SURREY. PRESENTE.
No había pasado demasiado tiempo con mi familia aquella última semana, y eso que se hospedaban allí. Brook y Kate se encargaron de prepararlo todo para la Navidad mientras yo iba y venía del pueblo con nuevas telas para las cortinas y las sábanas, y decoraciones o mobiliario que me faltaba para algunas estancias. Los sirvientes habían insistido en que aquella era su tarea y no la mía, pero había algo extremadamente relajante en decorar y preparar una casa a tu gusto. Me daba paz y, al explicárselo, terminaron por aceptarlo sin caras largas y acompañándome en el proceso.
Mis hermanos habían arreglado algún que otro tema de papeles y también del personal de la casa y, contra todo pronóstico, se habían encargado de los regalos de Navidad. Estaba ansiosa por ver qué nos habrían conseguido aquel par.
La nieve que caía ininterrumpida y débil había cubierto las calles del pueblo y todo el prado alrededor de mi casa, y cuando regresaba en calesa a esta, me invadía una dicha tremenda. Algunas veces, mientras la observaba en la distancia, también me preguntaba si sería demasiado grande para mí sola. Por supuesto que no era como Glassmooth, pero teniendo en cuenta que, por norma general viviría sola, el ala este quedaría inutilizada.
Y una de las tardes en las que paré a comprar unos dulces en la tetería de Dorking y observé a algunas chicas socializar y a una mujer pedir limosna bajo aquel devastador frío, se me ocurrió que tal vez podría usar la mitad de la casa para algo más.
Cuando aquella tarde entré por las puertas de Rosefield Hall II, tía Lorrain y madre ya me esperaban en el recibidor con unas sonrisas extravagantes.
—No has heredado el título —dijo Evangeline—, pero esto es digno de una duquesa. —La abracé y la besé. Llevaba el pelo negro suelto y sus mejillas lucían rojizas. Estaba más hermosa de lo que la había visto en mucho tiempo.
—¡Qué bien que estéis aquí!
—No nos perderíamos las primeras navidades contigo como anfitriona por nada del mundo —comentó Lorrain.
Ella lucía el pelo cano tan suelo como madre, y como el mío, valga decir. Sus ojos estaban brillantes de orgullo y llevaba un vestido precioso de luto con el cuello forrado en pelo blanco. De sus orejas colgaban las perlas más ostentosas que hubiese visto jamás.
—Duquesa de Barrington, bienvenida a Rosefield Hall II —bromeé.
Mi tía palmeó mi brazo con su mano enguantada y me atrajo en un estrecho abrazo. Al lado de aquellas dos mujeres pudientes y refinadas yo debía parecer una campesina. Pero no me importó. Estaba orgullosa de mí misma, con mi sencillo vestido verde oscuro y mis botas de piel que aislaban la nieve a la perfección. Ellas no dijeron nada al respecto, cosa que me llenó de dicha. Hasta madre comenzaba a aceptarme tal y como quería ser, cosa que parecía haberle estado costando mucho desde un principio.
Las conduje hasta la sala de estar y estudiaron maravilladas el precioso árbol de navidad. Cuando al fin se sentaron en los sillones, les serví el té que ya esperaba humeante en la mesita central.
—Diles al resto que la condesa de Glassmooth y la duquesa de Berrington están aquí, por favor —le pedí a la doncella.
—Ya lo saben —informó Evangeline—. Fue Brook quien nos acompañó a nuestras habitaciones.
—De hecho —comenté riendo—, debo reconocer que son Brook y Kate las anfitrionas de estas navidades. Yo no he hecho nada.
Le tendí la taza de té a Lorrain y luego a madre. Ambas dieron un pequeño sorbo y asintieron contentas.
—Tú has preparado todas las estancias y son preciosas —remarcó tía Lorrain.
—¿Cómo está Londres esta temporada? —quise saber, acomodándome en el sillón ocre.
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Una noche en Rosefield Hall [Benworth Series III] - Romantic Ediciones
Ficțiune istoricăAl darse cuenta de que se ha enamorado de William, el amigo de sus hermanos, Sarah intenta huir. En su viaje reconstruyéndose el corazón, encontrará la ayuda inesperada del Marqués de Sittingbourne. Y eso cambiará su vida para siempre. ...