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La vida es eso que viene y va, como si de un parpadeo se tratase..., de repente ya no está.

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Su vida había sido dura desde que era un niño, pero jamás faltó el amor de su madre. Siempre recordaba su rostro en cada momento feliz y triste en el que había estado.

Cuando fue por primera vez al Kinder, y lloró amargamente porque creyó que su madre lo había abandonado. Cuando obtuvo su primer diploma por sus buenas calificaciones, así como en cada recital y festival en el que se involucraba porque siempre le habían gustado ese tipo de actividades.

Cuando ingresó a la secundaria y tuvo que tomar un transporte por primera vez, ella le preguntó cómo había estado su día, y él respondió que casi se equivocó de parada. Ambos rieron.

Cuando se enteró que había pasado su examen de ingreso a la universidad, ella le felicitó diciendo que sabía que eso pasaría porque él era muy inteligente, y lo abrazó fuertemente.

Cuando obtuvo su primer trabajo, ella lo acompañó en el trayecto hasta cuadras antes de aquella pizzería.

Cuando decidió renunciar a los dos días de su primer trabajo porque era horrible, y sentía muchas ganas de llorar.

Cuando obtuvo su segundo trabajo, solo pudo estar una semana ahí porque su jefa era un asco de persona, se percató que ese ambiente no era lo suyo por el momento. Llegó llorando a casa, y ella no le dijo nada, ni lo reprendió, solo lo abrazó y consoló. «Está bien, está bien, es solo un trabajo. No tienes porqué preocuparte», eso había dicho ella, y él se sintió consolado.

Su vida había sido dura, sí, pero nunca faltó su rostro en la penumbra dándole consuelo y alegría. Jamás pensó sobre aquella fuerza mística que ejercía su mirada sobre su vida, pues jamás pensó que la dejaría de ver tan pronto.

Tenía arrugas alrededor de sus ojos, pero seguía viéndose hermosa. La edad había llegado a ella, pero se mantenía fuerte como un roble. Sus canas se estaban comenzando a mostrar, y se cansaba un poco más cada vez, pero siempre se levantaba temprano todos los días, y salía a regar sus plantas.

Tomaba café con leche por las mañanas, y a veces en las tardes-noches cuando lloviznaba.

Recuerda que ella solía consentirlo con su plato favorito sin razón, y de inmediato se convertía en un buen día, y si ya lo era, entonces sería un maravilloso día.

La abrazaba para encontrar alivio; sentirse seguro. Siempre funcionaba. Amaba estar en los brazos de su madre.

Pero ¿quién iba a pensarlo?

Él no. Él pensaba en llegar a la adultez con los consejos y jalones de oreja de su madre, pero eso no iba a suceder.

¿Quién iba a pensarlo? Su garganta se cerró al recordarlo.

¿Quién iba a pensarlo? Una lágrima recorrió su mejilla.

¿Quién iba a pensarlo? Un suspiro salió de sus labios.

¿Quién iba a pensarlo? Suplicó al cielo su regreso.

¿Quién iba a pensarlo? ¡Él no, maldita sea!

Él no.

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«Antes que te vayas» [NamKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora