siempre.
Con suma delicadeza, y como si estuviese leyendo mis pensamientos, llevó sus manos a mi nuca, devolviéndome el beso en un gesto dulce y efímero antes de apartarse lentamente. Suspiré y dejé caer mis manos. Cuando abrí los ojos, él me observaba.
Y entonces pasó la siguiente gran cosa. Mientras nos mirábamos el uno al otro, con sus manos aún en mí, la idea de que yo pertenecía allí, a esas manos, me atemorizó tanto que di un paso atrás, rompiendo el momento. Luego, una nueva oleada de sentimientos me tumbó de un golpe: remordimiento, culpa, malestar al pensar en Will, en mí no confiando en él y yo haciendo esto.
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Una noche en Rosefield Hall [Benworth Series III] - Romantic Ediciones
Ficțiune istoricăAl darse cuenta de que se ha enamorado de William, el amigo de sus hermanos, Sarah intenta huir. En su viaje reconstruyéndose el corazón, encontrará la ayuda inesperada del Marqués de Sittingbourne. Y eso cambiará su vida para siempre. ...