15. La Colonia de Mariposas Asesinas

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En cualquier parte del mundo, la clase de historia es aburrida. La profesora, a la cual no reconozco, habla durante horas acerca de hechos que sí, ya conozco, nada sobrenatural. Si Lisa estuviera sentada a mi lado y Sof en el asiento delante del nuestro, me sentiría extrañamente protegida, como si fuera una clase común en un nuevo colegio. Sin embargo, ellas no estuvieron conmigo. Ninguna de las dos. Sof literalmente se había fugado de las clases y Lisa se encontraba en uno de los primeros asientos, completamente sola, al igual que yo. A pesar de eso, decido que ni es lo más oportuno acercarme a ella. Sería extraño y no quiero cambiar la vida de la Jannet de aquí. Demasiado la estoy cambiando ya con cada una de mis acciones al no reconocer a las personas a las que se supone que debo conocer. No es mi culpa, aunque desearía haber escuchado a Lisa cuando me hablaba sobre las personas a las que conocía en fiestas. Al terminar las clases, agradezco no haberme encontrado con nadie más que pareciera conocerme. Eso es porque camino con la cabeza gacha y a cualquier persona que me saluda, lo ignoro. Según lo que Jannet perece ser, ella no es la persona más sociable del universo, o al menos no con todo el mundo. Así que simplemente me quedo callada y simulo no oírlos. No es mi culpa, con lo del accidente y la desaparición, puedo ameritar todo mi comportamiento a esas situaciones, sin tener que dar demasiadas explicaciones, lo que es bastante oportuno.

A la salida del colegio, atrapo a Jake Bladdel mirando en mi dirección, a través de sus anteojos. Levanto mi mano para saludarlo, pero él tan solo niega con su cabeza y se voltea, para caminar en la dirección contraria hacia donde yo me dirijo. No sé cómo se supone que debo regresar a casa, pero me sería muy útil en este momento tener mi celular para utilizar el GPS, aunque probablemente no funcionaría aquí. O tal vez sí. Quién sabe. Debería conseguir un celular, pero no creo que el dinero que he robado del armario de mis padres sea suficiente para conseguir uno y trabajar no es una opción: nunca en mi vida he trabajado. Podría pedírselo a Roxana, pero con tan solo pensar en eso, rio a carcajadas. No hay forma de que ella se apiade de mí y me consiga uno. No es un secreto que no me quiere, o que no quiere a "la otra Jannet", y por consiguiente tampoco a mí.

Acomodo la mochila sobre mis hombros. Tan solo me ocupe de tomar notas de las clases de hoy, aunque parece que va bastante más atrasada que yo en el colegio. No me atreví a revisar la mochila de Jannet, pues siento que, al igual que si revisara su closet, estaría violando su privacidad, pero no puedo violar su privacidad si ella es yo.

Son solo excusas. Me da pánico pensar en lo que podría encontrar. No lo sé, temo encontrarme con sustancias extrañas o alguna prueba de que a ella le ha pasado algo terrible. No sé cómo podría vivir con eso en la conciencia.

El día no es muy alentador. Está oscuro y, me guío por las calles conocidas para regresar a la casa de Roxana. No sé si en algún momento Jannet ha considerado ese lugar su hogar. Yo no podría hacerlo, pero ella ha crecido ahí, quizás es toda la familia que recuerda, y no sabe qué hay otras realidades más felices, como la que yo vivía y no supe valorar. Ella me golpearía de estar frente a mí, sin lugar a dudas. A pesar del cielo tornándose negro en plena tarde, no hay viento húmedo y no parece acercarse una terrible tormenta. Nadie de mi alrededor parece preocupado por el clima, todos están muy ocupados por sus propios temas como para fijarse en eso. Así que yo avanzo en silencio. Reconozco las calles, los nombres, pero las casas no. Todas están oscurecidas, y parecen padecer un terrible tema relacionado con la humedad, pues la pintura parece caerse en cada una de las estructuras.

Estoy caminando por una vereda rota cuando veo una mariposa. Es una mariposa roja, que vuela delante de mi rostro. Es el color más hermoso que he visto desde que estoy en este lugar y su brillo contrasta con el resto del oscuro paisaje. Vuela a mi alrededor y yo sonrío, siguiéndola con la mirada, estirando mi mano, intentando atrapar su belleza, aunque soy consciente de que debería dejarla libre. Me siento como una niña perdida que ha encontrado un juguete con el que jugar mientras busca a sus padres. La mariposa se apoya sobre mi hombro, para mi sorpresa y la miro, con una leve sonrisa.

Jannet GreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora