TREINTA

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GLASMOOTH. PRESENTE.

Sarah,

Soy muy feliz de haberte conocido.

A tu lado he descubierto todo lo que en el pasado hice mal. He vivido contigo el dolor que le causé a otra persona y eso me ha ayudado a convertirme en un mejor hombre. Tú has sido la luz que necesitaba para guiarme fuera del oscuro agujero en el que estaba atrapado y, gracias a ti, hoy puedo seguir adelante.

Sé que lo sabes, pero lo repetiré para quedarme tranquilo: no estoy enfadado contigo. No hay nada por lo que debas sentirte mal, tú estás en tu propio proceso de aprendizaje y lo que ahora puedas sentir como un error, va a ser una gran lección. Créeme, ese es el único modo de verlo.

No has herido mis sentimientos, al contrario, me has hecho el mejor regalo que jamás nadie me podría hacer. Así que empecemos juntos de nuevo, cada uno en una parte del mundo y ambos sabiendo que somos felices.

Me disculpo por mi desconcertante comportamiento, espero puedas perdonarme.

Pensaré en ti, siempre con amor y deseando que la vida te depare lo mejor.

Hasta que el destino vuelva a unirnos,

con amor,

A.J. Gabriels

P.S.: Perdona que no me quedase a cenar.

Con la manga sequé las lágrimas bajo mis ojos.

Imaginé a Austin sentado en su calesa, mirando por la ventana de esta. Sus ojos esperanzados, su pecho rebotando y sus manos entrelazadas con nerviosismo mientras se dirigía a su nueva vida.

Estaba orgullosa de él, por superar su dolor y darle a su vida un nuevo sentido. Y, en cierto modo, sentía que él era un espejo de mí misma. Nos hicimos bien el uno al otro y aprendimos mucho de ambos. Jamás podría haber aprendido de William el perdón, ya que no podía perdonarle. Gracias a que Austin apareciera, sabía ahora qué debía hacer y cómo.

Así que, con mis ojos puestos en las puertas gigantes de Glassmooth, cogí aire y lo volví a soltar lentamente, y entonces, en voz alta me dije:

—Te perdono, Sarah Benworth. Te perdono por tus malas decisiones, por tus momentos de autodestrucción, por cometer errores y dejarte atrapar por el odio y el rencor. Te perdono por ser tan hostil contigo misma, te perdono por todas esas veces que has fallado, por las veces que has mentido y por las veces que no has dado lo mejor de ti misma. Te perdono por haberte marchado y haber dejado a tu familia. Te perdono por ser cobarde. Te perdono por no saber decirle a Austin nada de lo que sientes, te perdono por no poder sentir más por Will. Te perdono, Sarah por no ser como a mí me gustaría que fueras. Te perdono y te libero.

Después, arrastré con más fuerza las lágrimas de mi cara y con un suspiro añadí:

—Te perdono, William, por no ser como a mí me gustaría que fueras. Te perdono y te libero.

Porque no, amigas, las personas no son como nos gustaría que fuesen. Las personas son como son. Punto.

—Te perdono, Sheena, por no ser como a mí me gustaría que fueras. Te perdono y te libero.

Muchas veces idealizamos a quien está ante nosotros hasta tal punto, que cualquier cosa que haga que salga de nuestros planes, es una decepción increíble.

Eso no era culpa de William o de Sheena. Solo era mi culpa. Imaginando a un William bueno y a uno malo, al que me quería y al que me traicionaba, no estaba viendo la realidad. Pensando en Sheena como una buena persona al principio y como una mala persona desde que sabía que había intimado con William, tampoco era real.

Una noche en Rosefield Hall [Benworth Series III] - Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora