Parte 1: ¿Qué ha pasado?

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Corre, Corre....... [respiración pesada] no mires atrás, no mires atrás .... Pete se valiente ¡¡por favor!!

Pete se decía eso mientras corría sin parar, sus lágrimas cristalinas no dejaban de caer, no sabía a donde ir, hasta que un recuerdo abordo sus pensamientos, corrió y corrió, una universidad se pudo ver a lo lejos, sentía los pies arder, quizás sangraban algo, pero eso no le importaba, porque el dolor que el sentía en lo más profundo de su ser inundaban sus ojos, los cuales se llenaron de más lágrimas, sus pensamientos fueron interrumpidos cuando golpeo a alguien por la espalda.

- Lo siento, no te vi, fue mi culpa, lo siento, lo siento...

-No te preocupes, también venía distraído... ¿Estás bien?, ¿Te puedo ayudar en algo?

Esa voz gruesa saco por un momento de sus pensamientos a Pete, él tuvo curiosidad por ver el rostro de esa persona, subió ligeramente la vista para poder contemplarlo, era un joven muy bien vestido y olía demasiado bien, mientras se recuperaba de la impresión respondió:

- Si estoy bien, gracias.

El tono de voz de Pete preocupo a ese Joven, así que lo siguió en silencio, tratando de no ser visto, parecía dirigirse a la universidad, de pronto lo perdió de vista, fueron solo unos minutos mientras respondía el teléfono, este chico quedo deslumbrado al ver a Pete, no era el ver a un hombre llorar, tampoco el ver sus lágrimas, era más bien, un sentimiento de preocupación que ni él podía entender, tenía la necesidad de ver que él estaba bien, busco por todas partes en la universidad casi se rendía, hasta que vio que alguien estaba llorando en medio del campo de fútbol, se acercó, y paso a paso se pudo dar cuenta que era aquel chico, él cual no dejaba de tocarse el corazón como si estuviera a punto de arrancárselo.

La noche se encontraba algo fría, se sentía la melancolía en el ambiente, las estrellas estaban donde siempre, brillaban como siempre, pero se percibían totalmente diferentes, el sollozo de un chico con piel aterciopelada, labios color ligeramente rojos casi sangrantes se escuchaban como una triste melodía que acompañaba la brisa, esa brisa fría, que recordaban cuanto quería un abrazo de Ae.

- ¿Cómo ese chico puede estar ahí, solo llorando? ¿no está un poco grande para estar en la universidad? ¿porque me preocupe al verlo llorar?

El joven se preguntaba por eso, mientras contemplaba como lloraba, hasta que lo vio desmayarse, se preocupó tanto que corrió hacia él. Ahí estaba él acostado en el pasto verde, tenía los ojos hinchados, los labios rojos de tanto apretarlos, y las manos frías, muy frías, suspiro tan dolorosamente, como si supiera el dolor de aquel hombre que yacía ahí, una pequeña brisa los acaricio a ambos, el silencio reino, como si fuera el cómplice de dos corazones palpitantes que deseaban la felicidad, lo cargo como pudo y lo llevo a un hospital, no sabía su nombre y no llevaba nada para poder identificarlo, era un desconocido que parecía estar sufriendo.

Mientras estaba acostado en esa fría habitación de hospital, el parecía tan lamentable, ese joven tenía unas locas ganas de proteger a ese hombre que, aunque parecía ser un adulto le daba un aire a un joven maestro pulcro y sofisticado, observándolo bien pudo ver sus facciones, era demasiado bello, jamás había visto a un hombre tan guapo, aún en esa lamentable cama de hospital, el parecía una obra de arte.

-Tengo frío, mucho frío ¿Ae me puedes abrazar? ¡por favor!

la voz de Pete entre dormido y suplicante, hizo estremecer a aquel joven, sintió un frío recorrer por su columna, un vacío en el estómago se apodero de él y su corazón comenzó a latir como loco, dio un paso más cerca a la cama de Pete, las manos le temblaban, los pies se dirigían lentamente hacia aquella cama cada vez más cerca de él, tomo la mano fría de Pete y lo calentó con su aliento, su mano era tan cálida, se sentían tan suaves, Pete seguía pidiendo desesperadamente el abrazo de Ae, con sus manos temblorosas tomo el cuerpo delgado de Pete y ¡lo abrazo!, un cálido abrazo de dos desconocidos, era tan reconfortante, ambos lo necesitaban, ambos estaban solos, ambos estaban cayendo en un abismo que no tenía fondo, no por las mismas razones, pero el sentimiento de soledad estaba ahí, palpando un poco de su libertad y de su amor propio.

Esa noche la suerte ya estaba echada, tal vez era el destino, tal vez era la suerte, tal vez era Dios, o cualquier fuerza más allá de lo imaginable, pero su destino ya estaba unido para bien o para mal.

Cuando nos conocimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora