17. Sueños Realistas

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Entrecierro los ojos. Me encuentro en una habitación completamente oscura, sin poder ver más que una luz a la distancia. Se oyen ruidos inexplicables, y cada uno de esos sonidos consigue ponerme la piel de gallina. La superficie bajo mi cuerpo es fría y no me muevo, aunque sé que, de querer hacerlo, no podría. ¿Dónde estoy? Me mantengo tranquila, no me dejo llevar por el pánico y en cambio, respiro, esperando. ¿A qué estoy esperando?

De pronto, los ruidos cesan, y oigo pasos que se acercan lentamente. Es un hombre, un hombre alto, que camina hacia mí con una máscara. Verlo me hace notar que veo borroso, y que ningún detalle es del todo nítido.

-Jannet. Recibirás lo que mereces.

Su voz en absoluto es natural, es una voz monótona, como si fuera parte de un comunicado de la computadora.

-Si me matas, tú también -replico, amenazante. Un dolor punzante recorre mi garganta por el esfuerzo al hablar, pero no dejo que él pueda observarlo.

- ¿Aún no te has enterado, Jannet Green? Alguien te ha reemplazado.

- ¿Que...?

-Ya nadie te busca -dice, riendo-. Es exactamente igual a ti.

-No... No puede ser -susurro, negando con la cabeza-. Eso es... imposible.

-Es un milagro, de hecho. Es el mundo diciéndome que te mate, si no tendré consecuencias.

- ¡Estás mintiendo! ¡Eso es imposible!

-La hemos visto. Nightmare y Butterfly lo han hecho, me lo han dicho.

Mis ojos ni siquiera se fijan en el hombre de negro frente a mí, tan solo se mantienen en la luz que proviene desde la distancia. Me siento cansada, y por alguna razón no me muevo cuando el hombre se acerca aún más a mí, hasta quedar a cuclillas, cerca de mi rostro. Está lo suficientemente cerca como para permitirme distinguir que lleva una máscara negra que esconde su rostro.

- ¿Por qué no me matas de una vez?

-Iba a torturarte hasta que lloraras suplicando morir y entonces te mataría.

-No me asustas.

-Porque yo aún no estoy esforzándome por hacerlo, Jannet. Verás... si hay otra como tú, significa que también debo encontrarla, pero tenemos tiempo todavía. El plan continúa avanzando.

-No la conozco, quizás es similar a mí, pero no hay forma de que sea idéntica.

El hombre estira su mano y toma mi barbilla, presionando de tal forma que creo que va a romper mi mandíbula. Suelto un sollozo adolorido.

-Eres mi llave para llegar a ella. No es normal, no es como tú, es como nosotros. La necesito, la quiero conmigo y tú me ayudarás a conseguirlo.

Abandona la presión en mi rostro y suspira pesadamente.

-No sé quién es esa perra, pero no va a hacer lo que sea que tú quieras. Si realmente es como yo, jamás te ayudaría.

-Jannet...

Mis dedos abrazan un artefacto y suspiro hondo antes de sacarlo a la luz y golpear con él al hombre frente a mí, quien pierde estabilidad y cae hacia atrás. Debí pegarle en la cabeza, sin embargo, él no parece haberse lastimado en gran manera. De todas formas, no me importa, no sé dónde estoy, ni adónde voy, tan solo me levanto, con tanta velocidad que casi caigo, pero corro, a pesar de que mi estabilidad no es del todo exacta. Me tambaleo a medida que avanzo y mis piernas duelen. ¿A quién engaño? Todo mi cuerpo duele, duele tanto como dolería una bala, o como yo creo que dolería. Eso no me importa, solo corro a toda velocidad hacia la luz, mirando hacia atrás para asegurarme que el tipo de la máscara, que perdió el equilibrio por el golpe, no se ha levantado aún y no me sigue, pero su silueta ha desaparecido del suelo y eso aumenta en un enorme grado las pulsaciones aceleradas de mi corazón. Me muevo por la adrenalina que me impulsa, no porque en realidad pueda moverme. Siento un ardor cada vez que piso el suelo y tengo que apartar los cabellos rubios de mis ojos cada vez que me entorpecen la vista hacia mi objetivo, pero a medida que avanzo, parece estar más lejos de mí, más imposible, y no lo resistiré mucho más. Mis piernas empiezan a flaquear, tarde o temprano deberé detenerme, debería esconderme, al menos no dejar que me encuentre tan fácilmente. Sin embargo, algo se enreda en mi pie derecho y yo caigo de bruces al piso, soltando un adolorido grito.

Jannet GreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora